El Ritxal piensa

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La cabeza del Ritxal parece una coliflor, envuelta en casi medio metro de vendaje cohesivo elástico. Toma el doble de dosis de analgésicos que lo recomendado, y quizá eso le nuble algo la capacidad raciocinio.

Se siente defraudado. La opción de restituir el pabellón auricular se esfumó cuando Clemente, el muy traidor, huyó con ella hacia un enorme zarzal. El maldito sabía muy bien lo que se hacía, y para cuando lo encontraron, en su boca quedaba poco más que el cartílago, el cual mascaba como quien masca un chicle de fresa.

Lo bueno es que tener que estar sentado en el sofá durante tantas horas seguidas le ofrece la oportunidad de pensar.

¿Por qué demonios están los nazis tan obsesionados con los asientos del Camaro? No tiene la mínima idea sobre lo que contienen, pero parece bastante evidente que debe ser muy valioso. Si lo pudiera obtener, podría hacer un buen negocio. Otro buen negocio, aparte de uno que tiene ya entre manos.

El Camaro DestartaladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora