***Roxie***
Comenzó a sonar la dulce melodía de “1000 Meere”, anunciando una nueva llamada, y mi celular vibraba en la mesita de noche junto a mi cama. Aún medio adormilada logré estirar el brazo y tomarlo para contestar.
-¿Hola? –dije mientras me sentaba en la cama con los ojos cerrados
-¿Roxie? –reconocí la voz de Lucas al otro lado de la línea- Estoy en mi casa –su tono era ronco, como si le raspara la garganta al hablar- y necesito un favor, ¿vendrías? La fiesta terminó mal y nosotros peor
Solté un suspiro de fastidio, viendo como mi reloj digital marcaba las cuatro y media de la mañana, ¡genial! No habían pasado ni cinco horas desde que me acosté a dormir.
Cuando los chicos cumplieron dieciocho, hace un año ya, se la pasaban de fiesta en fiesta y nunca nos invitaban a sus hermanas y a mí. Tenía ganas de dejarlos un día solos pero no podía hacerles eso; eran mi mejor amigo y, para mi desgracia, el amor de mi vida. Además les debo ciertos favores.
-Creí que habían dicho que el alcohol para ustedes es como agua para nosotras –mi voz estaba cargada de sarcasmo, ellos sabían lo mucho que me molestaba que tomaran
-Vamos… -hiso una pausa larga antes de volver a hablar, ha de estar tan mareado que no puede hablar con fluidez- Karen y Lucy están en cami… -separé un poco el celular al oír las arcadas. Quien sabe cuántas veces haya vomitado a lo largo de la noche
-Sigo sin entender porque los cubro –obviamente miento, sé que lo hago porque son mis amigos y jamás los dejaría solos-, según ustedes son todos unos “hombrecitos” –mi cariño no me impide burlarme un poco de vez en vez. Mi cara opta una mueca de asco al imaginar el estado de mi rubio preferido- Ve a tomar un baño, a estas alturas alguien pudo haberte visto y contarle el chisme a tu mami; gracias a Dios yo no tendré hijos como ustedes
-Estoy seguro que Sebastián será el padre de esos enanos así que las probabilidades de que les guste salir de parranda son altas –lo escucho reír, imaginando el golpe que hubiera recibido si estuviéramos en el mismo lugar
-Te odio –reí con él- Por cierto, ¿qué tal está?
-Una simple mención es suficiente excusa para que al instante preguntes por tu queridísimo caballero de plata, ¿verdad? –a pesar de hacerme gracia, sus comentarios referentes a una historia que escribí hace años (sobre una princesa y el caballero que la rescataba) seguían causando rubor en mis mejillas- No está del todo mal, solo ha vomitado un par de veces más que yo pero está por ganarle el sueño
¿Para qué preguntar por algo que ya sabía? Aprendí que a mi ojiazul en lugar de resaca por las borracheras, el sueño lo envolvía por unas cuantas horas y después despertaba como si nada. Todos lo envidiamos por eso, aunque a él no se le pasa por la cabeza que ya he empezado a tomar. Dice que aún soy una niña
-Ok –suspiro y al instante bostezo- Que no se duerma aún, yo llego en unos minutos
Pulsé el botón de colgar y camino directo al baño: lavé mis dientes y la cara, me amarré el cabello con un listón azul que Sebastián usó para hacer el nudo de mi regalo de cumpleaños, tomé la mochila en la que estaban mis libros y metí mi uniforme. En un par de minutos estaba cerrando la puerta con llave. Pensándolo bien, no me molestaba echarles la mano para cubrir sus noches de party pero a veces si era una tarea titánica, especialmente cuando era en días de colegio.
-Dios mío, ¿por qué les permites tomar así?
Lo que me alegraba era la poca distancia entre nuestros departamentos: solo dos cuadras, eso hacía que el traslado fuera más fácil. Desde que se “independizaron”, empezaron a rentar ahí y meses después, cuando me negué a irme con mis padres por sus asuntos de negocios, un amigo me dijo que se mudaría y podría dejar que yo viviera en el lugar. Mis padres accedieron a pagar los gastos, aunque estuvieron casi dos semanas visitándome antes de irse para asegurarse que estaría bien. Y, para terminar de convencerse, me dejaron también bajo el cuidado de la mamá de Lucas quien lo habría hecho sin necesidad de que se lo pidieran. Nunca habían sido tan sobreprotectores pero en esos días los entendí a la perfección: no era fácil separarse de tu única hija, el día que partieron recuerdo haber llorado por un par de horas.
-¿Cómo te sientes? –a los cinco minutos ya estaba en casa de los chicos, con una toalla en las manos que había tomado del sillón antes de ver en la cocina a Sebastián. Él solo levantó un pulgar positivamente- Ven, vamos a sentarnos
Caminamos lentamente en dirección a la sala y tomamos asiento uno junto al otro. Él no para de parpadear por el sueño que lo invade mientras le limpio la boca, sonriendo con amargura, y algo de asco, al recordar que ya es la quinta vez de este mes.
-¿Aún no llegan las chicas? –mi ‘no primo’ sale de su cuarto en un pantalón holgado para dormir y su toalla al hombro. Si no estuviera acostumbrada a verlo así, me arderían las mejillas justo ahora: tiene un abdomen envidiable
-Me llamaron cuando salía de mi casa y dijeron que no podrían venir: tu mamá ya lo sabe –le explico- Karen dice que te vieron y que mañana tu tío estará aquí
-Lo imaginaba –el recién bañado tomó su lugar en el sillón del frente- Te toca, Sebas –y señaló el pasillo hacia el baño
El chico sentado junto a mi hace el esfuerzo de levantarse pero estaba demasiado mareado y somnoliento como para caminar sin trastabillar.
-Estoy bien –dice pero cae sentado junto a mi otra vez
-Sí, claro –contengo la risa con poco éxito- Ayúdalo, Lucas, no puede ni pararse solo –veo mi reloj- y que sea rápido porque me tengo que arreglar para el colegio
-Mejor báñense juntos
-Ni borracho dejas tus pensamientos morbosos, ¿verdad? –hace una mueca graciosa y niega con efusividad
Los dos caminaron hacia el cuarto de baño para que al ojiazul se le bajara un poco el efecto de los tragos y así pudiera dormir más tranquilo. Era seguro que en la mañana vendría su padre a corroborar personalmente que hayan o no salido de parranda esta noche.
-Ya está durmiendo –anuncia Lucas- Y yo debería estar haciendo lo mismo, sigo mareado
-Quien sabe cuánto tomaste y apuesto a que no has comido nada, es obvio que estés así –lo regaño, aunque es imposible que pueda reprocharle algo- Veta ya a dormir. Antes de irme les dejaré algo para que coman y, ya sabes, tomen mucha agua
-¡Si, mamá! –bromea, saludando como soldado y volteando rápido hacia su habitación. Se desequilibró de nuevo
Mientras reía, me levanté del sillón para hacerme algo de desayunar antes de arreglarme para el colegio y así ellos también tuvieron algo que comer cuando se levantaran. Después, poco antes de las seis de la mañana, recibí un mensaje de Lucy en el que me decía que no teníamos clases por no sé qué asunto y, de paso, me prevenía: la visita del padre de Sebastián sería como a las diez de la mañana. Apagué la estufa, guardé de nuevo mi uniforme y caminé hacia el cuarto del único chico que tenía mi corazón en sus manos.
Tomé asiento en su cama, a unos centímetros de él, y mis dedos se movieron solos por su rostro, para ser hombre su piel era sumamente tersa y clara. De su piel pasé a peinar con suavidad sus lacios cabellos azabache, mientras poco a poco me dejaba caer junto a su cuerpo, pegándome a su pecho; con él no podía acostumbrarme.
Nuevamente subí a su cabello y mi sentimiento de fastidio, como las veces anteriores, se esfuma. Me es imposible estar enojada con él, quien me ha sorprendido al rodear mi cintura inconscientemente, pegándome aún más a él, abrazándome con firmeza pero sin dejar de ser tierno. Y aunque mi intención inicial era solo disfrutar de unos minutos de su incomparable calidez para después regresar a mi departamento, poco a poco voy perdiendo la noción de todo mientras su aroma me embriaga los sentidos y me induce a cerrar con deleite los parpados. Entrando así en el mundo de Morfeo
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Mi niña
RomanceÉl la ama y ella lo ha notado; ella lo ama y él tambien lo nota... ¿por qué no están juntos? Ninguno de los dos se atreve a decir en voz alta lo que sus acciones revelan desde hace años