Capítulo 7: El centauro. Yuri.

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Yuri estaba de buen humor por más que todavía le ardían los cortes producto de las plumas enemigas. Había sido un alivio poder llevar el alimento a sus compañeros. Los platos quedaron repletos de huesos pelados y sus dedos pringosos. Su entusiasmo se debía a que ese día, por la noche, al fin se presentaría la nueva prueba en su misión por encontrar la espada del Rey Licaón y que el Delert Mort la esgrimiera. Y también, se hallaba en la puerta del Fastburguer esperando a Carolina.

<<Mi amiga humana>>, pensó.

Ya las personas no le inspiraban tanta repulsión, pero de todas formas, estaba atento a todo. Sus sentidos de lobo alertas.

De pronto, al fin la vio llegar. Sonrió contagiado de la sonrisa de la joven. Alegre, le dio dos besos cariñosos, uno en cada mejilla.

―Oh, Yura. Te extrañé en verdad.

―Venga, yo también, Caro. Bueno, vamos adentro, ¿vale? Seguro tienes hambre.

―Estoy famélica.

Al rato, ya estaban charlando sentados a una mesa en un rincón. El bullicio, de la gente y la música, y el olor a frituras eran ya familiares para el licántropo. Además, estaba disfrutando del encuentro con la joven humana.

―No puedo creerrrlo, hoy al fin sabremos cuál es la primera misión. Esto de estar sin hacer nada, me desespera ―confesó Yuri entusiasmado.

―¿Será peligroso? ―preguntó la joven un tanto preocupada.

―Venga, no te preocupes por mí. Somos lobos muy fuerrrtes... Es una lástima que no tuvimos pistas de tu madre para seguir en estos días ―se lamentó Yuri. Hubiese sido bueno ocuparse de ayudar a su amiga en vez de estar ocioso y expectante.

―Oh... no... nada ―respondió Carolina y casi se atragantó con su gaseosa dietética―. ¿Y por cuál capítulo vas?

―Ya avancé bastante, pero me falta.

―¿En serio vamos a tene' que espera' a que lo termines para habla' sobre esa historia?

Yuri rió y asintió con el rostro:

―Y todavía espero que terrrmines tu novela.

―Estoy en eso ―prometió Caro.

Al rato, estaban recorriendo el sendero de piedra que bordeaba el apestoso lago del parque Milenario.

―Pepe vi que tenía miedo, pero no me dijo nada. Lo conozco. Fue porque no quería preocuparrrme ―contaba Yuri. Le hacía muy bien hablar de su familia con Carolina. Claro, que por alguna razón, no le había dicho nada de la existencia de Diana.

<<Y pensar que días atrás, detestaba tener que pasar tiempo en su compañía>>, pensó divertido pero con culpa también.

―Me hubiese encantado tanto tene' hermanitos ―suspiró la joven.

Da, Caro. Son una bendición. Los quiero más que a mi vida. Por eso tenemos que cumplir con nuestra misión ―comentó el licántropo y, tragando saliva, la voz se le quebró al dejar escapar la angustia que lo carcomía por dentro.

Caro de inmediato lo tomó del brazo y lo miró fijo a los ojos:

―Lo lograrás, Yura. No lo dudes. Los salvarás a todos. Confío en ti.

Ante el contacto de los dedos cálidos de la joven con su piel, el español sintió que su corazón pisaba el acelerador. Se quedó un segundo con la boca abierta, como alelado. Pero al fin, pudo salir de ese extraño trance, volvió a sonreír y actuar con normalidad:

Fuego, plumas y luna llenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora