Paz

118 49 34
                                        


Sí, es posible cruzar una gran parte de Alemania en coche, disfrazados de agentes de las SS. Menos mal que han dado con los canadienses, si llegan a toparse con las tropas de Patton los acribillan según los ven aparecer.

Por fin la paz, por fin la vuelta a casa. Antón se casará con Juana y tendrá un hijo y una hija. Juan Mari tendrá dos hijos y una hija con Mari.

Tendrán que aguantar otros treinta y tres años de dictadura, que un exiliado nazi sea profesor en la escuela del pueblo (sí, España es uno de esos países donde el gobierno realoja a criminales de guerra, y aquí no pasa nada), y una transición modélica a la democracia en la que ninguno de los torturadores, asesinos o golpistas pagará por las aberraciones cometidas en y después de la guerra. Los vencedores gozan de la paz, los vencidos también. Los muertos de estos últimos siguen enterrados en cunetas y fosas comunes, el monumento a dos de los principales ideólogos del régimen falangista sigue en pie en memoria de su alma, y los herederos del franquismo siguen formando parte del gobierno, y así seguirá siendo incluso después del final del siglo XX, pero siempre es mejor que en vida del dictador.

En cuanto a Ernest Kauffman, consiguió ocultar la Cámara de Ámbar en un lugar que nadie más que unos pocos conocen, y desde entonces casi todas las piezas que la componen permanecen en un lugar oculto. Casi todas, pues algunos de los paneles de menor tamaño y parte del mobiliario fue "reubicado" por soldados que escaparon con ellos, a sabiendas de que en un futuro su venta podría solucionarles la vida.

Herr Kauffmann consiguió escapar a Argentina y preparar allí la llegada de Josef Mengele. Fundaron una escuela alemana (sic) en la que controlaron los emparejamientos entre jóvenes, para seguir tratando de purificar la raza aria. El aspecto económico era lo de menos, los nazis no tuvieron problemas para convertir el oro y las obras de arte robadas a los judíos que habían asesinado, en divisa suiza. El país alpino, autoproclamado neutral durante la gran guerra, cumplió bien su papel y no tuvo reparos en negociar tanto con unos como con los otros. Es cierto que salvaron a los habitantes de su país de la invasión nazi, pero también es verdad que el precio a pagar fue escupir sobre la mayoría de los valores éticos que una persona normal consideraría ineludibles.

Ernest Kauffmann tuvo una obsesión durante toda su vida, volver a Alemania y reconstruir la Sala de Ámbar. Y si él no lo pudiera hacer, lo harían sus hijos.

Y así, en 1952, nació Mattias, Mattias Kauffmann, en Argentina.


El Camaro DestartaladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora