Space Oddity (Lapidot)

3

POV LAPIS
“¿En verdad estas aquí, ehh Lapis Lazuli?” me dije a mi misma.

Hace poco acabábamos de salir de la atmosfera terrestre, debo admitir que esto es más hermoso de lo que recuerdo, ver aquellas estrellas, la curva de la tierra y por detrás un inmenso vacío.

Incluso solo ver aquellos grandes océanos azules, lograba sumergirme en una especie de trance, una extraña tranquilidad llenaba mi todo y me hacía pensar que todo aquello no estaba tan mal. No pude evitar sonreír.

No era la primera vez que visitaba aquellos lares, hace tan solo unos pocos años salí por primera vez de la tierra, a miles de kilómetros lejos de esta, para hacer una serie de experimentos en cuanto a la resistencia y la gravedad. No fue la gran cosa, cosa de algunas semanas y al igual que ahora a pesar de que la misión no me interesaba en lo más mínimo, ver aquel horizonte le daba sentido a esto, al menos un poco.

Y una vez más me preguntaba ¿Que debía sentir respecto a todo aquello? No habían sido ni una de mis decisiones, y a medida que nos alejábamos de aquel planeta madre y este se hacía cada vez más y más insignificante a mi vista, aquellas dudas crecían en contraria proporción, no sabía si sentirme maravillada, feliz, melancólica, impotente o incluso algo molesta.

No, esas no fueron mis decisiones. Fue mi padre quien soñó con que su hija visitara las estrellas, fue él quien desde pequeña me insistía a interesarme en las constelaciones y planetas, fue él quien en el momento de decidir qué haría con un futuro aún incierto después de la escuela, decidió que debía empezar a pensar en salir de la tierra (cuando yo solo quería volver a mirar el mar, fascinada por lo que había haya adentro y por aquella manera de tragarse todo mi ser cuando me sumergí en aquel hace bastantes años ya), fue él quien uso sus contactos y todo el poder que tenía como un eminente científico y político para asegurarse que se me abran las puertas de aquella imponente nave, y para que sea uno de las primeras mujeres de la nueva generación en poder decir “hey, no encontré a los marcianos”. Él siempre me impulso hacia arriba, siempre tenía palabras para evitar que me hunda en lo azul.

¿Y qué podía decirle yo para negarme? ¿Qué clase de persona no querría ser astronauta? Así que ahí estaba, continuando con una vida que no era totalmente mía.

Y sentada a mi lado, viendo la misma lejanía que yo, Peridot Green. No me mentiría a mí misma, su presencia ciertamente me incomodaba, sabía muy poco respecto a aquella rubia, solo la conocía por aquellas prácticas de despegue en la que prácticamente no intercambiamos palabras; y por supuesto en como la veía caminando por las instalaciones de la agencia, siempre atareada, siempre con un libro en vano u ocupada en algún proyecto. Y a pesar de eso nunca la vi con la mirada baja, o con siquiera la mínima expresión de que todo aquello la rebasara. No, a ella no, más al contrario, ella tenía “eso”, no sabría entenderlo, como si estuviera llena de energía, como si pudiera cargar con todos los pesos, como si supiera algún extraño secreto para amar lo que hace y como si ninguna barrera pudiese detenerla. Y eso realmente me incomodaba, no podía negarlo, hasta me desagradaba, quizás era solo algo de envidia, desearía poder entender “eso” que la hace tan especial.

Ella solo me mira, y se resigna a mostrarme tímidas sonrisas a las que no sé cómo responder, supongo que no me queda más que acostumbrarme, será un largo tiempo antes de poder descansar, y no quiero poner pesado un ambiente ingrávido. ¿Cómo es que en tus ojos nacen estrellas, Peridot? Pensé.