Capítulo 27: Nueva ciudad, nuevo encuentro

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  Todos habían podido oír los aullidos infernales de los muertos, rebotando por las cerradas calles hasta llegar a ellos. Daniel hizo un movimiento rápido con la mano, alertando a su grupo e indicándoles que se escondiesen detrás del helicóptero. No era un buen escondite, pero al menos les daría unos segundos de ventaja contra los muertos.

-¡En posición! -Exclamó, colocándose sobre el hombro su propia arma, con un fuerte gesto de liderazgo. Miraba la entrada del solar a través de la enorme puerta del helicóptero. Ellos nos los verían al entrar, pero ellos a los muertos sí. Sentía mucho miedo, era el tipo de situación que lo dejaba sin respiración durante unos segundos y su mente comenzaba a hilar planes para salvar a sus amigos a toda pastilla. Ser un líder conllevaba una gran responsabilidad.

-Joder, deben ser un huevo. ¿Escucháis los pasos resonar contra la carretera? Es como si fuese un ejército cabreado con el mundo.- Añadió Bruce, sin despegar sus ojos de la mirilla de su arma. Una sensación de pánico abrumador nació dentro de su estómago y se quedó allí instalada, negándose a abandonarlo.

-Sobre todo, no hagáis movimientos bruscos. Si tenemos suerte, pueden ver que aquí no hay nadie y que sigan su camino.- Se inclinó un poco, impaciente. Daniel nunca había sido un hombre paciente, pero en casos como este, no lo llevaba nada bien. Bruce se dio cuenta y lo miró con un gesto de interrogación muy pronunciado.- ¿Estás bien, tío?

-Sí, sí...no debes preocuparte por eso ahora. No apartes la mirada de la explanada, si ves que un ser de esos se atreve a entrar, dispara. No vaciles, no podemos permitirnos ningún error más. ¡Lo mismo digo para todos los demás, quiero que seáis precisos y que no perdáis munición a lo tonto!

-¡A la orden! ¡Esos cabritos todavía no saben de lo que somos capaces! -Exclamó John, alzando las manos, eufórico.- Somos la peor calaña de todo Genesis. ¡Los muertos de Arizona no van a poder con nosotros!

-Cálmate un poco, John.- Le instó Daniel, girando su cabeza hacia él.- Vas a alertarlos y los traerás hasta aquí con esos gritos.

-Perdón, a veces me emociono demasiado.- Admitió, bajando el tono de voz.- Pero juntos somos imbatibles, jefazo.

Daniel asintió, no demasiado convencido. Elliot se fijó en que ahora parecía sumamente cansado, demacrado, con todo el cabello desaliñado y apuntando hacia todas direcciones, con la ropa hecha jirones y embarrada. Parecía una sombra oscura y triste de sí mismo. Aquella situación lo estaba consumiendo muy poco a poco, pero no pensaba dejar que aquel hombre se precipitase al vacío, no lo permitiría. Sintió muchas ganas de apoyarlo y de hacerle ver que no estaba solo, pero la situación no lo apremiaba, estaban a punto de ser carne de cañón en una emboscada de muertos. Volvió a desviar la mirada y ahora sólo se centró en el camino que tenían que defender.

Luna vio entrar al primero de los zombies, aunque no era más que un adolescente. Llevaba el poco pelo encharcado de grasa oscura, creando la ilusión óptica de una cabeza diminuta, en comparación con el resto del cuerpo. Llevaba la mandíbula desencajada, y una herida atroz nacía en su pecho. Caminaba dando tumbos, girando sobre sí mismo de manera automática. La figura espectral se quedó impresionada al encontrarse con el solar vacío, salvo por aquella enorme máquina de guerra que carecía de interés para él. Olisqueó el aire, frunciendo el ceño, bastante confundido. Su instinto lo había llevado hasta allí y al no ver carne fresca que devorar, adoptó un gesto de decepción. En seguida se le unieron más de ellos, vacilantes, la mayoría de ellos con unas poses tan surrealistas, que ni si quiera sabía como se mantenían en pie. Se llevó una mano a la boca, ocultando la impresión que le había causado. John percibió su gesto y le apretó fuertemente la mano.

-No te preocupes...-Susurró.- Lo vamos a conseguir.

Pero lo cierto es que muchos de los integrantes del grupo no estaban tan seguros, la zona se estaba infectada de muertos andantes y cada vez los tenían más cerca. Andy se fijaba en todos y cada uno de ellos, examinándolos. Se quedó mirando al que tenía más cerca, era imposible que lo hubiese detectado, pero éste parecía devolverle la mirada, con esos acuosos ojos blancos. Su prioridad ahora era defender a los suyos y proporcionarles seguridad, pero le habría encantado ajustar cuentas personalmente con ese ser. Las cosas habían cambiado bastante a partir de la llegada a la ciudad, ya no conocían las calles, ya no sabía donde podían ir y donde no. Trataban de no pensar en augurios tan derrotistas, pero con la situación que se les venía encima, era de lo más complicado. La mirada de Andy se cruzó con la de Mya y algo en su interior terminó de germinar. ¿Qué sería de él mismo si se permitía tener pensamientos amorosos hacia una compañera, en un mundo dónde los muertos vivientes no les dejarían vivir demasiado tiempo en paz? Y lo que le revolvía el estómago por dentro, la reacción de ella si lograba hablar sobre sus sentimientos. Incapaz de sostenerle la mirada por mucho más tiempo, cambió de dirección de nuevo, refugiándose detrás de la estructura del helicóptero, con manos temblorosas, inquietas. Mientras que ellos estaban sumidos en sus más profundos temores, el plan de reconquista de Albert ya se había puesto en marcha, manejando el cuerpo de un musculoso soldado no podría fallar, ya había cometido demasiados fallos.

Cuando nadie lo miraba, se acercó a las armas que habían dejado apoyadas contra la maquinaria y las dejó caer contra el suelo, con un gesto torpe y despistado. Las armas hicieron el suficiente estruendo para llamar la atención de los muertos que se habían acercado más. Los que iban en cabeza se activaron, abriendo la boca de tal manera, que a algunos se les quedó encajada, asomando por ella su pestilente lengua, en busca de un posible alimento. Se lanzaron contra el helicóptero, hambrientos y enfadados, de no haber divisado a sus presas antes. Daniel, al ver sus rostros, pensó que se sentía engañados y furiosos.

-¡Qué coño haces! -Gimió Bruce, agarrando a Henry por el cuello de su camiseta, levantándolo en el aire mientras lo zarandeaba.

-¡F-fue sin querer...y-yo...no quería!

-¡Mierda, joder! ¡Nos han visto, no tenemos tiempo de discusiones! -Daniel lo obligó a soltarlo, tirando hacía él. Uno de los seres había conseguido inmiscuirse dentro del helicóptero, a gatas, como una bestia embravecida. Su poderosa y fuerte garra consiguió hacerse con la mochila de Daniel, llevándolo a un tira y afloja inútil. Así que finalmente, decidió quitársela y dejar que el ser la hiciese pedazos. Adiós a los últimos víveres. Elliot disparó contra la cabeza del espectro, preguntándose si estaría aún activo o no, pero luego optó por seguir disparando contra los demás.

Blair le pidió una de las pistolas a Bruce, disparando contra la masa de ofensivos caminantes que se estaba adentrando en el solar, que parecía mucho más pequeño ahora que se estaba anegando de muertos. Esperó un poco a que todos estuvieran listos y la batalla con los zombies comenzó, de nuevo, con un nuevo capítulo.

Daniel escaló por el helicóptero, haciendo acopio de fuerzas y se colocó encima de las hélices, disparando a todos los seres que se le ponían en medio. Sus compañeros le cubrían las espaldas, dejando el camino a su alrededor, despejado. Los zombies habían dejado de entrar en el descampado, ya veía un claro en la entrada de la calle, con algo de esperanza. Si se las arreglaban bien, podrían vencer también en este encuentro contra la mismísma muerte.

La escena era atronadora y reprimía el corazón de los vivos, el sol había decidido comenzar a salir, bañando la zona de luz y calor. Ahora que cada vez había más claridad, no fallaban tanto al disparar, sabían qué pasos dar y donde apuntar. También vieron varios coches aparcados al final de la calle, cosa de la que antes no se dieron cuenta, debido a la oscuridad de la noche. La calle volvía a recobrar su incesante vida, abriendo sus horizontes.

Uno de los zombies estaba cubierto totalmente por la tierra, adherida a su cuerpo. Seguramente habría salido de uno de los montones de escombros. Jadeaba, tratando de deshacerse de la tierra que se había quedado pegada en sus finos y agrietados labios y dentro de sus apestosos dientes, incomodándolo. También le habían arrancado las dos orejas de cuajo y en lugar de ellas, había dos profundos agujeros, infestados de pus y gusanos que se removían dentro de ellos con lujuria. El ojo que le quedaba los observaba, sin pestañear si quiera. La suave brisa del alba mecía los finos cabellos que le habían quedado en la huesuda cabeza, como si jugase con ellos.

Rachel disparó contra él, creando una lluvia de gusanos que casi la hace vomitar lo poco que había comido. Los gusanos cayeron al suelo, revolviéndose a ciegas contra el barro, buscando otro lugar podrido en el que asentarse. John los aplastó, asqueado, sintiendo el hedor nauseabundo que erradicaban sus diminutos y descarnados cuerpos.

Los zombies que se habían quedado más atrás, estaban alineados en la salida, formando una barrera de muerte, sin apenas hacer movimiento. No parecían muy duros, de hecho, eran delgados y a todos les faltaba un miembro o dos, pero se empeñaban en luchar contra los vivos, sea cuales fueran sus situaciones. Daniel saltó del helicóptero, rodando sobre sí mismo. Ya no quedaban tantos muertos, pero aún suponían una peligrosa amenaza. Tuvo la precaución de saltar justo en medio, donde sus compañeros ya le habían limpiado la zona de muertos. Se dio cuenta de que no sólo había humanos muertos, también había perros y gatos callejeros, enseñando sus dientes y garras, dispuestos a despedazar.

Daniel comprobó su Walther P99 y siguió disparando contra ellos. Estaba mareado, el sonido de los disparos contra sus oídos lo hacía retroceder, agotado y sudoroso. Sus botas se hundieron en el barro, como si se tratasen de arenas movedizas, haciendo que perdiese el equilibrio cada dos por tres. Uno de los zombies que se le acercó profirió un alarido largo y lastimero, llevando sus brazos hacía él, para que se le uniese en su travesía de la muerte segura. Bruce se lo quitó de encima, con un ágil movimiento de piernas, haciéndolo caer, para después esparcir sus sesos por el suelo, como si se tratase de un artista, creando uno de sus cuadros abstractos. Elliot se les unió, disparando contra los que se iban acercando por los demás flancos. Era una visión truculenta.

Una zombie rodeó el helicóptero, sorprendiendo a los que estaban allí, defendiendo la zona, con valentía. No llevaba camiseta y sus pechos se bamboleaban a medida que avanzaba, con un trote suave. Su torso estaba manchando de residuos oscuros y secos, el pelo rojo ondeaba como una bandera pirata, alertándolos de su llegada. Su piel era de un tono verdoso militar, y estaba vetada con gruesas venas que recorrían todas sus extremidades. Uno de sus ojos, colgaba de su cuenca, con un fino filamento que aún lo mantenía sujeto a la cara.

-Fuera de aquí, joder.- Exclamó Fukushi, incrustando una de sus balas en la mejilla, pero a ella pareció no importarle lo más mínimo, pues siguió avanzando de la misma manera. Su repugnante aliento le dio de lleno en la cara y sintió ganas de revolverse del asco que le provocó, pero se contuvo.- Vete por donde has venido, engendro.- La segunda vez que disparó si que dio en el blanco, justo en mitad del entrecejo, haciéndola caer como una marioneta a la que habían cortado las cuerdas que la sujetaban.

El grito que se escapó de la garganta de Rachel hizo que todos se giraran, para mirarla. Ella se había sentado en el suelo, con las manos cubriendo sus ojos y su boca, temblaba de la manera más violenta que habían visto jamás. Nunca habían visto a una persona reaccionar de aquella manera tan extrema. Señalaba con uno de sus finos y pálidos dedos a Fukushi, que tras abatir a la zombie pelirroja, había sido abordado por uno mucho más grande. Cuando lo atrapó, varios más se acercaron a concluir el festín, siendo llamados por el olor de la sangre cálida y a carne fresca. Ni si quiera pudo hacer nada para impedirlo, había ocurrido tan rápido, que su cuerpo se había bloqueado de tal manera, que sólo conseguía gritar de pura angustia. Chris se le adelantó, empujándola hacia un lado, para poder acceder a Fukushi y socorrerlo, pero cuando llegó, ya era demasiado tarde. La piel del hombre asiático estaba invadida por un conducto de sangre que no dejaba de salir de sus heridas abiertas. Tenía los ojos humedecidos y su mano se hundió en el hombro de Chris con fuerza, tratando de decirle unas palabras que nunca llegaron a salir de su garganta rota.

-¡Fukushi, Fuku....! -Gimoteaba Rachel, con el rostro congestionado.- ¡No te vayas de mi lado,no! ¡Por favor, no te vayas!- Chris tuvo que apartarla de nuevo, para que no fuese devorada. Aunque por la poca resistencia que ponía ya la chica, intuyó que ya no tenía motivos para querer ser salvada.

El cuerpo de Fukushi no tardó en ser reanimado, volviendo de nuevo a la vida, cambiando sus ojos rasgados y oscuros, por unos llenos de maldad. Se dirigió corriendo a Rachel y a Chris, que la protegía poniéndose delante de ella. Los dedos huesudos de Fukushi se cerraron sobre la muñeca de Chris, rompiéndola en mil pedazos. El joven no sintió dolor alguno, porque técnicamente, ya estaba muerto, pero aún así, le resultó impresionante la facilidad con que había destrozado los huesos de su interior. Trató de morderle, pero al comprobar que su sangre también estaba muerta, se arrepintió en el último momento. Los dientes de la nueva criatura chasquearon al chocar contra ellos mismos.

-Lo siento, amigo, soy un rebelde.- Sonrió Chris, que se llamaba a sí mismo de esa manera.- Pero tú ahora te irás por donde has venido, te mandaré yo mismo.- Fukushi rió, de manera estruendosa. Inhaló al casi atragantarse con su la sangre que anegaba sus dientes.

-¡Menudo engendro estás hecho!- Gimió, casi con una voz monstruosa.- ¡No vais a poder salvarlo todo, ya veréis! ¡El mundo ya casi es nuestro! ¡Ahora nos pertenece, no a la escoria a la que llamáis humanidad!

-¡Y una mierda! -Exclamó Luna, clavándole el cuchillo por la parte trasera de la nuca, dejándolo con la palabra en la boca, nunca mejor dicho. La hoja afilada atravesó limpiamente el cráneo de Fukushi, que se derrumbó casi al instante. Soltó una especie de exclamación ahogada al sentir la carne blanda y de lo fácil que había sido introducir el arma. Rachel miraba como ella se separaba del cadáver caído, con los ojos muy abiertos y las mejillas saladas, debido al mar de lágrimas.

-Fukushi...mi Fukushi....-Repetía su nombre una y otra vez, sin atreverse a pronunciar ni una palabra más. Era como si su vocabulario solo constase de esa única palabra. Entre Chris y Luna consiguieron hacerla avanzar, ya que ella no podía de su parte, se dejaba arrastrar, vencida.

-Rachel...lo sentimos mucho.- Susurró ella, buscando que poder decir en un momento como aquel. Pero nada de lo que pudieran decirle, acallaría el lloroso corazón roto de Rachel.

Ruppert, quien había estado todo el tiempo oculto dentro del helicóptero, decidió salir al exterior, porque varios espectros se habían amontonado en uno de los cristales traseros, golpeándolo, hasta conseguir hacerle una ristra de grietas. Por muy quieto que se quedara, los muertos ya lo habían localizado, sabían con una certeza incalculable que su comida se encontraba allí dentro. No sólo podían olerlo, también podían sentir su patético y primal miedo.

Henry le tendió la mano, desde el otro lado, con una sonrisa. Cuando consiguió salir de su escondite, Henry profirió un chillido inhumano de placer y le dio un empujón, lanzándolo contra los monstruos que alzaban sus manos hacía él. El primero de los caminantes que se hizo con él, siseó, como si fuese una serpiente enorme, sacando su bípeda lengua, morada e hinchada.

-¡Traidor! -Exclamó Ruppert, despavorido. No se podía creer lo que acababa de hacer su compañero, con el que había pasado numerosos ratos, al que había querido tanto como para entregarle su corazón.- ¡Qué equivocado he estad hasta ahora, siempre te he protegido de todo lo que te ha amenazado! ¡Pensé que éramos amigos, joder!- Las palabras salían furiosas de su boca, como lanzas afiladas y hirientes. Con el empujón, se le había caído el arma y gruñó de rabia al ver que Henry sonreía, con todo el pelo alborotado por la cara. Se abalanzó sobre él, parecía que había olvidado los lazos que ambos habían forjado en el pasado, aplastándolo contra el suelo. Lo agarró del pelo y le echó la cabeza hacia atrás.

-¿Sabes? Puede que de aspecto siga siendo tu amiguito, pero una fuerza superior lo mueve. ¡Soy yo, el dueño y señor de este mundo! -Al hablar, diminutas partículas de saliva le cayeron el rostro, obligándolo a cerrar los ojos.- El cuerpo de este humano es más débil de lo que pensaba, le ha costado mucho acceder a esto, creo que te amaba. ¿No te parece irónico y divertido? -Esas palabras se clavaron en el pecho de Ruppert, como si lo hubiesen atravesado con un puñal oxidado. -Pero ahora...debo alimentarme un poco, ya sabes como va esto. Si quiero acabar con esos payasos, debo estar en plena forma. Y qué mejor manjar que la sangre fresca de un compañero caído.

Ruppert abrió la boca para gritar, pero se sintió desfallecer cuando sintió los afilados dientes de su compañero en su brazo. Cuando arrancó el primer trozo de su carne, se desmayó, dejando que el hambriento ser masticase a toda prisa, sin ni si quiera poder saborear aquello, que era lo más cercano a la victoria. La sangre manaba de las heridas con rapidez, creando charcos alrededor del cuerpo.

-Yo no quería tener que llegar a esto...-Susurró Henry, limpiándose las manos en el uniforme y volvió junto a los demás sin apenas esfuerzo. Vio a los supervivientes rozando la victoria con los dedos, estaban destrozando a los caminantes, no parecían ser un problema para ellos. En equipo eran como uno solo, sabían moverse, sabían como actuar, cosa que le parecía curiosa.

-¿Qué te ha pasado, joder? -le preguntó Bruce, dejando de disparar unos segundos para mirarlo con atención.- Tienes toda la boca manchada de sangre, al igual que tu ropa...

-H-ha sido Ruppert...-Gimió, ocultando su rostro entre sus manos, fingiendo estar aturdido.- Ahora es uno de ellos, la sangre no es mía, no soy uno de ellos.

-Lo siento por tu amigo.- Bajó un poco la cabeza.- Nosotros también hemos perdido a uno de nuestros hombres, ha caído Fukushi. Menuda tragedia...pero ya tendremos tiempo de llorar a nuestros amigos caídos, ahora colócate ahí detrás y ayuda, no seas un estorbo.- Disparó a uno de los zombies que había caminado hasta ellos, hasta quedar bajo la luminosa luz del sol.

-¿Cómo vais? -Exclamó Daniel, levantando el brazo, haciéndose oír sobre el ruido de las armas al impactar contra los cuerpos de los muertos.- ¿Estáis todos bien?

-¡Por aquí todo bien! -Exclamó Andy, con un arma en cada mano, disparando a todo o que se le acercaba por los dos flancos. Pensó que si eso lo hubiese visto en una película de acción habría pensado que era poco probable que un sólo hombre pudiese hacer algo así, pero lo cierto era que en Andy quedaba heroico. Admiró a su compañero, a pesar de todos los conflictos que habían tenido.- ¡Parece que ya han dejado de entrar y apenas quedan! ¿Qué haremos ahora?

-¡Seguid disparando, no paréis! No lo hagáis hasta que vea que la zona se ha quedado segura de nuevo.- Disparó, haciendo que el arma lo sacudiese suavemente.

Rachel se apartó bruscamente de Chris, que aún la tenía agarrada por los hombros, protegiéndola del ataque. Los ojos de la chica recorrían la escena, de un lado a otro, sin parar quietos, sumidos en aquella visión de pesadilla que estaban viviendo. Descubrió el cuerpo de Fukushi acercándose a ellos, en medio de la multitud, que cada vez era más escasa. Sintió un profundo dolor en el pecho cuando vio que sus ojos eran blancos y que alzaba sus manos, preparado para apresarla y no dejar más que sus huesos. Chris apretó los dientes y levantó el arma hacia el cadáver reanimado, pero Rachel le bajó la mano, con un movimiento instintivo.

-No...no lo hagas.- Musitó, con un hilo de voz.

-Rachel...sabes que hay que darle descanso, ya no es él. Esto es...

-Joder, que ya lo sé. Sólo quería...poder hacerlo yo. Era mi chico, es lo único que me queda en este mundo de mierda. Lo más lógico es que quiera ser yo la que lo ponga a descansar, se lo debo. Fukushi me ha salvado siempre de todas las cosas que me han dado miedo...ahora yo seré fuerte por él.

-Oh, claro...está bien. Pero si no puedes, ya sabes que puedo ayudarte.- Le depositó una pistola entre sus frágiles dedos y la dejó actuar con valentía. Era una chica pequeña y delgada, pero lo cierto es que coraje nunca le había faltado. Gritó y lloró cuando el cuerpo de su amado cayó contra el barro, mezclándose con todos esos cuerpos que se le antojaban desconocidos. Pero ella sabía que sería lo que Fukushi le habría pedido que hiciera, ser un zombie era lo último que quería. Cuando tragó saliva se dio cuenta de lo seca que tenía la garganta y el esfuerzo tan grande que le supuso. Se incorporó de golpe y se puso en pie en un instante.

-Ya...ya está.- Sentenció, con los ojos enrojecidos e hinchados. Chris sintió mucha lástima por ella, pero ahora mismo no podían hacer nada más que lavarse sus propias heridas y continuar con la batalla. Ya debía estar a punto de llegar a su fin.

Uno de los zombies restantes saltó sobre Blair, golpeándola en la cabeza. Todo comenzó a dar vueltas a su alrededor y perdió un poco el equilibrio. Unos brazos amigos la sujetaron y consiguieron que no cayera al suelo, al ver que se trataba de un sonriente Bruce, también le devolvió la sonrisa.

-Eh, cuidado, que te vas a caer en lo más llano.- Bromeó, comprobando que no estaba herida. No nos podrás ayudar si te caes y te tuerces un tobillo, aunque bueno, pensándolo bien...me seguirías pareciendo estupenda siendo una tullida.

-Si me quedo tullida, tendrás que llevarme tú en brazos y te aseguro que no te parecerá tan gracioso.

-¿Segura? Yo creo que sería un regalo muy bonito por tu parte dejarme llevarte en brazos. ¿O eso queda muy Disney, no?- La risa de los dos se extendió por todos los recovecos del solar, haciendo que la niebla maligna se disipase por unos momentos. La risa también podría ser un arma muy poderosa si se usaba con certeza, renovaba los ánimos y podía dañar también más que cualquier otra. La risa era un arma internacional.

-¡Alto el fuego! -Gritó Daniel, haciendo gestos con las manos. Todos se miraron entre ellos, sudorosos, jadeantes, sucios y agotados. Daniel hizo un recuento mental de todos sus compañeros, habían caído dos de ellos, Fukushi y Ruppert, pero los demás parecían intactos y lo que era mejor, parecían vivos, aquello era algo que poder agradecer.- ¿Estáis todos bien, alguien ha resultado herido?

-Por poco, joder.- suspiró John,acariciando la cabeza rubia de Luna, que descansaba sobre su hombro.- Hemos estado jodidos de cojones. ¿Lo sabes, no?

-Lo sé, John, lo sé.- Se apoyó contra la muerta metálica del helicóptero, dejando que el frío le envolviese el cuerpo, acallando el fuego que crepitaba en su interior.- Pero hemos resistido como hemos podido. ¿Qué querías que más hiciera?

-No iba a malas, tío.- Sonrió, recuperando el aire que entraba de nuevo a raudales por sus pulmones agotados.- Has vuelto a salvar a este grupo, estamos vivos. Es lo que importa.

-No..no estamos todos vivos.- Desvió la mirada, al cruzarse con el perturbador rostro pálido de Rachel.-

-Pero te has esforzado mucho.- Añadió Elliot, acercándose un poco, con timidez.- Todos hemos luchado y nos hemos protegido los unos a los otros. Tenemos una nueva oportunidad, podemos continuar aún.

-Supongo que todos tenéis razón...-Sonrió Daniel, apoyando la cabeza en el vehículo, dirigiendo su mirada hacia el cielo, que lo recibió con una calidez embriagadora y dulce, que le supo a pura gloria.- Ya que hemos llegado hasta aquí, no podemos rendirnos.

-Así se habla, colega.- Bruce le puso la mano en el hombro, apretándola de manera apremiante. Daniel inhaló con la nariz, pero esta vez no dijo nada. Se estaba empapando de la calma que había traído consigo la tormenta, dejando que sus cansados músculos descansasen. Arrastró los pies, bajando la mirada de nuevo a los suyos, que parecían estar esperando nuevas órdenes, esperando a que el líder los llevase de nuevo por el camino de la vida y la libertad. Iba a decir que harían a continuación, pero el ruido de un motor lo detuvo en el acto. Era un coche, estaba más que seguro de ello, sabía reconocerlo.

-¿Qué cojones? ¿Eso es un coche? -Preguntó Mya, sacando de nuevo su arma, en alerta.

-Quizá puedan ayudarnos.- Terció Blair, asustada y esperanzada al mismo tiempo. En aquel mundo ya sólo quedaban dos tipos de personas, las amables como Rachel y Fukushi, y los enfermos mentales como Albert y Alison, ya debían tener mucho cuidado con lo que se encontraban y las consecuencias que eso podría traer al grupo.

-Quizá, pero hasta que no sepamos de que van, no quiero que os mováis, no os despeguéis de aquí.- No hizo falta que lo repitiera más veces, porque todos se colocaron a su lado, sin rechistar.

El coche no pasó de largo, se detuvo justo en la entrada del solar, con determinación. Era un flamante Renault, con unas gruesas ruedas que barrían todos los restos y escombros que encontraban por el camino. Del asiento del piloto se bajó un hombre, muy grande, no estaba fofo, pero tampoco delgado. Una espesa barba castaña con pinceladas de gris cubría su cara con rasgos endurecidos. Vestía unas botas camperas manchadas de barro y algo gastadas, una camisa de franela y unos vaqueros ajustados.

-Pero qué...-Fue lo primero que dijo, incrédulo.- ¿Daniel? ¿Dani? ¿Eres tú?

-Tío, ¿por qué te conoce ese vaquero de poca monta?- Lo acusó Bruce, abriendo mucho los ojos, ante aquella situación que se le escapaba por completo.



-Sí, si que me conoce....por que es mi hermano.  

El último bocado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora