Más tatuajen y un porcino

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Frankie ha realizado las pesquisas convenientes. Cuatro alemanes grandes y rubios llevan una semana emborrachándose y liándose a palos con la gente en el casco viejo de Bilbao. El informador asegura que al menos uno de ellos lleva una esvástica tatuada en el antebrazo, ya que aunque trata de ocultarla, se la vio en una ocasión en que se remangaba para limpiarse en el lavabo del baño de un bar.

Los ha seguido un par de veces hasta una lonja que tienen alquilada en un pabellón de Barakaldo, donde guardan el coche y quizá algo más, algo que pudieron extraer del maletero del Camaro.

Hoy ha acudido con Borja Mari, Perrotti, Fernández y Llamas. Y han tenido suerte, porque dos de los nazis se han marchado en el Audi que tenían aparcado frente al local. Los otros dos están dentro, pero han dejado la puerta entreabierta.

Borja Mari golpea varias veces la puerta con sus nudillos.

─Perdón, caballeros, ¿es aquí donde venden pernos para puentes colgantes?

─¡Lárrguese!

─Es que me han dicho que...

Ve acercarse a un tipo cejijunto y un bigote muy hortero, con la cara colorada probablemente debida al cabreo.

Cuando Rudolf pone el pie fuera del local, unas grandes manos lo agarran de los hombros mientras un zapato de color blanco le pone la zancadilla.

Günter escucha a su amigo rugir, y algo muy pesado choca contra la chapa que forma la puerta. Corre al exterior y encuentra a dos tipos echados sobre Rudolf y a un esmirriado con melenita y vestimenta de niño bien atizándole en la cabeza con una porra de goma. Entonces otros dos individuos, el primero de los cuáles es casi tan grande como él, le caen encima y comienzan a soltarle golpes que parecen venir de cualquier lado. Mientras trata de proteger su rostro dolorido debido a los tatuajes que le hicieron los gitanos, hacerse una composición de lugar y responder a los golpes que está recibiendo, escucha un sonido muy peculiar.

"¿Un cerrdo? ¿Se han traído un cerrdo?"

Borja Mari ríe mientras atizan a los nazis, más aún en cuanto se da cuenta de lo que significa la forma que tiene el tatuaje de Günter.

─¡Dadnos el material ahora mismo, Carapolla y Frida Kalho, u os inflamos a hostias!

El Audi negro llega picando rueda, realiza un trompo y escupe dos montañas de músculo y pelo rubio.

Borja Mari empieza a acuchararse. El que tiene aspecto de drug queen carga como un rinoceronte, con la cabeza y los hombros por delante, y el otro, el que  tiene aspecto de...¿Chihuahua? Pues ese es más grande aún, quizá por eso corra menos.

Frankie es cinturón negro de Tae kwon do, fue campeón de europa en categoría juvenil, y detiene la embestida del drug queen mediante una patada lateral en la mandíbula. El Chihuahua se lo piensa, detiene su marcha, y se aparta lo justo como para dejar ver a la figura que tiene tras él.

Mattias, un hombre de unos 45 años y porte atlético, rubio casi albino y con el pelo largo y liso, camina con sosiego mientras se hace sonar los nudillos. Llega a la altura de Frankie, cuyo puñetazo esquiva con facilidad y lo inmoviliza mediante un certero golpe en la tráquea. Después tumba a Llamas a base de golpes que parecen sacados de la película de Rocky.

A Borja Mari le están entrando ganas de orinar. Monta en el Mercedes y arranca. Busca la palanca de cambios y la acciona, pero el coche es automático y el muy paleto sale marcha atrás a toda velocidad. De puro churro, golpea al Chihuahua y obliga al clon en rubio platino de Bruce Lee a lanzarse hacia un costado para evitar ser atropellado. Sus hombres montan en el coche, creyendo que Borja Mari acaba de realizar una maniobra magistral para salvarlos.

Frankie contempla al chico, está pálido y tiene mojada la parte anterior del pantalón. Ni siquiera es capaz de hacer que el coche vaya hacia delante. ¿O es que no sabe? Frankie se da cuenta, el muy sarnoso intentaba escapar.

─¿Se puede saber quiénes erran esos imbéciles?─pregunta Mattias como si acabara de terminar de comprar pipas en una tienda.

Günter, casi recuperado, se sacude para quitarse el polvo que lleva encima tras haberse revolcado por el suelo.

─No los hemos visto nunca antes, Mattias, perro creen que las tenemos nosotrros. Nos han prreguntado que dónde tenemos el materrial, no saben que lo tienen los gitanos, se lo sonsacamos al chico de la boca de rrana.

Mattias lo mira con perplejidad.

─No te entiendo nada, Günter. ¿Qué gitanos?¿Qué rrana? ¿Y eso que llevas tatuado en la carra es un pene?

El Camaro DestartaladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora