Los días y noches se hacían largos. Casi no dormíamos y, cuando lo hacíamos, era asolados por las más terribles pesadillas. Tampoco hablábamos entre nosotros demasiado. Lyonel se había despertado, pero seguía en estado de shock. Dale se mordía las uñas a conciencia y lo que antes fueron unas manos suaves y delicadas eran ahora unas masas sangrantes debido a su nueva adicción. Tuve tiempo de sobra para pensar en que me iba a pasar. Siempre me ponía en lo peor. Imaginaba situaciones que no habían pasado, y probablemente no pasarían. Esto me entretuvo unos días, pero acabé cansándome.
Tras una larga y tediosa espera, llegamos a lo que parecía nuestro destino. A través de las pequeñas rejillas entre la madera conseguí distinguir un castillo de muros bajos y anaranjados, con jardines preciosos, llenos de flores exóticas y reptiles extraños. El lugar bullía con actividad, las personas se movían como hormigas buscando comida entre las coloridas lonas que cubrían los puestos de artesanía. Nadie se fijó en nosotros demasiado. A fin de cuentas, estábamos enjaulados dentro de una caja de madera.
Paramos bajo un arco con un mosaico en el techo. Los hombres que llevaban la carreta se bajaron y se acercaron a la puerta. La abrieron silenciosamente. La luz de mas allá del arco nos deslumbró a todos. Nos ataron los unos a los otros. Parecíamos un convoy de burros, llevado por mercaderes. Uno de los dos, el más alto dijo con un acento que no llegué a reconocer:
-¡Señor! ¡Le traigo una ofrenda!-
Un hombre, bruno de piel, alto y esbelto salió a un balcón que no recordaba haber visto.
-El señor requiere tranquilidad, se esta echando una siesta. Bajará su hijo, Mikael Martell-
Un chico alto, mas o menos de mi edad bajo por unas escaleras y salió por una puerta. Era bastante alto, y sus ojos verdes como el perejil contrastaban con el negro obsidiana de su pelo. Además, sumado a todo eso, su piel tenía un cierto tono anaranjado, como alguien pálido que se ha quemado. Llevaba un atuendo negro como el carbón, aunque tenía detalles bordados en plata. En su cintura había un cinturón muy extraño, como fragmentado. cuando notó que le estaba observando el cinturón, se lo tapó con la camiseta, como avergonzado.
-Por favor, Jal, Suéltales, Esta no es manera de tratar a los invitados.- Dijo el muchacho mientras uno de los soldados nos desataba. -Lo siento si estos brutos os han tratado mal, en mi nombre y en el suyo os pido disculpas. Me presentaré; soy Mikael Martell, Principe de Dorne y heredero al trono. Supongo que estáis aquí por lo de mi hermana, ¿no es así?-
No supe que responder. No sé quien era su hermana ni que quería de mí. Tenía miedo y quería volver a casa.
-Si, nosotros estar aquí por eso- Dijo el pequeño de los guardias. -Tu decir que si nosotros encontrar pretendiente tu pagar. Pues bien, aquí Targaryen.- Así como el grande tenía tan solo un poco de acento, este parecía no saber hablar bien.
-¿¡Targaryen?! Lo dudo, Jal. No puedes traer cualquier chico con el pelo casi blanco y los ojos azules y decirme que es un Targaryen.
-¡No! ¡Ser verdad!- Me miró y me empujo ligeramente.- ¡Tu decir, niño!
-El hombre tiene razón- Murmuré. Mi cabeza no razonaba bien y eso me pareció lo más adecuado que decir si quería sobrevivir- Soy Scott Targaryen, hijo del rey Aegon Targaryen. Estos hombres nos capturaron cuando iba de camino a Desembarco del Rey-
¡Y la historia sigue! Por cierto, ¡Muchas gracias a todos los nuevos seguidores! ¡Pronto seremos una gran familia! ¡hasta la próxima! (pronto <3)
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El dragón y el bastardo
FantasyFanfic de juego de tronos. Poco más que decir. No es preciso en cuanto a historia original pero vaya, que se le va a hacer. Si os molesta mucho imaginaros que es un universo paralelo.