12. ¿Bailamos?

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Steve paseaba de un lado a otro en el patio frente a la limosina que ya tenía aparcada diez minutos ahí, Friday le había dado instrucciones específicas de que debía esperar afuera, pero ya llevaba diez minutos con los nervios de punta.

Miro por enésima vez el reloj, un reloj cortesía de Tony el cual le había encantado, las manecillas doradas y la caratula de color rojo y blanco le gustaba, sentía que era solo para él. Dejo de caminar para mirarse en la ventana de la limosina, se acomodó el moño o eso intento, lo ato cuantas veces pudo, pero no le parecía que quedara bien. Al menos el traje le quedaba perfecto, se ajustaba en las zonas correctas y no era un problema moverse.

"Soy un pingüino"

Se dijo a si mismo, pues era la apariencia que se recordaba con aquel traje, al menos el tono azulado de la camisa no sería como el tono blanco que siempre se usaba en esas fiestas.

Miro hacia la entrada, que le pasaba a Tony ¿Por qué no se daba prisa?, sabía que el castaño no era alguien que le preocupara la puntualidad, pero entonces no le veía caso a tener que hacerlo esperar en la entrada si simplemente iba a llegar tarde "miro de nuevo su reloj" veinte minutos tarde.

Dio unos pasos hacia la entrada cuando vio a Natasha tomada del brazo de Tony, Steve pudo sentir el tiempo detenerse, Tony se veía preciosa, no existía otra palabra para describirla.

El vestido que Tony portaba era azul marino, a juego con el bendito moño que Steve no podía terminar de enderezar. Con ayuda de Nat consiguió un vestido que no era escotado, el vestido se ajustaba perfecto hasta su cintura, en su cadera se aflojaba un poco debido a la abertura que llevaba en la pierna derecha desde la mitad del muslo. El vestido llegaba al tobillo donde se veían unos perfectos tacones, los hombros y los brazos iban descubiertos.

Para el castaño la sensación del cabello suelto rozando sus hombros se le antojaba irreal, pero no se sentía incómodo, bueno casi, porque los tacones que le había prestado Natasha definitivamente le hacían sentir que iba en zancos. Miro al rubio que no se movía y sólo lo miraba como si de una aparición se tratara.

Tony, te puse el maquillaje para que te retoques si lo necesitas en la bolsa- le decía Natasha enseñándole el bolso que a Tony se le hizo demasiado pequeño y le sorprendió que cupiera todo lo que nat había puesto sin problema.

Ustedes son milagrosos- no lo dijo con malicia si no con asombro.

Claro que si guapa, te estoy dando los secretos del universo.

El sonido de la risa de Tony hizo que el corazón de Steve saltara.

¿Por qué se han tardado tanto? - Steve miro a la pelirroja.

Bueno aquí cierto millonario no se quería dejar maquillar, ha sido un trabajo duro y tuvo que ayudarme Wanda a mantenerlo quieto. Pero ya está aquí.

No le creas a esta arañita, yo estaba en toda la disposición, pero empezó a sacar armas mortales y pensé que me mataría con ellas.

Se llaman brochas... tenazas...- Natasha suspiro

Si como digas, -el castaño se acercó a Steve – tienes el moño chueco, veo que no soy el único que no sabe vestirse- los tacones tenían una ventaja, no tuvo que pararse de puntitas para hacer aquel trabajo- listo vámonos grandulón.

La fiesta no era lo que esperaba Steve, Natasha le conto de alguna fiesta de cumpleaños y todo el desastre que se había formado, y la fiesta del complejo también le dejo cierta impresión, esta fiesta por otro lado tenía un sello Stark diferente, algo muy similar a lo que se hubiera imaginado de Howard. Miro a la multitud, era claro que todos eran ricos y buscaban asociarse con Stark.

Deseos de cosas imposiblesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora