Escamas: parte 5

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Esta vez no me desperté a el ruido de el maestre Dale haciendo el desayuno, si no al traqueteo de carretas y al bullicio de la gente. Me levante a investigar, obviamente. El espíritu aventurero me corroía por dentro como el fuegodragón a la madera.

El panorama no era muy distinto al que me esperaba. Las personas correteaban de un lado a otro como pollos sin cabeza, llevando bolsas y cargando carretas. Un hombre corpulento me apartó del camino. corría torpemente, como a trompicones. Giró la cabeza sin dejar de correr y me dijo: -¡Ve con mas cuidado, niño! ¡Prepara tus enseres, que salimos en un rato!- Eso aclaraba muchas cosas, pensé para mi mismo. Decidí volver a entrar y seguir su consejo. 

De todas maneras, no tenía demasiadas cosas que empaquetar. Tardé un buen rato. Tiendo a ser una persona desordenada, con lo cual las cosas como esta me cuestan mucho. No pasó un rato hasta que el maestre Dale alcanzó la puerta de la tienda. Para cuando se tambaleó a través de la puerta yo ya habia metido todas mis cosas en una bolsa hecha con el estomago de una oveja. 

-Scott, rápido- Dijo Dale con voz pausada, pero temblorosa- Recoge tus cosas y... ¡Ah! ¡Veo que estás al corriente de lo que pasa!. Pues bueno, sube a la carreta que hay en la puerta, y espérame ahí- Sin pensarlo dos veces, agarre mis cosas y salí por la puerta con decisión.

La carreta en la puerta era muy lujosa. Por primera vez me sentí como el verdadero hijo de un rey. El interior estaba recubierto de una fina capa de terciopelo rojo, con detalles en dorado. Clásico de los Lannisters, tan ególatras como siempre.

Debía de haber estado tan embobado mirando fijamente el caro interior de la carroza que no me di cuenta de sus ocupantes. Había 4 huecos, 2 de ellos estaban ocupados por unos hombres fornidos que recordaba de algo. Uno de ellos gruñó algo al oído del otro y el primero asintió.

-Es bueno verte de nuevo- El hombre era Albert Dogget, el luchador. Deducí que el  otro era Lyonel Banefort. -¿Te acuerdas de mi?- Asentí con suavidad. Me odio un poco a mi mismo por ser tan tímido. -¿Recuerdas que te dije que nos veriamos otra vez? pues me caiste bien y te he hecho esto- Me entrego una daga de lo que parecía acero valyrio, con un mango de bronce y una cabeza de dragón tallada en la empuñadura. -Vaya, muchísimas gracias- Dije tímidamente mientras sonreía. Le di un par de vueltas entre mis manos, era ligera, y su tacto era suave.

La mirada que Lyonel le echó por dármela hizo que me sintiera muy incómodo. Era una mirada juzgadora y penetrante. Sus ojos negros como la obsidiana no arreglaban mucho las cosas. Albert se estiró hacia mí y me dijo al oído: -Se quien eres en realidad, Scott. Esto te será necesario en tu viaje. Mucha gente odia a todo Targaryen, aunque un hijo no debe pagar por los pecados de su padre. Un escalofrío me recorrió el cuerpo. ¿era por eso por lo que Lyonel me miraba tan mal? ¿cuantos lo sabían?

Mis pensamientos fueron interrumpidos por el ruido de la puerta del carromato abriéndose y el maestre Dale entrando mientras daba unos toques a la puerta para alertar al conductor de que estabamos listos para salir. El viaje iba a ser muy largo y iba a tener tiempo para hablar con Albert y hacer mis propias teorías sobre Lyonel. Soy un poco paranoico en ese sentido


Pues eso es todo! Vuelvo a la acción!

El dragón y el bastardoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora