MILAGRO

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Lucinda había regresado a Irik un poco después de que haya venido la ambulancia. Le agradecí por su heroísmo antes que se fuera, y ella me pidió disculpas por cómo nos había tratado cuando nos conoció y por todo lo malo que ha hecho.

–No te preocupes –le contesté yo–. Al menos ahora sabes que lo que hiciste no estuvo bien, y eso ya es más que suficiente.

Lucinda esbozó una sonrisa y me dio un abrazo de agradecimiento.

–Que estés bien, Débora –se despidió luego–. Recuerda que siempre te recordaré con el Gran Ki.

–¿Adónde llevarás la arma de Kosevich? –inquirí, casi ignorando lo que acaba de decir Lucinda, porque me acordé de golpe del aparato destructor.

–A un planeta lejano en que nadie lo pueda encontrar, pero no te diré a cuál exactamente, puesto que nadie debe saberlo. Yo moriré con ese secreto –replicó.

–Vale, que tengas suerte en el viaje de regreso –le dije con amabilidad.

La kiot me agradeció y me deseó suerte también, como también a Lucas. Luego, me pidió que me tapara los ojos y me diera la vuelta, porque iba a transformarse. Yo le hice caso, y entonces escuché el clásico rugido abrumador que nunca olvidaría. Cuando éste desapareció, me di la vuelta otra vez, y vi que Lucinda ya se había alejado bastante.

Lo último que vi de ella fue su largo cabello marrón desaparecer tras una nube blanquecina en el cielo.

Lucas se hallaba en una cama con muchos tubos en sus brazos y con una máscara respiratoria cuando lo fui a ver al hospital con mis padres. Su padre ya se encontraba sentado junto a él cuando estuvimos en su habitación. Le tenía la mano tomada y no cesaba decir "lo siento, hijo, no sabes cuánto lo lamento".

Nos acercamos a su camilla y saludamos a Jack. Él se nos quedó mirando con cara extrañada cuando nos vio.

–¿Quiénes son ustedes? –inquirió.

Sentí que me ruborizaba un poco.

–Yo... soy su novia, y ellos son mis padres –respondí.

El padre de Lucas se quedó perplejo. Por el comienzo no dijo nada, sino que solo se limitó a ponerse una mano en el pecho, como si estuviera a punto de darle un infarto, y puso cara de haber escuchado lo peor. Entonces, para mi mayor sorpresa, habló mi padre.

–No se preocupe, caballero, nuestra hija es un buen partido para Lucas. Cuando los vi noté que hacen una muy buena pareja –Le miré con extrañeza, pero él solo me guiñó un ojo, cuando Jack no se dio cuenta. Éste, en cambio, cambió de expresión y esbozó la primera sonrisa que le vi desde que le conocí. Se me acercó y me dio un abrazo, diciéndome:

–¡Oh, cuánto me alegro que mi hijo haya elegido a una chica tan hermosa como usted y que lo haga feliz!

Le respondí el abrazo, murmurando "gracias", mientras mis ojos volvían a humedecerse por lágrimas que querían salir. Por el rabillo del ojo, vi que papá me miraba con severidad, del tipo "no creas que Lucas me haya ganado por completo todavía". Pero entonces Jack se acercó a mis padres y les tendió la mano a cada uno de ellos.

–Gracias por venir a vernos –dijo con sincera gratitud.

Luego miramos a Lucas nuevamente. Me pareció ver que una de sus mejillas se había movido ligeramente, aunque no estaba segura. De todos modos, mi corazón aumentó su ritmo en señal esperanzadora. Una enfermera entró a la habitación en ese momento y nos tendió una sonrisa. Se paró al lado de Lucas y le tomó la temperatura con un termómetro.

–No está muerto –afirmó–. Cayó en coma, pero puede despertar en cualquier instante.

Ahora sí que mi corazón aceleró el ritmo. Entre todos soltamos un grito de júbilo, provocando que la enfermera sonriera nuevamente, antes de salir de forma discreta otra vez. Yo me puse al frente de Jack y le tomé una mano a Lucas.

La LlamadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora