Capítulo 1: el ángel enmascarado. Caro.

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Entre jadeos, con el cabello húmedo pegado a la frente, horrorizada, Caro corría a toda velocidad, sin importarle el dolor que sentía en sus pies desnudos, repletos de cortes y quemaduras. Peor estaba su brazo que exhibía un tajo que manchaba de sangre su blusa blanca. Sin embargo, no se detuvo. No sabía por qué se hallaba en ese sitio, pero vio que la salida estaba frente a ella. Alargó la mano y abrió la puerta. Al trasponer el umbral, se encontró que no había nada del otro lado. Solo un cielo colmado de estrellas y una que otra estela blanca. Estaba tan alto que ni siquiera podía distinguir el suelo. Gritaba. Su cara se desfiguraba en muecas grotescas producto de la velocidad con la que caía hacía el abismo. No quería estrellarse, no quería morir.

<<Quiero poderes también. ¡Necesito volar!>>, pensó desesperada.

No obstante, solo era una humana y no tenía alas como los ángeles. Al fin, vislumbró a lo lejos un bosque que rápidamente se fue haciendo más visible. Caía y caía. Iba a estrellarse. Dejaría un cráter. Sería una muerte tan dolorosa y espantosa.

―¡Aaaaagh! ―gritó, abrió los ojos y se sentó sobre su cama. Le costó varios segundos calmar sus jadeos mientras recorría su habitación con la mirada. Al fin, al escuchar los rugidos de los automóviles fuera, comprendió que había sido solo una pesadilla. Suspiró, se quitó unos cabellos húmedos de la frente y, más tranquila, apartó a un lado las sábanas.

De inmediato, tras un respingo, se abalanzó hacia su celular, el que había dejado cargando toda la noche. Ansiosa, con dedos torpes, abrió la casilla de mensajes y sonrió con ternura. Tenía un solo mensaje y era de Ryan. Se apresuró a abrirlo:

<<Solo quería desearte buen día y suerte.>>

Caro cerró los ojos y suspiró procurando no hacer ruido, como si su vecino pudiese escucharla. Encantada, chequeó la hora en que había recibido el mensaje y decidió que ya que había pasado media hora, podía responder sin parecer que estaba desesperaba. Cosa que sí lo estaba. Escribió con rapidez. Se concentró en no cometer faltas de ortografía pero tampoco parecer muy nerd.

<<Buen día a ti también, Ryan. Gracias por tu aliento. En verdad estoy nerviosa. Supongo que es normal. Espero que tú también tengas suerte. ¿Has visto algún anuncio?>>

Envió el mensaje y ahora solo le quedaba esperar una respuesta. Había sido muy cuidadosa de terminar con una pregunta.

De pronto, tras un respingo, abrió un cajón, tomó una lima de uñas, se agachó y, empuñando con firmeza su arma, espió debajo de su cama. Sin embargo, con alivio, no descubrió enemigos. Sí encontró dos plumas.

<<Ahora tenemos una invasión de pájaros también. Voy a tener que hablar con el administrador del edificio>>, pensó y se dirigió al baño.

Un instante más tarde, colocó agua caliente y un saquito de té en una taza. Se quitó la toalla de la cabeza y se sentó a la mesa. Entonces, tras un suspiro, levantó el azucarero que había dejado sobre la mesa y debajo encontró un papel doblado. Lo abrió y con un resoplido de fastidio, decepcionada, volvió a dejarlo en su lugar y no pudo evitar mordisquear una de sus uñas.

Al rato, con su mochila sobre el pecho, ya descendía por la escalera de metal.

<<No seas una acosadora desquiciada, ya lo verás por la noche>>, se recriminó a sí misma, es que moría de ganas de espiar la escalera del frente. Sin embargo, no tuvo noticias de su vecino. Así que, un poco frustrada, tuvo que salir al fin rumbo a su nuevo trabajo.

Luego del viaje en subterráneo en la línea Sur, ahora estaba en un autobús 236A, por fortuna, no atestado de gente y ella iba sentada en uno de los últimos asientos. Era ideal para mantenerse atenta y vigilar a su alrededor. Cualquiera podría ser un mito enemigo. No les temía tanto como antes pero tampoco cometería locuras, se lo había prometido a Yuri el día anterior cuando se vieron en el Fastburguer de siempre. Cualquier sospecha mínima debía llamarlo para que acudiera en su ayuda. Y por las dudas tenía un pequeño aerosol de defensa personal en sus bolsillos. Pero también, alguna de esas mujeres de cabellos rubios podría ser su madre.

Fuego, plumas y luna llenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora