Capítulo 8

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Esa noche, se reunieron en la casa que Chris y Lorelei compartían y, mientras preparaban la cena entre los tres, pusieron al día a la muchacha sobre los hechos que habían sucedido desde lo de la feria. Lorelei puso cara de circunstancia durante todo el relato y en ningún momento se burló de Fernando. Era probable, también, que Chris le hubiera advertido por dónde venía la mano y la chica no tuviera intenciones de reírse de una persona que sufría una psicosis.

- Debe haber una explicación lógica para todo - comentó ella, al final. - Tenemos que ir punto por punto.

Lorelei era contadora, por lo que la vida sobrenatural estaba lejos de ser una temática donde se moviera con comodidad.

- Por ejemplo, creo que estabas asustado cuando viste que nuestros rostros se defiguraban - comentó ella.

- Y habrás estado muy asustado, porque nuestros rostros son realmente bellos - añadió Chris.

- Y lo que sucedió con la radio - dijo Lorelei, ignorando a su novio. - Es posible exista otro Fernando Acher, ¿no lo crees posible?

- Busqué información sobre la noticia que escuché en la radio esa noche - comentó Fernando. - No existe. Incluso busqué en la propia página de internet de la radio. No había notas que sostengan lo que escuché. Llamé al programa, pero me fue imposible comunicarme. Mandé un mail pero todavía no obtuve respuestas. Pero el taxista y yo conversamos sobre el tema, así que estoy convencido de que al menos ese hombre lo escuchó.

La primera posibilidad fue barajó fue que la noticia de la radio también haya sido un invento de su imaginación. Pero la charla con el taxista existió. Eso hacía que fueran dos las personas que lo estaban oyendo.

- ¡Además lo del condón fue real! - exclamó Fernando.

- Es verdad - dijo Chris, lanzando un agudo suspiro. - Yo lo toqué.

- ¿Tocaste un condón usado por Fernando? - le preguntó su novia, boquiabierta.

- Oh, Dios - gimió Chris.

- Nuestro primer momento - suspiró Fernando, como si fuera algo romántico.

- Quizá la maldición es en mi contra - atinó a decir Chris.

Se rieron.

La risa le quitó poder al miedo.

- Escucha - dijo, entonces, Lorelei. Su rostro volvía a adquirir un matiz solemne. - Quizá este no es el mejor momento para contártelo, pero... Es Lucio.

Su nombre no podía significar nada bueno.

- Está en una nueva relación - le explicó Lorelei.

Fernando recibió el golpe con amargura. Si bien Lucio y él eran una pareja de sólo cuatro meses de duración, no confiaba en que el muchacho se burlaría de aquella manera de los momentos que pasaron juntos.

- Ya puedo dejar de sentirme culpable por lo del gitanito, ¿eh? - comentó.

- Sé que ésto sólo aumenta la creencia de que estás maldito, pero...

- No - le interrumpió Fernando. - Mis malas elecciones son previas a la maldición gitana.

- Lo siento mucho - respondió ella, con una sonrisa amable.

Pero Fernando se encogió de hombros. Estaba enojado.

- Va a volver - aseguró. - Siempre vuelven al cabo de unos días. Ahí tengo el placer de cerrarles la puerta en la cara.

- Dios... - Chris, ajeno a la charla que tenían, continuaba lamentando su suerte. - Estoy maldito...

- No es tu momento, amor - le recordó su novia.

Chris se recompuso, como si recién tomara consciencia de la charla que estaban teniendo. Volvió a mirar a su mejor amigo con algo de entusiasmo.

- Ya sabes, el hermano de Betiana... - le dijo.

- No me interesa - le recordó Fernando.

- Sólo te pido que lo tengas en cuenta - insistió Chris. 

Maldición GitanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora