-¿Por qué no ataca a los zombies desde ahí arriba? Joder, es un puto helicóptero de guerra, seguro que tiene munición para eso y para más.- Se quejó Bruce, alzando los brazos, indignado.- ¡Y seguro que nos ha visto, ha volado muy bajo! ¡Si casi nos lleva por delante! -Dio varios pasos, adelantándose, animando al resto a que lo siguiera. Aún se podía oír el motor de la bestia aérea, arramblando con todo.
-Joder, espera...-Daniel se puso la mano sobre la frente, mientras achinaba los ojos, centrándose en lo que ocurría a varios metros. El helicóptero estaba descendiendo. Lo pudo comprobar con sus propios ojos cuando las aspas comenzaron a enredarse en los retorcidos cuerpos de los zombies, haciéndolos trizas sin compasión alguna. Restos de sangre y de vísceras putrefactas volaban por los aires, regando la vegetación.- ¡Se ha parado!
Cuando exterminó a los caminantes que estaban llegando a lo alto de la colina, hubo una tregua en aquella batalla de muertos y el helicóptero se detuvo por completo. El piloto no se molestó en abrir la puerta de su vehículo, pero si que llenó los cargadores de su M-16, por si tenía que volver a usar su arma.
-Ten cuidado.- Dijo una voz pastosa a sus espaldas.- Pueden ser infectados. ¿Te acuerdas de lo que le pasó a Hawkins y a Fassbender?
Henry asintió con la cabeza. Los soldados Hawkins y Fassbender siempre eran de los soldados que cuestionaban cualquier orden que se les mandaba, el coronel siempre los tenía bajo su punto de mira. Cuando el capitán Infantes los pilló jugando a domesticar zombies, fueron despachados rápidamente de sus deberes como soldados y los encerró con los zombies en una de las celdas. Todos los coroneles estuvieron de acuerdo con la propuesta y dejaron que los zombies los devoraran a los dos pedazo a pedazo. Y después dejaron sus cuerpos al sol, exhibiéndolos al resto de camaradas. Henry sabía que nunca iba a superar lo que vio aquella noche, ni él ni su compañero.
-¿Qué piensas, que voy a acercarme a ellos? -Sonrió, alzando las cejas.- Llevamos años combatiendo juntos en Rock Island Arsenal y todavía no me conoces. Que soy el soldado más frío de todo Illinois, joder.- Se giró un poco, para mirar a su compañero a los ojos, por lo que a Ruppert respectaba, era mejor no contradecirlo nunca. Por eso aún seguían siendo compañeros y por eso aún no le faltaba ninguna de sus pelotas. Todavía recordaba como uno de los compañeros cabreó a Henry y este le voló los cojones, en mitad del pabellón. Es cierto que después tuvo su terrible castigo, pero consiguió volver al cuerpo. Y el seguía siendo su perro faldero. No le gustaba, pero se conformaba.
Ruppert se había enamorado de Henry desde el momento en que lo conoció, de hecho, aún seguía sintiendo esos sentimientos, pero totalmente en secreto. Nunca le había correspondido, ni nunca lo haría. El último hombre que osó tocarle el culo a Henry, amaneció con la mano cortada.
Satisfecho al comprobar que aún le quedaba munición para fusilar a un pelotón entero, Henry supervisó el perímetro, mirando como el grupo de personas se acercaba al helicóptero. No eran muchos, pero si trabajaban bien en equipo, podrían tener severos problemas con ellos. Los sonidos agonizantes de los caminantes a los que había triturado con su juguetito aún seguían extinguiéndose, aunque todavía quedaban algunos que se arrastraban torpemente, heridos de muerte y moribundos. Ruppert disparó a un par de zombies que alzaban las manos para entrar en la cabina, rezagados.
-Cambio de planes.- Comentó Henry, con una sonrisa que podría haberle dado la vuelta a la cara si no hubiese tenido las dos orejas para detenerla.
-¿Cómo dices? -La voz de Ruppert sonó incrédula, más de lo que le habría gustado. Odiaba cuando su voz sonaba tan desconcertante, que ni el mismo podía reconocerla.
-Lo que has oído, joder. Están viniendo para acá. Llevan armas y por sus uniformes, tienen que ser agentes, son la pasma, joder.
-¿Y? Quizá sean personas que huyen, ni si quiera sabes las intenciones que llevan.
-¿Es qué hay que saberlo? Ellos podrían atacarnos si nos confiamos, por eso es mejor actuar antes. Mejor carne muerta, que carne traidora.
-Henry....eres tú quien lleva los mandos del Apache, es decir...-Tragó saliva, siempre que los afilados ojos de Henry se encontraban con los suyos, las palabras se negaban a salir, como si un grueso nudo se le hubiese formado en la garganta. Tuvo que aclararse la voz un par de veces para terminar la frase que ya había empezado.- Llevas el control, tú mandas.
-Eso ya está mejor, coño. Por un momento me he pensado que me ibas a contradecir y ya sabes lo nervioso que me pongo cuando eso pasa. ¿Lo sabes, verdad? Eres un tío listo, no creo que tenga que recordártelo cada dos por tres. Con una es más que suficiente.
-Jamás te he contradicho....-Jugaba con sus dedos, con nerviosismo. Rezaba por que el grupo de gente se fuese sin más, que pasasen de largo. Pero no sería así, estaba claro. Un Apache estadounidense acababa de sobrevolarles la cabeza, ¿quién ignoraría algo así?
-Buen chico, buen chico....
Daniel encañonó a los hombres con su arma, alerta. Reconoció perfectamente el modelo del helicóptero y de donde provenía. Era un Apache estadounidense, con cañón automático porta misiles antitanque y contenedores de 19 cohetes. Probablemente de alguna base militar de Arizona o Illinois. Nunca había visto uno desde tan cerca, pero el caso es que era enorme y la impresión que le causó, no podría explicarse con palabras. Se dirigió hacia ellos, caminando de manera pausada y calmada, no quería que pensasen que eran muertos o que tenían una actitud ofensiva. Dio un rodeo para esquivar un amasijo de cadáveres destrozados que yacían en mitad del suelo, dos de ellos ni si quiera tenían brazos. Aún así, al verlo pasar, los caminantes gimieron de sorpresa y se removieron, empujándose los unos a los otros de una manera un tanto patética. Una larga ráfaga de M-16 destrozó lo que les quedaba de vida a los cadáveres retorcidos.
-Muy bien.- Henry abrió la puerta lateral y se asomó, mirando lascivamente a Daniel.- ¿Por qué vienes hacia nosotros, es que quieres morir? ¿Qué coño queréis? Seguid vuestro puto camino, que por aquí no se os ha perdido nada.
-Estábamos siguiendo nuestro camino, cuando casi nos aplastáis.- Terció Daniel, con voz firme y serena.- No buscamos problemas, pero es la primera vez que nos encontramos a alguien de otra ciudad. ¿Arizona? ¿Illinois?
-Veo que entiendes de cacharros, tío. Concretamente Illinois, no te has alejado mucho. Eh, eh, para. Pero no te acerques más. -Henry apuntó al hombre con el arma, amenazante.
-Vale, está bien.- Alzó las manos, tomando una actitud algo más sumisa.- ¿Cuál es vuestra situación? ¿Qué hacéis en Genesis?
-Hemos huido de nuestro puesto.- Soltó una carcajada, algo tensa.- Básicamente somos un par de desertores. Las cosas se pusieron muy chungas allí y pensamos que irnos a otro sitio sería mejor. Pero por lo que estoy viendo....las cosas están iguales de jodidas por todos sitios.
-¿Cuántos sois?
-Sólo dos.- Dijo Henry, señalando hacia atrás con el dedo pulgar.- Todos nuestros demás compañeros están muertos. Los monstruos irrumpieron en la base militar, apenas pudimos salvar nada, ni a nuestro general. Los zombies llenaron todos los pasillos y nos emboscaron. Hicieron pedazos a los soldados. ¡Cada vez que lo recuerdo se me pone a carne de gallina! A un compañero, Irving, le arrancaron la polla de un bocado. ¿A qué es asqueroso? Pobre zombie, no sabía lo que se estaba metiendo en la boca. Seguían atacando a pesar de que muchos de ellos ni si quiera tenían piernas con las que desplazarse, Thomas aún estaba vivo cuando se comieron sus intestinos y se disparó en la cabeza, para ahorrarse el sufrimiento. Como eran demasiados, no pudimos hacer nada por ellos. Vimos la oportunidad de salir por patas y eso hemos hecho. - Se dobló el pie al caer sobre la hierba e hizo una mueca de desagrado.
-No somos enemigos...-Susurró Daniel, antes de que el hombre se acercase más. A medida que se iba distinguiendo más su figura, pudo comprobar que se trataba de un verdadero armario empotrado. Era muy alto, rozaría los dos metros sin problemas. Tenía una amplia frente y grandes entradas, pero aún había pelo frondoso por los laterales de la cabeza. No llevaba barba, pero si un poblado bigote en forma de herradura. Y bajo la camiseta sucia, se marcaban a la perfección sus curtidos músculos.
-Ya, ya...- Sonrió Henry, para el aspecto que tenía, Daniel se sorprendió al comprobar que sus dientes estaban intactos, una hilera perfecta de perlas blancas y bien alineadas. Eran los dientes más perfectos que había visto desde que empezó el Apocalipsis.- Pero todos en los que confiaba están muertos. ¿Cómo podría fiarme de vosotros? Ya nos hemos encontrado con más supervivientes antes, y todos nos han tratado de matar. La gente es mala, tío. Cuando antes te des cuenta de ello, mejor será para ti. Yo es que alucino con la de cosas a las que llegamos cuando estamos desesperados....
-Nosotros no somos así...no te haces a la idea de las cosas que hemos pasado ya.- Usaba un tono de voz suave, tratando de no sobresaltar al contrario.- Podríamos colaborar, créeme. ¿Necesitáis algo?- Su corpulento adversario negó con la cabeza repetidas veces, con un gesto brusco.
-En el mejor de los casos...si decidís atacarnos de sorpresa, os dejaríamos morir en manos de los zombies.- Amenazó.- Antes de que nos vayamos de nuevo, estaríais rogando un puto tiro en la cabeza, para no tener que sufrir más. Y yo no lo haré, porque no soy un hombre compasivo y porque me gusta ver el sufrimiento reflejado en los ojos de los demás. Si tan buen líder eres, temerás por la vida de tu gente y no harás ninguna tontería. Los soldados somos nosotros, estamos por encima, así que marcamos las pautas. ¿Ha quedado claro?
Daniel avistó un cuervo solitario que los observaba desde uno de los árboles más altos. ¿No era la primera vez que veía un cuervo por la zona? No recordaba que hubiese tantos en aquella zona. Una fina pluma cayó flotando por el aire hasta llegar a posarse con elegancia sobre la hierba, a pocos centímetros de sus pies. La pluma tenía un color verdoso y se dio cuenta de que tenía algunas ampollas de pus. El cuervo también estaba infectado. ¿Tendrían los mismos instintos los animales zombies? ¿Serían como los humanos? ¿Sentían la misma necesidad de matar? Si era así, tendría que vigilarlo de cerca, no quería ser picoteado por un animal tan pequeño.
-¿Has visto que maravilla de la naturaleza? -Comentó Henry, señalando al pájaro, con uno de sus renegridos dedos. ¿Desde cuando no se bañaría aquel hombre? Daba la sensación de estar muy sucio y mugriento.- Hasta los molestos pajarracos caen, como me gusta esta mierda.
-Creo que ya sé que tipo de persona eres...-Daniel retrocedió unos pasos, sin quitarle los ojos de encima.- Disfrutas con todo este caos, disfrutas con la maldad y crees que puedes hacer lo que te de la gana, tienes aires de grandeza, crees que eres mejor que todos y que si has sobrevivido, ha sido por algo.
-Para no conocernos, me has descrito bastante bien. ¿Eres vidente o algo, viejo? Te ha faltado algo. Me caen bien los zombies, es decir...¡me parecen la polla! Indestructibles, capaces de andar kilómetros, no se cansan, es mi puta fantasía hecha realidad.- Daniel se imaginó a Henry siendo el típico chalado al que le gustan los videojuegos de zombies, el mismo chalado que soñaba con que algún día los muertos llegaran a las calles.- ¿Eres un hombre de pocas palabras, no? Joder, tío, un poco más de vidilla.
Daniel se quedó quieto, mirando al hombre con cierta prudencia. Había hecho que su gente se quedase atrás, porque no se fiaba nada de aquella gente, no sabía que intenciones tenía el adorador de zombies. Les lanzó a todos una callada mirada de advertencia, con las cejas enarcadas.
-Lo siento, pero no pienso hablar más con alguien que no deja de lanzar amenazas.- Daniel llevó su mano hacia el cinturón, palpando con los dedos el frío acero de su arma. Se sentía mucho más seguro sabiendo que no estaba solo.- ¿Por qué no le dices a tu compañero que salga también? No me quedo tranquilo. Así no se puede hablar.
-Vaya, que exquisito.- Soltó una risita, que hizo que el cuervo levantara un poco sus alas, espantado. La risa se prolongó por el aire, como un graznido llevado por el viento.- ¡Ruppert, ven aquí, anda! Que el paleto de ciudad no se fía de nosotros. ¿Te lo puedes creer?
El muchacho que estaba dentro del helicóptero tardó varios segundos en reaccionar, pero acabó por obedecer. Por sus torpes y precipitados movimientos, Daniel se dio cuenta de que le temía. Le tenía tanto miedo que cuando alzaba la voz, su cuerpo se movía sin vida propia. Un simple peón más. Los había estado observando todo este tiempo, saltaba a la vista quien era el cabecilla de los dos, hablar con el líder podría resultar tedioso, incluso podría pasarles factura si decidía ponerse violento. Pero...quizá con el asustadizo hombre tuviese más suerte. Cuando estuvo a la misma altura que su jefe, pudo ver el largo pelo castaño que le llegaba hasta el pecho, grasiento y erizado, como si no lo hubiese peinado en meses. Era mucho más joven que el otro hombre y su cara era más delgada y fina, sin vello aparente. Aparentaba miedo, mientras que el otro hombre, crepitaba de rabia y satisfacción.
-Pensad en ello...-Dijo Henry, cuando Ruppert ya se había colocado a su lado.- ¿Y si hoy es el último día en la Tierra de todos nosotros?- Daniel prefirió mantenerse callado, no sabía si la pregunta iba dirigida a él, o estaba desvariando. Como vio que nadie más decía nada, continuó.- ¿No? ¿No te lo imaginas? Entonces ponte en el lugar de alguna persona a la que ames. ¿Y si hoy es su último día, que harías?
Daniel se imaginó a si mismo tratando de inmovilizar a los dos hombres, para escapar de ellos o mejor, robarles el helicóptero. Pero no serviría de nada, había muertos todavía rondando por la zona y podrían acabar muertos en menos de lo que se pestañea. Y aunque consiguiesen escapar, serían capturados o avasallados con las torretas del helicóptero, tenían todas las de perder. Correrían la misma suerte que todos aquellos soldados caídos a los que había nombrado, y que los caminantes de la zona. De todas formas, aunque consiguiesen dominar la situación....¿qué harían? Ninguno de ellos sabía manejar una bestia como aquella. Resignado, decidió seguirle el rollo un poco más al charlatán, sopesando todas las opciones viables. Estarían atrapados si no actuaba con picardía.
-¿No me vas a dejar ver a tu gente? -Preguntó, con una gran sonrisa.
-No, de momento están bien, ahí ocultos. Como líder que soy, no los expongo a peligros innecesarios.
-¿Crees que somos peligrosos? -Abrió las manos, con un exagerado movimiento, fingiendo estar dolido.- ¡Por dios! Si seguro que en tu grupo hay un montón de tías buenas. Anda, deja que las vea, seguro que se divierten más que con nosotros. ¡Chicas, aquí está vuestro papaito! -Gritó, bailoteando.
-Eh, cálmate. Esa actitud no me gusta ni un pelo. La gente de mi grupo no son juguetes, y menos dejaré que te acerques a ellos.- Esta vez si que sonó más autoritario, el líder que llevaba dentro estaba volviendo a relucir.- Los tratos tendrás que hacerlos conmigo.- Condujo su mirada al cuervo, instintivamente. Al no verlo en la misma rama se preocupó. Ahora sobrevolaba sobre ellos, pronunciando pequeños círculos. ¿Los estaba rondando? Cuando volvió a mirar a los hombres, Henry lo apuntaba con su arma.
-Ups, que despistado soy. Me ha dado un espasmo en la mano y he sacado el arma sin querer. La falta de comida me hace hacer gilipolleces, como estoy.- Pero Daniel sabía que no había sido ninguna estupidez, aquel hombre quería tomar el control de la situación lo antes posible y parecía estar dispuesto a todo.
Henry se acercaba a Daniel, tratando de parecer despreocupado, arrastrando los pies, retrasando cada paso un poco más. Cuando estuvieron el uno en frente del otro, Henry alzó la mano, a mediana altura, ofreciéndosela.
-Vamos, coño, dame la mano. ¡Cómo hacen los hombres de verdad! -Agitó la mano, dándole más énfasis. No dijo nada más, verdaderamente estaba esperando a que Daniel agarrase su mano.
En el momento en el que Daniel alzó la mano para unirla a la del contrario, el cuervo bajó en picado, dispuesto a arrancarles los dedos a los dos. No llegó a conseguirlo, porque Ruppert disparó contra el cuervo, no matándolo, pero si le hizo el daño suficiente para alejarlo varios metros.
-¡Hostia, que nos comen! -Chilló Henry, abriendo mucho la boca, dibujando un círculo casi perfecto.- ¡El puto pájaro, chaval! ¡Qué quería tragarse mis dedos! Ahora te vas a cagar. -Alzó su arma, disparando al aire, totalmente enloquecido. Fue ahí cuando Daniel se dio cuenta de que no estaba bien de la cabeza. El soldado, ajetreado, apuntó con el M-16 y apretó el gatillo varias veces. Las balas golpearon árboles, arbustos y al aire, pero ninguno de sus disparos impactó el animal, que volaba con agilidad, a pesar de estar ya herido. Daniel y Ruppert no tuvieron más remedio que recostarse sobre el suelo, tapándose los oídos, Henry agitaba violentamente el arma, al igual que los brazos, de manera totalmente aleatoria. Después de gastar todo un cartucho descontroladamente al cielo, se quedó quieto, como si hubiese vuelto en sí.
-¿Dónde se ha ido el pájaro? -Se aclaró la garganta, bajando el brazo.- En fin, ¿por dónde estábamos, caballeros?
-¿Qué coño has hecho? -Daniel apretó los dientes, mirando repetidas veces a su alrededor, esperando interminables hordas de zombies atraídos por el sonido alentador. Una de las balas había impactado en uno de los cadáveres que ya estaba en el suelo, destrozando su mandíbula hasta casi desintegrarla. Ruppert se puso en pie de un salto, con el rostro encogido, como si fuese a gritar de un momento a otro. Tenía el uniforme militar embarrado, mezclado con diminutas virutas verdes, por haberse frotado con el suelo.
-No seas aguafiestas, por favor te lo pido.- Se excusó Henry, mirando a su compañero, para asegurarse de que estaba bien.- Que no va a pasar nada.
-Como se nota que no tienes ni puta idea de como funcionan esos bichos. ¿Es que acaso no sabes que tienen el oído muy desarrollado y que son capaces de oír, estando a varios metros de distancia? ¿Qué pasará ahora que has armado todo este jaleo, habiendo alertado a cualquier grupo de caminantes de la zona?- Salpicó un poco de saliva, pero Henry ni se había inmutado. Parecía en su mundo.
-Pues nos vamos, ya ves tú que problema.- Se encogió de hombros, como si no le importase en absoluto lo que acababa de pasar. Tenía el razonamiento de un niño de diez años aproximadamente.
-¿Qué? Oh, ni hablar.- Daniel agarró al hombre de los brazos, retorciéndoselos detrás de la espalda, para que no pudiese atacar de nuevo.- Ya está bien de actuar de manera alocada. Nos has metido a todos en un lío de los gordos.
-¡Oye, qué haces! ¡Qué no me toques! -Se zarandeó, metiendo las piernas entre las de Daniel, arqueando su cuerpo hacia delante.- ¡Nos vamos a ir de aquí cagando leches! Y vosotros os vais a joder aquí, os van a comer.
-Eso no te lo crees ni tú.- Daniel inmovilizó al hombre, ante la mirada asustadiza de Ruppert.
-¡Has algo, medio mierda! -Exclamó Henry, agitado.- Que nos van a robar lo que es nuestro. -Movía sus piernas con fuerza, arrancando la hierba bajo sus pies. Daniel se desató el cinturón con destreza y le apresó las manos, dejándolas bien pegadas a su espalda, evitando así cualquier tipo de movilidad.
-¿Quieres que haga lo mismo contigo? -Daniel dirigió su mirada a Ruppert, que comenzó a temblar un poco. Tenía la mirada perdida y vidriosa.- ¿Quieres o no? Apenas tenemos tiempo.
-N-no...puedes ahorrártelo.- Tragó saliva, alejándose un poco de los hombres. Estaba asustado, sabía que los muertos acabarían por venir, justo como acababa de decir el hombre. Tenía tanto miedo que los dientes le castañeaban.
-Vale, eso está mejor. No pareces tan imbécil como este tipo de aquí. ¿Cómo te llamas?
-Y-yo soy Ruppert, s-señor...y este es Henry.
-¡Pero no le digas nuestros nombres, memo! -Exclamó, sus ojos lanzaban chispas.- ¡Desátame ahora mismo! ¿Y cómo qué señor? ¡Tú señor soy yo! ¡Nadie más!
-Ruppert, yo soy Daniel. Y ahora necesito que te concentres, ¿de acuerdo? ¿Lleváis mucha munición en el helicóptero? ¿Hay espacio suficiente para que pueda viajar gente en él?
-B-bueno....es bastante amplio.- Se puso las manos sobre la boca, no quería que lo viesen llorar y mucho menos estando su jefe delante. ¿Qué pensaría? Ya lo tenía por un blandengue, no quería aumentar esa reputación? Pudo ver la rabia que proyectaban los ojos de Henry, así que se contuvo, empleando todos sus esfuerzos. Hubo un tiempo en el que ambos habían sido héroes orgullosos, hábiles y buenos compañeros.
-¡No os vais a subir en mi niña! -Exclamó Henry, cayendo al suelo de rodillas, revoltoso.- ¡Como pongas un pie sobre ella, te corto los huevos! ¡Estás avisado!
-¿Sabes, Henry? Creo que estamos en el mismo barco temporalmente.- Sonrió por primera vez, ahora que había agarrado con fuerza las riendas de la situación, no pensaba soltarlas.- Tú me debes algo a mi y yo a ti.
-¿Qué dices? Anda y que te follen.- Bajó la cabeza, sintiendo como las gotas de sudor se resbalaban por la frente, bajando por sus mejillas, hasta desembocar en el cuello de su camiseta ajustada.
-Escucha, tengo algo que proponerte. Un intercambio de bienes. ¿Sabes lo que es eso, te suena? Nosotros tenemos provisiones, bastantes armas y conocimientos que casi nadie conoce. Tenemos a un chico muy especial entre nosotros, alguien que puede sernos de mucha ayuda. Y ha dado la casualidad de que nos habéis caído del cielo, prácticamente. Tienes ese helicóptero que podría sacarnos de la ciudad sin problemas y lo vas a compartir con nosotros.
-¡Cómeme los huevos! -Gritó, furioso.
-No suelo hacer eso sin una cena antes.- Sonrió, dirigiéndose a Ruppert.- Enséñame el vehículo, por favor. Prometo que si colaboráis, todo irá bien. Podríamos salir de aquí todos juntos. Es eso, o dejaros aquí a la merced de los muertos, vosotros mismos.
-¡Nos necesitas! Seguro que no sabes manejar un cacharro de ese calibre. Así que no te hagas el listo, no vas a meter a toda tu gente ahí dentro, para perder el control de la nave y que todos mueran.
-Querido amigo, no sabes la de locuras que comete uno por amor a los suyos y por sobrevivir. Sobre todo por esto último, he hecho cosas que ni se te antojarían posibles. Así que vamos a hacer las cosas como adultos que somos. No quiero que nadie sufra daños, en cuanto nos lleves a otro sitio, os dejaremos ir y no volverás a saber nada más de nosotros. Pero hasta que mi gente no esté a salvo, las cosas las haremos a mi manera. Si no te gustan, dímelo.
Henry miró indeciso a su compañero, mordiéndose el labio inferior. Sabía que tenían todas las de perder, porque se habían encontrado a un hombre más desesperado que ellos mismos si cabía y la gente desesperada, hacía grandes cosas por llevar todo al límite. Cuando vio que los primeros zombies comenzaban a asomarse por las verdes colinas, masculló por lo bajo. Si que se había precipitado al armar todo aquel estropicio.
-H-henry...- Susurró Ruppert, con un hilo de voz.- N-nuestra misión era proteger a los ciudadanos de todo esto, cuidar de ellos y evitar que más gente muera, lo tuvimos que jurar. ¿Es que ya no recuerdas haber pronunciado el juramento conmigo? Hasta que se logre mantener la situación o dar una solución....
-¡A callar, joder! Que no vamos a ir salvando a todos los paletos que nos encontremos. El juramento lo hicimos cuando las cosas aún marchaban con normalidad, yo prometí proteger a la gente de las guerras y los problemas comunes, no prometí luchar contra muertos vivientes, ni hacerme cargo de ellos después.
-P-pero....siguen siendo personas, Henry. Mira a este hombre y dime que no ves a un hombre en apuros, un hombre que quiere luchar por la gente a la que quiere. Es como nosotros, cuando aún teníamos cosas que perder.
-¿Me vas a empezar a dar la chapa tu también, Ruppert? Mira, haced lo que os de la real gana, pero yo no pienso llevar a esta gente a ningún lado, ni pienso ir ahí metido como si fuese un sucio rehén. Valgo más que eso.
-No tendrías que estar así.- Dijo Daniel, lanzándole una mirada inquisidora.- Tú solito te lo has buscado.
Todos los planes de reconquista que Henry tenía en la cabeza, estaban desapareciendo, arrastradas por una marea invisible. No tardó mucho en hacerse a la idea de que estaban en las manos de aquella gente. El ejército ya no existía, la policía tampoco, ya no había normas ni leyes. No había personas con poderes supremos, no había reyes, no había cárceles, no había nada. Sólo ellos mismos. Incluso pensó que lo más probable era que estuviesen todos locos. Pero tenías que estarlo para poder sobrevivir.
La mayor parte de Illinois había quedado devastada, pudieron comprobarlo cuando se alzaron en el aire, los aeropuertos estaban cerrados, los edificios destrozados y millones de cadáveres tirados por las calles. Sólo quedaban muertos y vacío, mucho vacío. Pero aún se aferraba a la idea de que debía de haber ciudades intactas, ciudades que hubiesen logrado sobrevivir al ataque repentino. Una ciudad que funcionase con normalidad, que cuando las personas muriesen, se las enterraba y nada más, sin esperar a que se levantasen después. Apretó los puños sin darse cuenta, levantando la cabeza hacia Daniel.
-Podéis venir con nosotros con una única condición.
-¿Sí? -Daniel alzó las cejas, esperando escuchar cualquier tipo de locura.
-Nosotros dos no somos vuestros rehenes. Vosotros sois los nuestros. El helicóptero es nuestro, así que estaréis bajo nuestro mandato.
-No estoy dispuesto a que te lleves a mi gente como si fuesen esclavos.- Se cruzó de brazos.- Todos somos iguales. O eso, o nada. Estamos dentro del mismo barco y se está hundiendo. Y sé perfectamente que te has dado cuenta. No vamos a hacer ninguna estupidez, no sé quienes te crees que somos. No va a haber ningún tipo de revelación, cuando estemos en un sitio seguro no nos veréis más el pelo. No somos ovejas, ni un rebaño al que manejar a tu antojo. Quedando eso claro, creo que no tengo nada más que decir. Sé que no os gusta esta alternativa, pero menos nos gusta a nosotros.
Henry no tenía miedo a demasiadas cosas, pero sí que tenía miedo a la muerte. Miedo a morir devorado por una de esas horribles criaturas, sentir como su piel se desgarra, siendo arrancada por unos dientes putrefactos y amarillentos. Quería salir vivo de aquello a toda costa, así que asintió con la cabeza y cerró el trato. Cuando Daniel vio que tenía la situación controlada, dio un silbido, haciéndole saber a su gente que ya podían salir de su escondite.
-¡Un zombie, hay un zombie entre ellos! -Ruppert perdió los estribos, mirando con los ojos muy abiertos a Chris, que alzaba las manos, con suavidad. No le dio tiempo a explicarse, porque el soldado había vaciado un cargador entero contra su pecho, dejándole agujeros que ya se quedarían ahí para siempre.
-¡No, joder! ¡Para, para! -Chilló Daniel, dándole un empujón al soldado, apartándolo de su amigo.- ¡Os lo explicaré, pero deja de disparar! Que aunque sea mitad zombie, sufre y padece.- Luna y John se acercaron a Chris, que tosía un poco. No podía morir, pero si que podía sentir las heridas.
-¿Por qué tenéis a ese monstruo con vosotros? -Ruppert no separaba su mirada del joven, aún con el arma entre sus temblorosas manos.
-No es un monstruo, es parte de nuestro grupo. Es nuestro amigo. Y como creo que vamos a estar mucho tiempo juntos dentro de ese helicóptero, tendré tiempo de contaros las cosas que crea oportunas.
-¿Pero...no ataca?
-Joder, ni que fuera un perro....-Siseó Chris, tocándose el costado, lleno de agujeros y sangre negra.- Pues menos mal que no me has dado en la cabeza, si no me habrías matado. La próxima vez que alguien me pegue un tiro, no respondo de mis actos.
-Tranquilo, compañero, no dejaré que nadie más te haga daño.- Le dijo Elliot, ayudándolo a incorporarse.
-Eso espero, porque se me están quedando unas cicatrices horribles.- Le revolvió el pelo al chico y sonrió también.
Cuando Ruppert se hubo calmado y Henry dejó de decir palabrotas a todos, le echaron un vistazo a la bestia mecanizada que tenían delante. Era impresionante que un aparato tan grande y tan pesado pudiese sobrevolar los cielos como si de una pluma se tratase. Por dentro no era tan grande como había descrito el soldado, pero pudieron entrar todos.
-Ya podemos irnos.- Anunció Daniel, sin apartarse de Henry, que todavía no parecía muy dispuesto a colaborar de buenas maneras.
-Tsk...-Masculló, encendiendo el motor del helicóptero.
-¿Cómo dices?
-No, nada. Que hace un buen día para volar y eso.- Se mordió la lengua, apretando fuertemente la mandíbula.
Cuando las hélices comenzaron a girar sobre sí mismas, el sonido del motor se hizo más atronador, sobre todo para los que iban en la parte trasera. Antes de volver al cielo, Ruppert sacó uno de los mapas que llevaba en la guantera y lo extendió, para que el piloto y Daniel pudiesen verlo con claridad.
-Illinois se quedó bastante hecha mierda la última vez que la vimos, no creo que ir allí sea una buena idea.- Argumentó Henry, aún de morros.
-Podríamos sobrevolar la zona, para poder comprobar desde arriba como está la situación en las ciudades contiguas. ¿Queda mucho combustible?
-El suficiente para llegar y soltaros a todos por ahí. Por eso no hay que preocuparse.
-También podríamos sobrevolar Iowa y Misuri.- Añadió Daniel, posando uno de sus dedos sobre las ciudades del mapa. Quizá por aquella zona, las cosas vayan mejor. Aunque no creo, son ciudades contiguas, si el terror está tan propagado por aquí, seguro que por allí es más de lo mismo.
-Vale, estamos aquí...-Henry posicionó también su dedo, calculando las posibilidades que tenían. Podríamos hacer un reconocimiento, como acaba de decir. O quizá echar un vistazo por las fronteras y ver si cumplen los requisitos.
Cuando quedó claro el destino, Henry notó como una energía poderosa brotaba de sus adentros. No controlaba sus manos, no podía moverse. Le entró el pánico, sólo podía mover los ojos dentro de sus cuencas y respirar. Los demás acciones vitales estaban bajo el mando de otra persona, como si no fuese dueño de su propio cuerpo.
"No te asustes, ni digas nada que los alarme." Escuchó dentro de su cabeza.
"¿Qué cojones?....Vale, ya me he quedado loco del todo, ahora escucho voces."
"No digas gilipolleces. Yo no soy una voz. Soy Albert y he tomado prestado tu cuerpo por unos instantes. No te he pedido perdido, porque he podido aprovechar el revuelo que montaste antes."
"El cuervo...."
"Exacto, el cuervo era yo. Puedo viajar de un cuerpo a otro, zombificándolo a mi manera. Eres perfecto para la misión que te voy a encomendar."
"¿Misión? ¿De qué misión hablas?"
"Sé que te habría encantado matar a toda esta gente. ¿No es cierto? Pues bien, podrás. Usaré tu cuerpo para llevar a cabo mi cometido y exterminar a estas ratas de una vez por todas."
"Sigue hablando, me gusta"
"No seas impaciente, todavía no puedo darte más detalles. Tú sólo actúa normal y no digas nada de esto. Yo estaré dentro de tu cabeza todo el rato". Alargó la última sílaba, transformándolo en un suave tarareo.
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El último bocado.
KorkuTodos piensan que un Apocalipsis zombie puede resultar algo lejano, algo surrealista. Y comparto vuestra opinión, porque estamos muy acostumbrados a verlos en Tv o videojuegos. Pero y bien...¿Y si de verdad ocurre una tragedia como esta? ¿Qué hacemo...