El poblado del Ritxal

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─Te vendo una pona.

─Que no, hostia, que no quiero la puta pona.

Forrest y Marcopolo ayudan al Ritxal a soltar los asientos del Camaro, mientras Aitor se mosquea cuando ve a los setecientos primos acercarse con dos asientos de tapicería de leopardo.

Clemente olisquea los asientos traseros, orina sobre la palanca del freno de mano, y después vomita una masa asquerosa sobre la alfombrilla. Ritxal lo observa con detenimiento. Clemente hace eso cuando, utilizando el palo de un chupa chups, Ritxal sopla cocaína en sus fosas nasales. El perro ha localizado algo interesante en el maletero del Camaro, y también los setecientos primos se han dado cuenta.

─Tres mil quinientas.

─¡No, copón, déjame en paz!─ Aitor se desespera.

─También tengo una cabra, preñá y con las dos ubres buenas.

Aitor de mala leche, intentando quitarse al pesado del gitano de encima. Forrest y Marcopolo desmontando el asiento, los primos que suben con los asientos más horteros del planeta, y tres gitanos detrás del Camaro, desvalijando el maletero.


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─Muy majo, el animal─. Antón acaricia a Clemente antes de dejarlo en brazos del Ritxal.

El primo de Ritxal y Flaco, tarda menos de una hora en aparecer con la mercancía. Un trato es un trato, por lo que los viejos dejan irse a los gitanos y a su perro. Günter sigue inconsciente.

Cuando se han ido, Aitor se sienta y se tapa la cara con ambas manos.

─Estáis muy locos, muuuuy locos.

Juan Mari y Antón sonríen.

─¿De verdad los ibais a matar y a enterrar ahí? ¡Sois unos macarras! ¡Estáis locos!

Juan Mari y Antón comienzan a reír a carcajadas.

─¿Has visto al gordo chupar las botas llenas de mierda de serdo?

─Y al de la camiseta del Athletic, ¿cómo le resbalaba la venda de la cabeza y los apuros que pasaba intentando ponérsela bien?

─¡Se lo han tragau! ¡Inútiles!

─¡Sois unos cabrones y unos hijoputas! ¡La madre que os parió!

Antón se pone serio.

─Eh, chaval, te hemos salvau el culo. Andas con unos asuntos del copón bendito. Ahora coge ese maletín y baja pabajo al sótano, aquí no está seguro. Y ya nos puedes ir explicando qué hostias hase una maleta llena de drogas en manos de unos gitanos con los que andas tratando. Y no nos cuentes que no tienes nada que ver, y que lo que te hiso mal fue el hielo de los kubatas o la hamburguesa del salchichauto ese.

Aitor se muestra cabizbajo, asume su culpa, aunque respira aliviado ahora que la cocaína vuelve a estar en sus manos. Ya puede solucionar los asuntos pendientes, no tiene más que llamar a Frankie y hacer la entrega.

Después baja al sótano, cuya existencia desconocía por completo, a dejar el maletín. Allí, sobre una mesa de madera, ve un par de paneles realizados con decenas de pequeñas placas de ámbar, de una belleza asombrosa.

─ ¿Y eso?─ pregunta desconcertado.

─Tú nos dirás ─ responde Juan Mari─. Nos lo trajiste de regalo en el interior de los asientos del escarabajo.


El Camaro DestartaladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora