Su infancia había sido un completo infierno.
Nadie además de él conocía cada sentimiento exacto que había vivido en su niñez. Le había tocado crecer tan rápido, madurar de un día para otro y aprender a defenderse de sus propios demonios.
Es que nadie podría comprenderle nunca. Aunque no lo demostrara, vivía con el resentimiento de no haber tenido una familia normal en el pasado. Sinceramente, ahora le importaba muy poco si su familia estaba bien o mal. Con el paso del tiempo había aprendido a vivir solo y a preocuparse por él. ¿Por qué iba a hacerlo por alguien más, si nadie nunca lo había hecho por él? Era frustrante recordar cada escena de su infancia, y aun peor era cuando en su cabeza se le presentaban recuerdos de su jodido pasado. Y vaya, que jodido había sido ser Justin Bieber de dieciséis. O un Justin Bieber de diecisiete. Siempre metido en problemas y buscándole líos a otros.
Pero no era exactamente Justin la razón de su forma de ser. Aunque él se repetía mil veces que esa era su naturaleza, sabía perfectamente que había algo que le había hecho volverse así. Porque un tipo normal no era impulsivo, grosero y violento de un día para otro. Le había pasado suficiente como para volverse de esa manera y no tener opción a cambiar.
Significaban muchas cosas. Cosas que le jodían en lo más profundo de su corazón, pero que afloraban rápidamente cuando estaba solo. Y ahora precisamente lo estaba.
Caminaba entre la gente mientras fumaba un Derby. Sus ojos estaban lo bastante hinchados y la verdad es que ya no le provocaba llorar más. Y aunque buscaba exactamente una palabra para describir su estado actual, no podía encontrarla. No podía describir como se sentía interiormente, sin embargo se esforzaba en analizar las cosas en un ángulo mejor que el de hace unas horas, donde no podía pensar más que con los puños.
Entonces volvió a tensarse al recordar cada palabra de ____________. Jamás habían discutido tanto ni se habían dicho tantas cosas de esa magnitud. Pero es que no había sabido de que otra manera reaccionar ante lo que ___________ le había contado.
Y otra vez… otra vez quiso gritar y desquitarse con el primero que sus ojos veían pasar. Dejó salir humo de su garganta y siguió caminando en una dirección que él no conocía. Su cuerpo estaba en la tierra, pero sus pensamientos habían volado lejos desde ya hace mucho. Y en lo único que podía centrarse… era en ______________... en ella y en esa niña la cual le había mencionado. Su piel se erizó al imaginársela, sintiendo una gran opresión en el corazón. Maldita sea… ¿una niña? ¿Su hija? Pero es que… ¿de qué manera podía creerle? Y Dios, él no sabía nada de esas cosas. Absolutamente nada. ¿Cómo podría asimilar el hecho de que tenía una hija de dos años? ¿Ella iba a aceptarle? ¿Iba a aceptar al padre más problemático del planeta? La idea le horrorizaba. Dios… por supuesto que no. No le iba a aceptar. Le iba a tener miedo como casi todas las personas que le conocían verdaderamente. Porque en su interior todavía veía a ese Justin prepotente y gilipollas que había causado miedo en muchas personas. Y en ella también lo haría. En esa pequeña niña también lo haría.
El cigarrillo se consumió y de pronto no tenía otro más. Maldito vicio. Tuvo que caminar sin nada calentándole la boca. Recordaba que en la adolescencia ese había sido su método de escape ante el mundo en el que tenía que vivir. Pero no había sido algo a lo que hubiera estado prohibido. Todo lo contario, desde que había cumplido los treces años su padre le había enseñado a fumar. Con el paso de los meses, ya sabía hasta follar. Y era un experto por lo mismo.
Poco después, sus habilidades fueron aumentando. No solo sabía fumar, follar o defenderse de cualquier cabrón, sino que también sabía robar. Un arte sucio, pero en concreto un arte.
Cuando su familia se quedó sin nada por las innumerables deudas que tenían pendientes, las cosas en su casa se pusieron realmente más duras que antes. Entonces todo se hizo más difícil. Ya no eran solamente las deudas, eran sus padres, las malditas discusiones diarias y el carácter de ambos. No había un solo día en el que los dos no se refugiaran en alguna droga barata. Y él les veía. Les veía consumirse de esa manera y no había nada que le doliera más en ese momento.
Amigos de su familia pasaban por la misma situación económica. Básicamente dos familias más. El padre de una de ellas trabajaba en el banco de Washigton pero le habían despedido de un día para otro, dejándolo sin nada. Sin embargo conocía cada código existente. Sabía lo suficiente como para robar una cantidad pobre en un día cualquiera, pero… ¿y si lo hacían más grande? ¿y si llegaba a robar más dinero con la ayuda de más personas? El padre de Justin coleccionaba armas en el sótano y tenía varias que podía cargar y utilizar en cualquier momento que quisiera. Entonces, de un momento a otro… lo tenían todo. Armas y el conocimiento de código y horarios de aquel banco. Solo les hacía falta un par de pasamontañas. Un par de trajes… y una tentación. Una que distrajera y atrapara cada sentido. Fue entonces cuando la madre de Justin se vistió gustosamente bien aquella noche. Atrajo la atención de todos tíos presentes y fue más que suficiente su presencia como para distraer a medio sistema policial.
Desde ese momento, todo había comenzado. Los robos se hicieron más grandes e internacionales. Fue Francia en donde la familia Bieber, Maslow y Butler se establecieron. Y con ellos, tres jóvenes problemáticos, impulsivos y de catorce años: Justin, Ryan y Travis.
Y desde entonces había crecido prácticamente solo. Sus padres se alejaron de él y empezaron a concentrarse en la mafia que cada vez crecía más y más. Su vida empezaba a ser cruda y el hecho de ver que todo su entorno robaba, le había producido un pequeño trastorno de adicción al dinero.
Y ahora que lo recordaba… parte de su internamiento a rehabilitación también había sido por eso. No solo por ser un chico problemas, sino también por la ambición de tener dinero con él todo el tiempo.
De pronto se detuvo… habían sido demasiados recuerdos para una sola tarde. Habían sido demasiados sucesos para una sola tarde. Ahora solo su interior le hacía hacerse una pregunta: “¿Iba a permitir que sucediera lo mismo con esa niña?” por primera vez pensaba con claridad y dejaba de ser tan egoísta. ¿Ella merecía realmente todo esto? El asunto era entre él y _____________. Todo su pasado y la historia que habían construído juntos… ahora solo la unía una niña de dos años que ni siquiera conocía, pero que algo en su interior le aseguraba que le pertenecía.
Dios… ¿Qué debía hacer? ¿por qué esto tenía que ser tan malditamente difícil? Prácticamente había jodido todo con ____________. Sí. Esta vez sí. Esta vez más que nunca. Esta vez no le iba a perdonar. Ambos se habían herido con palabras realmente fuertes. ¿Pero cómo hacerle entender que no esperaba esa noticia de su parte? Maldita sea… solo había actuado como su instinto le había dicho que debía. ¡Pero no era él! Por favor, claro que no lo era.
Deseaba tanto protegerla de Tentation, su propia mafia… deseaba tanto protegerla a ella como a… a esa niña.
Por otra parte, tenía lo de Buenos Aires… pero en su cabeza no había nada que importara más que ____________. Porque vamos… a pesar de haberse comportado como un completo idiota, aún quedaba algo cuerdo en él.
Y necesitaba ese poco de cordura para arreglar las cosas… y aunque sabía lo mucho que _________ debía estar odiándole, necesitaba hablarle. Quisiera o no.
Palpó el móvil en el bolsillo trasero de su pantalón.
+++
Travis había estado con ella la mayor parte del tiempo. Había inspeccionado la zona y se había dado con la sorpresa de que nadie sospechoso estaba merodeando el edificio de ___________. Pronto se había ido, ayudándole a transportar a casa de Emily algunas cosas que para ____________ eran de mucha importancia.
De pronto no había nada en su departamento además de su cama y las sábanas que estaba sacando. De pronto no habían más que recuerdos. Muchos recuerdos. Muchas sonrisas. Lágrimas y decepciones. Amor… mucho amor… y peleas… y gritos… y todo eso lo dejaría atrás esa misma noche.
Sin pensarlo más, retiró las sábanas puestas sobre el colchón. No tenía mucho que perder. Ahora que lo pensaba, la reacción de Justin había significado suficiente para ella. Y no necesitaba más. Tenía muy claro que él no iba a aceptar nunca que tenían una hija. ¿Acaso esperaba otra cosa? Sí… muy diferente. Pero no le necesitaba. _________ podía con esto y además ya no sentía el remordimiento por no contarle nada al padre de su hija. Sofia iba a crecer bien junto a ella y no iba a sucederle nada mientras viviera.
Respiró hondo y trató que nada le debilitara esta vez.
Entonces el móvil sonó. ___________ alcanzó el bolso y lo retiró de ahí. El número de Justin aparecía en toda la pantalla. Maldita sea… ¿Qué demonios quería esta vez? Colgó su llamada sin antes contestarle, pero este insistió, insistió e insistió.
Por Dios, era tan desesperante.
Apretó los puños y presionó el botón verde totalmente disgustada.
- Ah… - Justin se aclaró la garganta. - ¿podemos hablar?
- Depende.
- ¿Depende de qué?
- ¿De qué quieres hablarme?
- Quiero verte. Tengo varias cosas que decirte.
- ¿Más? No por favor, tú tienes un viaje a Buenos Aires y no deberías estar perdiendo tu tiempo conmigo.
- Mierda _________, no te portes así conmigo. – se quedó callado y por primera vez trató de hallar las palabras adecuadas. – esto… esto ha sido bastante difícil para mí. – dijo con sequedad. No quería demostrarle nada más. No quería quebrarse todavía. - ¿crees que todo esto es sencillo?
Ella guardó silencio.
- Solo voy a hablar contigo si prometes estar calmado. – susurró _________ contra el teléfono.
- Bien. Voy para allá.
__________ frunció el ceño.
- No Justin. Solo por teléfono. No quiero verte. – le dijo hablando con toda la sinceridad que podía ser posible. – te lo juro, no quiero.
- He sido un imbécil. – susurró él ahora. – pero entiéndelo, por Dios… esto es tan difícil. – volvió a guardar silencio. No sabía que más decirle sin quebrarse completamente.
- Lo siento. Pero si quieres decirme algo será por aquí.
Que terca era…
- No pienso abrirte la puerta. – insistió ______________.
- No pienso entrar por ahí.