Borja María de Palacio

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El sopapo se oye casi desde el jardín. Borja María de Palacio lo encaja estoicamente, y permanece de pie ante su padre, que tiene la mano más dura que la de un pelotari.

Borja María de Palacio, ni Borja ni María, sino Borja María. Y no se le ocurra a nadie mentar la palabra "Jauregi" en referencia al apellido original de la familia. Su tatarabuelo Miguel de Jaúregui decidió que, para codearse con la jet set de la época en Madrid, era mejor prescindir de cualquier tipo de nexo que lo pudiera unir de algún modo a los salvajes, incultos y sucios bárbaros del norte.

Frankie también permanece de pie ante la puerta del elegantísimo salón, y le produce regocijo el hecho de ver que los ojos de Borja Mari se llenan de lágrimas.

─Así que no pediste a Frankie que abriera ninguno de los dos maletines del maletero del Camaro antes de darles el dinero a esos muertos de hambre harapientos, y le ordenaste traer el coche sin haber comprobado que el material, TODO el material, estaba en el interior─ Bruno Mauricio de Palacio, cabeza de familia, abronca a su hijo.

Borja Mari agacha la cabeza, y realiza un gesto de negación.

─Eres muy tonto, hijo, muy tonto.

Bruno Mauricio de Palacio, ni Bruno ni Mauricio, se afloja el nudo de la corbata, se acerca a la licorería de madera de ébano, pone un par de hielos en un vaso de cristal de Bohemia y se sirve una copa de Glenlivet 1977.

─A los socios no les va a gustar nada, y no tengo más remedio que decírselo. El reparto debía comenzar mañana mismo.

─ Deja que vaya a por esos cabrones, papá.

─No hay tiempo. Tendré que compensar a bastante gente, Borja María, pero eso no es lo peor.

Borja Mari comienza a comprender la gravedad del error que ha cometido, y a Frankie le parece ver que el muchacho cada vez se hace más pequeño. Bruno Mauricio de Palacio espera pacientemente, con el whisky en la mano, a que el hilillo de temblorosa voz de su hijo se deje oír.

─¿Qué es lo peor, papá?

─Lo peor es lo que esto supone para mi prestigio, y también para el tuyo. Eres el primogénito de los de Palacio, y debes madurar, Borja María. Arregla esto, trae de vuelta el material, y aprende a hacer bien las cosas.

Bruno Mauricio de Palacio se gira y se sirve más whisky. Después permanece mirando hacia el Botero que cuelga de la pared, dando la espalda a su hijo.

─Lo solucionaré, papá, lo pondré todo de mi parte para llevar este asunto a buen puerto. Haré lo que sea necesario.

Bruno Mauricio de Palacio toma un sorbo de whisky. Borja Mari sale del salón seguido por Frankie, y se dirige al torreón del ala este, donde posee una habitación de 45 metros cuadrados y un salón de sesenta. Se sienta en el sofá de cuero y conecta la Play Station. Necesita pegar, matar, hacer explotar cosas, necesita acción, solucionarlo por sus propios medios.

─Frankie, ven aquí.

─¿Sí?

─Saca de la cama a Perrotti, Fernández y Llamas y vete a por esos hijoputas rastreros. Sácales las tripas si hace falta, pero ven con el material.

Carga el juego en la última pantalla. Esta vez va a actuar muy duro, así que entra al maletín, selecciona la recortada y mete seis granadas de mano. Las va a reservar para el final, para cuando aparece el jefe de la pantalla con sus secuaces. Se van a enterar de quién es Borja María, ni Borja ni María, esperará a que estén juntos y les va a soltar las granadas. Se promete batir el récord de la pantalla.

Para el trabajo sucio tiene a Frankie. Para algo le pagan, ¿no?

Se seca las lágrimas y comienza a pegar tiros a los malos.


El Camaro DestartaladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora