─Ata al gandul ese al comedero de Franco. Si despierta, no creo que tenga huevos de moverse.
Aitor ata a Günter, que balbucea en alemán, al pilón donde se le da de comer al carnero, y se dispone a cerrar las puertas que dan al sótano.
─Ya estamos todos, o casi─ una voz ronca suena desde la puerta de entrada.
Forrest y Marcopolo entran en la cuadra. Frankie y Perrotti los apuntan con sendas pistolas, mientras Fernández y Llamas vigilan en el exterior.
─¿Qué pasa, chavales?─ saluda Forrest con poca o ninguna alegría.
─Tú, viejo, ata al bicho ese y quédate ahí quietito. No quiero tonterías. Y tú, anormal de gafas, acompáñame abajo. Creo que tenéis algo que me pertenece─. Perrotti se encuentra como pez en el agua en su nuevo papel de jefe, algo que no había probado jamás anteriormente, ya que nadie se había fiado de dejarlo como responsable de ni siquiera comprar el chorizo para los bocatas.
Antón vuelve de atar al carnero, y Perrotti tumba al viejo de un puñetazo. Aitor, asustado, se agacha ante él, pero Perrotti lo obliga a levantarse e ir al sótano. La sensación de poder emborracha al ser humano, y la velocidad con la que lo hace es directamente proporcional a la estupidez del sujeto en cuestión. En el caso de Perrotti, la velocidad desafía las leyes de Einstein.
─Eres bobo, Perrotti─ la voz de Frankie desde la puerta de la cuadra.
En la amplia cocina del caserío, los viejos y los jóvenes se sientan en torno a la mesa de madera. Por orden de Perrotti, Frankie ha transportado a Antón, que permanece semiinconsciente, en brazos, y ahora trata de sentarlo en una silla acolchada provista de posabrazos.
Antón mira desconcertado alrededor, no parece reconocer la situación ni a quienes forman parte de ella.
─¿Estás bien, Antón?─Juan Mari, preocupado, limpia el corte que exhibe su amigo en un pómulo.
Antón lo mira y sonríe como un niño. No se entera de nada.
Frankie ha mojado con agua fría un paño limpio, y se lo pasa a Juan Mari.
─Siempre has sido una nenaza, Franquita. Ahora voy a llamar a Borja María, que va a venir con un tipo que os va a caer la mar de bien─ expone Perrotti con aire de suficiencia─. Mientras, Franquita se pondrá ese delantal blanco y nos va a preparar la cena. ¿Verdad, Franquita?
Frankie asiente con cara de póker. Se viste el delantal, prepara las sartenes y rebusca en la nevera y los armarios. Fernández y Llamas se ríen de él a la cara.
─Escucha, Perrotti, íbamos a llamaros para deciros que habíamos recuperado la mercancía, ¡te lo juro, nos la acaban de traer los gitanos!─Aitor trata de explicar los hechos, pero Perrotti no parece muy dispuesto a escucharlo.
─Claro, claro, y nos la iban a servir vuestros amigos los teutones rubitos, en patines y minifalda.
Antón coge un bolígrafo y un papel de la mesa, y dibuja un enorme pene.
─¡Mira al viejo verde, qué cabrón!─Llamas coge el dibujo y se lo da a Juan Mari─. Mira, esto es una erección, por si lo habías olvidado.
Antón se mea de risa mientras balbucea palabras ininteligibles, y dibuja un par de tetas gigantescas. Llamas las coge y se las da a Frankie, que se encuentra pelando patatas.
Antón sigue dibujando imágenes obscenas, realiza bolas con los papeles y se las lanza a aquel a quien quiere dirigir sus obras de arte.
En un lado de la estancia, Fernández habla por teléfono con Borja Mari. Vienen de camino.
Después Antón dibuja una escopeta, hace como que dispara a Juan Mari y Aitor y se parte de risa.
─¡Pum, pum, pum, pum!
─¡Eh, Perrotti, mira al viejo hijoputa, este de joven habrá sido un pieza de cuidado!
─Piezas son las que no le van a quedar sanas en cuanto le pille Ramón. Os vais a cagar, desgraciados de mierda. Así que te gustan las armas, ¿no, viejo?
Antón mira como si estuviera encantado a la pistola que cuelga del cinto de Perrotti. El recién ascendido a jefe la coge, extrae las seis balas del tambor, las pone en línea ante Antón y le cede el arma.
En cuanto Antón tiene la pistola delante, la coge y apunta a sus amigos, para después apretar el gatillo como un loco, lo que causa regocijo en Perrotti, Fernández y Llamas. Frankie está demasiado cabreado como para sentir nada más que asco.
─¡Dispara, viejo, dispara!─grita Fernández entre risas.
Entonces Perrotti inserta una bala en el tambor, lo hace girar rápidamente, entrega el arma al viejo, agarra su brazo y lo dirige hacia Marcopolo.
─Eh, tío, nonononno....
Click.
Más risas.
─¿Qué pasa, no os gusta este juego? ¡A los rusos les encanta!
Después Perrotti repite la maniobra con Forrest, quien aguanta el envite con los ojos llenos de lágrimas.
─Antón, tío, somos tus amigos...
El viejo se desternilla y vuelve a apretar el gatillo, pero el percutor golpea de nuevo en vacío. Después dibuja una calavera en otro papel, hace una bola con el mismo y se la lanza a Aitor.
─¡Uuuuuh!─grita Llamas─. ¡Parece que tú eres el siguiente!
Antón, feliz como un niño dibujando con su set nuevo de rotuladores, envía una bola a Juan Mari. Este la entreabre y lee lo que está escrito en letra pequeña: "Bomben".
Juan Mari dirige la mirada a Antón.
─Estás perdonado, Antón, no eres dueño de tus actos, dios lo entenderá.
Risas y más risas entre Perrotti y sus hombres. Entonces Juan Mari cae al suelo entre convulsiones, y acto seguido Antón vomita sobre los zapatos de Perrotti. Llamas y Fernández no pueden creer lo que ven sus ojos, es lo más de lo más, y Perrotti vuelve a golpear a Antón, quien queda inconsciente sentado en la silla y con la cabeza sobre la mesa. Perrotti se gira hacia el fregadero.
─Eh, Franquita, pásame un trapo mojado, haré que este puto viejo se trague su pota y...¡será cabrón!
Antón le apunta con la pistola. El tambor está lleno de balas, las seis en su sitio, en un tiempo récord. Antón Zearsolo sobrevivió a la guerra civil, y Anton Bomben lo hizo en la segunda guerra mundial. Y no fue por casualidad.
Perrotti cae abatido por dos disparos en el pecho, Llamas es alcanzado en la cabeza, y otras dos balas perforan a Fernández. Aún queda una, y Frankie mira a Antón con el miedo escrito en la cara.
Antón baja el arma, mientras Juan Mari se pone de pie tranquilamente y se vuelve a sentar. Aitor, Forrest y Marcopolo permanecen aún tumbados, en postura de bicho bola, con los brazos sobre la cabeza.
─Bueno, ahora nos dises cómo arreglar esto, chaval.
Frankie mira hacia la puerta que se encuentra a espaldas de Antón.
─¡Órale viejito, porqué no disparas a ese mariconaso, esé!
Ramón apunta a la cabeza de Antón, y se aparta un par de pasos. Borja Mari entra en la cocina, observa el espectáculo y vomita.
─¿Qué pasa, de pronto se quedaron mudos o qué, chingaos? ¿Qué se creían, que no les íbamos a caer? ¡Ahora les enseñaré lo que ocurre cuando alguien trata de chingar a Ramón!
La bala entra en el ojo izquierdo y sale por el occipital, esparciendo sangre y sesos por doquier.
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El Camaro Destartalado
General FictionEl Chevrolet Camaro acaba de llegar en el interior del contenedor de un buque mercante. El cometido, en teoría, es muy sencillo. Se coge, se entrega (si es que no se cae a trozos en la carretera), se recibe la pasta y listo. Nada más, y no se acepta...