Capitulo IV: El melancólico sonido de la noche

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Jon cansado e inconsciente viajó de regreso a Roca Dragón. Sus heridas fueron atendidas, no eran letales, pronto se recuperaría pero necesitaría descansar, todos lo necesitaban. A pesar de haber logrado su misión, perdieron a mucha gente a manos de los espectros, entre ellos, Evey. Tormund había sido el encargado de comunicarle la fatídica noticia a Ser Davos, fue como un puñal directo a su corazón, la estimaba y el saber que dio su vida por la de Jon Snow, le partía el alma. Nadie volvió a tocar el tema, prefirieron hacerlo a un lado, no tenían tiempo de llorar a sus muertos aun, no cuando el Rey de la Noche estaba cada vez más cerca.

Pasó el tiempo y Jon abrió sus ojos, estaba mareado y adormecido, no pensaba con claridad. Se tomó un momento para despabilarse. Comenzó poco a poco a recordar los sucesos que se desarrollaron antes que cayera inconsciente debido al cansancio, las heridas y el dolor. El pelinegro puso su mano en su frente, le dolía la cabeza sin duda alguna. Los recuerdos llegaron rápidamente, aquel beso tan simple e inocente que lo descolocó que no le dejó reaccionar y tomarla de la mano para obligarla a huir junto a él. Recordó verla a la distancia antes de desmayarse. Un nudo en la garganta apareció tan rápido como el dolor en su pecho, quería creer que eran simples pesadillas, que en cualquier momento la forastera entraría por la puerta de esa habitación. Era imposible que escapara de ahí.

Pasados los minutos escuchó la puerta abrirse quedando sentado en la cama con solo la parte inferior de su cuerpo cubierta. Vio el cabello rubio perteneciente al de una mujer que vestía ropa de color blanco "Evey" pensó de inmediato y, aun cuando no vestía apropiadamente quiso ponerse de pie y abrazarla hasta que se dio cuenta que no era ella, era Daenerys.

Quería asegurarme que estuvieras bien. —dijo la mujer cerrando la puerta tras ella. Su semblante lejos de ser aquel fiero y al mismo tiempo sereno, dejaba ver su tristeza, había perdido a uno de sus dragones y esa era una llaga abierta en su pecho.

Jon no respondió de inmediato, dudó por un momento, quería preguntar tantas cosas, pero no era el momento. —Estoy bien, solo adolorido —respondió intentando forzar una pequeña sonrisa. Físicamente parecía estar bien, estaba vivo después de todo. Emocionalmente estaba confundido.

Daenerys caminó hacia la cama donde Jon estaba sentado y se sentó a su lado tomando su mano —Lamento lo que sucedió. —se había enterado de lo que sucedió con la compañera de Jon.

En silencio se mantuvieron un instante. ¿Qué iba a decirle de todas formas? Las palabras de aliento o pesar no la traerían de vuelta. "Asegúrate que escriban canciones sobre mi" Recordaba las últimas palabras que salieron de sus labios, recordó aquel simple beso que encendió su alma. Jon se maldecía a si mismo por no dar la vuelta, pero, Evey estaba preparada para morir por él.

Lamento lo que sucedió con Viserion. —no iba a decir nada respecto a la rubia, no había nada que dijera que pudiera cambiar las cosas.

Los ojos de Daenerys se llenaron de lágrimas. —Los dragones son mis hijos, los únicos que jamás tendré. —limpió una de sus lágrimas que comenzó a rodar por su mejilla y continuó. —Derrotaremos al rey de la noche y su ejército de muertos, y lo haremos juntos, tienes mi palabra.

Snow la observó y asintió, era alentador el saber que finalmente Daenerys le creía, solo lamentaba que fuera después de todo lo que había pasado. —Gracias, Dany. —esta vez su sonrisa no fue forzada.

Daenerys le observó con confusión levantando las cejas —¿Dany? ¿Quién habrá sido la última persona que me llamó así? —se preguntó a su misma. —No estoy segura —un instante de silencio. —¿Habrá sido mi hermano?...

¿Prefiere que la llame "su Majestad"? —pregunto de inmediato Jon interrumpiendola. No quería incomodarla por ningún motivo. —Me arrodillaría pero... —hizo una pausa haciendo evidente su actual estado y sonrió, Daenerys también lo hizo.

La relación entre los dos había crecido con el tiempo, Jon consideraba que la Targaryen era una mujer de buen corazón, mientras que ella lo consideraba un hombre de intenciones nobles. Daenerys ya no estaba segura de querer que Jon se arrodillara ante ella, aun cuando Jon se lo ofreció en la conversación que continuó entre los dos. Snow se sentía a gusto, al menos por un momento se sintió acompañado, la charla con la mujer mitigaba su dolor. La madre de los dragones era una persona con sentimientos nobles, la forma en que había liberado a los esclavos, la forma en que la gente confiaba y creía en ella, la apreciaba, de eso no había duda.

¡Jon! —exclamó Ser Davos al ver nuevamente al pelinegro de pie.

Davos. —dijo como contestación él, con una pequeña sonrisa. Había pasado una noche regularmente bien. En cuanto Daenerys se había marchado, el silencio lo hizo pensar en todo lo que hubiera deseado decirle a Evey.

Veo que está de pie nuevamente. —agregó cordialmente Davos —Deberíamos comenzar a preparar la reunión en pozo dragón. —era un hecho que debían ocuparse de los asuntos urgentes, aunque Davos quería preguntarle a Jon sobre sus sentimientos respecto a la muerte de la rubia, prefirió no hacerlo.

Es lo que pensaba hacer ahora, —le respondió el pelinegro. —quiero apresurar las cosas.

Jon, Davos, Tyrion y otros comenzaron a hacer las preparaciones para la reunión que se llevaría a cabo en pozo dragón donde revelarían al verdad, el ejército de los muertos realmente existe. Necesitaban toda la ayuda posible, eso lo tuvieron claro desde el comienzo. Que Daenerys les brindara su apoyo ya creyendo en ellos, significaba un gran avance, sin bien la mujer había perdido a uno de sus dragones, aún tenía dos que podían pelear, ellos serían sus más importantes aliados. La Targaryen temía ponerlos en peligro, pero lo hiciera o no, todo podía en tragedia, lo mejor era enfrentarlos cara a cara.

Ya en Guariaoriente Tormund estaba de regreso, tuvo la pesada tarea de informar a los familiares sobre sus fallecidos. Aunque habían perdido a bastantes personas, el saber que habían completado la misión le bastaba para dormir por la noche. Continuaron haciendo guardia como les había sido ordenado. Esta era la primera vez que los salvajes Vivian en un castillo, debían admitir que era algo sin duda confortable.

Era entrada ya la noche, las fogatas encendidas iluminaban lo que las estrellas no alcanzaban a bañar en su luz. La luna difícilmente se veía entre las densas nubes. Tormund estaba junto a otro de los salvajes en la parte más alta del castillo. La mayoría de las personas estaban descansando pues, aunque no era mucho lo que tenían para hacer ahí, debían aprovechar y guardar sus fuerzas para la batalla que estaba por venir.

¿Qué es eso? —preguntó el hombre de cabello oscuro que estaba de pie al lado de Tormund, apoyado en la baranda con una jarra de vino en su mano.

¿Qué cosa? —respondió con una interrogante Tormund.

Eso... —el hombre puso su dedo índice sobre sus labios indicándole que guardara silencio.

Una voz suave, tan delicada que parecía perderse entre los naturales sonidos de la noche y el mar. —No le preguntes al sol por qué ella se esconde. Por qué oculta su luz o por qué esconde su claro ser cuando la noche cambia de oro carmesí a gris. —era como el canto de una sirena, casi angelical. La voz era similar a la de una sirena que busca atraer a un ingenuo marinero y ahogarlo en el mar —El silencio cae sobre el culpable, así como el día se vuelve oscuridad, una simple verdad no se atreve a decir; su luz solo puede cegar y quemar. —continuó haciéndose más y más próxima a cada segundo. Aquel canto seráfico mantuvo a ambos hombres concentrados en el simple sonido de aquella voz —No hay piedad para los culpables bajo ese mentiroso sol... —a lo lejos la luz contorneo una silueta sobre el muro —La luna traerá el final... el alba nunca volverá.

Tormund y el hombre que le acompañaba abrieron sus ojos de par en par, como si vieran un fantasma. La voz dejó de cantar y pudieron observar con atención la figura de una mujer de cabello largo y blanco, ropa oscura vestía. La figura se abrió paso con una danza tranquila y fina entre el hielo del muro. Fue entonces cuando ambos hombres pudieron contemplar un par de sombríos y brillantes ojos morados acompañados por una sutil sonrisa.

Nieve y Oscuridad [Segunda Parte]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora