Hielo: Parte 1

43 7 1
                                    

El muchacho se tambaleaba mientras lo acompañaba al comedor.

-Pobre, debes de sentirte mal.- Le rodeé con mi brazo. -¿Has conocido ya a Elyza? ¡Espera! No respondas, estás muy débil.

Llegamos al comedor, que tenía unas ventanas gigantescas. Le vi taparse los ojos con la mano. No sé que le pasaba, pero no estaba muy bien. Silbé y una mujer vestida de blanco vino corriendo. 

-¡Señorita Karstark! ¿En que le puedo ayudar?

-¿¡Es que no lo ves!? El pobre se muere de hambre y de sed. Trae el mejor cordero, y vino. ¿O cerveza? No, vino.

La mujer hizo una reverencia y se fue silenciosamente. Senté al pobre chico en una silla y me senté junto a el. Se derrumbó sobre la mesa. Le acaricié la parte de atrás de la cabeza y empecé a tararear una nana. Noté sus músculos relajándose.

-No te duermas.- Dije medio riéndome.

La comida llegó a la vez que mi prometido. Quité mi mano del cuello del chico. Mikael era muy celoso. La mujer de la comida dejó las bandejas. El olor a comida hizo a Scott levantarse. Comenzó a comer pata de cordero con dos manos, como un perro. Mikael se sentó junto a mí en silencio.

-Primero mi hermana y luego tú. ¿Que tiene este chico?- Negó con la cabeza. -Se lo dije a mi hermana y te lo diré a ti. Como este bastardo te toque...

-Silencio.- Le besé en el cuello -¿Que tiene el hombre más guapo de Lanza del Sol que temer?

-Supongo que tienes razón.- Su debilidad era el ego. Si lo alimentabas un poco, se convertía en un egolatra durante un rato. Esto me venía bien para tenerlo controlado. -¡Pero no me refiero a eso! ¡Es un bastardo y un salvaje!

Me giré para mirar a Scott. Sonreí al ver que había devorado dos patas de cordero y iba a por la tercera, además de haberse tomado dos copas grandes de vino.

-¿Te puedo dejar solo?- Le pregunté. 

Él se giró y asintió con la boca lleno. Me levanté y me acerqué a la puerta. Mikael seguía mirándole fijamente.

-Mikael. ¡Mikael! Vamos.

Mikael se levantó y me siguió. Entré en mi habitación con el. Me tumbé en la roja cama acolchada y me quedé un rato mirando al techo.

-¿Porque eres así, Mikael?- Dije sin dejar de mirar al techo.


Poco más que decir. Muchas gracias a los fieles lectores y a los fantasmitas ¡Os quiero a todos, hasta la próxima!

El dragón y el bastardoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora