Montado en una motocicleta, emocionado, ansioso, pero también con mucha culpa, Ryan vestía un buzo azul con la capucha puesta. Había robado el vehículo. Poco le importó que el dueño se hubiese golpeado al intentar detenerlo y quedara tendido en la calle. El demonio estaba encorvado, escondido en una esquina. Desde allí, mientras se rascaba la nuca, vislumbró la terminal de autobuses donde podía oír el rugido de los motores viejos y enormes. Su plan era seguir a Carolina hasta su pueblo Presidente Héller. Quería protegerla. No la dejaría sola. Claro que no deseaba que supiera que la estaba acosando.
<<Seguramente no le agradará descubrir que la espío. Menos si se entera de que soy un demonio>>, se dijo preocupado. Sin embargo, frunció el ceño con decisión.
A su regreso, tendría que continuar con su misión de conseguir la sangre de la sirena. Lograría convertirse en un gran uganor y matar a Dultarión para vengar la muerte de su amada Jodie.
Cuando advirtió que el autobús partía hacia su destino, con una sonrisa, vehemente, esperó unos minutos y al fin, dio una patada para encender el motor y salió tras el enorme vehículo. El motor de su motocicleta aullaba sobre el asfalto. El demonio adoraba ese sonido retumbando en sus oídos.
El viaje fue largo. Sin embargo, Ryan no se quejó ni perdió de vista el ómnibus. Siempre a una distancia considerable y con un casco puesto que exhibía unos dibujos de llamaradas en los costados. Recordó cuando era nómada y viajaba de pueblo en pueblo. Parecía toda una vida de aquello. Ahora no pensaba moverse de la ciudad capital. Primero para vengar a Jodie y, segundo, para no apartarse de su vecina.
Al fin, llegaron al pueblo. Ni bien puso un pie en aquel lugar, como se lo había enseñado su padre, se puso alerta a encontrarse con otros mitos en ese pueblo. Y procuró mantenerse alejado de los perros.
Algo tenso, pero feliz de estar allí, el demonio entonces comenzó a seguir a la joven, siempre a distancia, las manos en los bolsillos y la capucha puesta para intentar no ser descubierto. La vio bajar con su pequeño bolso, parar un taxi y partir. Luego, la distinguió descender en lo que pareció era la casa de su abuela. Y allí estuvo la mayor parte del tiempo el demonio. Lo ojos color café bien atentos, vigilando a la joven desde los árboles y las terrazas de las casas vecinas. Ni siquiera durmió a pesar de que vio como las luces se apagaban en la habitación de Carolina. Al vislumbrar entre las cortinas blancas como la joven se desvestía, desesperado, tuvo que hacer un gran esfuerzo para no colarse por su ventana y decirle cuánto le gustaba. Pero claro, sabía que no sería fácil exponerle lo que sentía y tampoco estaba seguro todavía de poder contener su lado salvaje. Por fortuna, pudo calmarse y, de brazos cruzados, pasó la noche sentado en las ramas de un árbol acompañado del chirrido de los insectos. No durmió ni siquiera las dos horas que acostumbraba como demonio.
<<Que descanses, mi vecina de las preguntas>>, pensó con ternura.
Al otro día, de pronto, alarmado, tomado por sorpresa, vio a la joven salir de la casa y a poco estuvo de descubrirlo si no fuera porque una vecina fue a saludarla. Ryan se escondió detrás de un auto y allí aguardó a que la vecina de las preguntas pasara de largo. Debido a su altura, sabía que con solo verlo, lo descubriría. Obviamente la siguió y descubrió que había ido a visitar a amigas suyas.
<<A ningún macho>>, pensó triunfante y aliviado.
Al fin, emprendieron el regreso. Ryan montó su motocicleta robada y, desde lejos, esperó a que el ómnibus se pusiera en marcha. Le esperaba otro largo viaje. No obstante, todo fuera por proteger a Caro.
Tuvo que detenerse en varias ocasiones para contestar los mensajes de su vecina cuando ésta le contó que había charlado con su abuela. Tenía que simular que todavía estaba en la ciudad capital.
Aliviado de que todo hubiese resultado bien, llegó a Ciudad Pacífico un rato antes que el ómnibus. Ya el barullo de los autos y las personas le dio la cálida bienvenida. Dejó la motocicleta robaba en un callejón sucio y oscuro. Luego, con las manos en los bolsillos, se dirigió caminando a toda prisa hacia Las Colinas.
Entonces, casi atropelló a una anciana que repartía volantes en una esquina. Algunos de los papeles se esparcieron en el suelo.
―Lo siento ―dijo Ryan, se agachó y se apresuró a recoger los folletos. Advirtió que todos estaban llenos de corazones y pequeños seres con alas y flechas.
―¿Ya estás listo para San Valentín? ―preguntó la mujer con una ancha sonrisa.
―¿Eh? ¿San Valentín? ―preguntó Ryan desconcertado y luego, al fin, comprendió―. Ah, esa fiesta de enamorado'.
―Claro ―rió la mujer―. ¿Ya le has dicho a tu amada todo lo que sientes por ella?
Avergonzado, Ryan bajó la mirada e hizo silencio. Le hubiese gustado desaparecer como un mago.
―Oh, no te preocupes. A los hombres les cuesta bastante más que a nosotras. Ánimo. Lo lograrás. Claro que no tienes toda la vida. ¡Date prisa!
―Ajá, lo haré, lo prometo. Hasta luego ―anunció Ryan al fin, muy incómodo.
La mujer sonrió y le entregó uno de los volantes. Ryan tomó el papel, le dedicó una inclinación respetuosa a la mujer y continuó con su camino.
<<A pensar en el hechizo ahora>>, se dijo con apremio.
El demonio estaba ansioso por continuar con su misión. Muy pronto, obtendría la sangre de la sirena. Muy pronto, sería un poderoso uganor y acabaría con las palomas inmundas. Pero debía darse prisa, no le quedaba todo el tiempo del mundo.
<<Y tampoco para decirle a Caro lo que siento por ella>>, recordó como le había dicho la mujer, y, cabizbajo, metió las manos en los bolsillos.
Preocupado, derrotado, continuó caminando hacia su guarida. No podía creer que hablar de sus sentimientos le fuera más complicado que enfrentar a los seres más poderosos y mortales de la ciudad. Sin embargo, con enardecimiento, decidió que desde ese instante, lo intentaría y no estaría en paz hasta lograrlo. Miró el papel lleno de dibujos. En uno de ellos, un chico le decía "te amo" a una joven sonriente. Ryan decidió que él también sería capaz de hacer lo mismo.
Al fin, pudo llegar a su hogar. Entró por la puerta de entrada y aspiró el aire con fuerza por la nariz. Y entonces, sonrió aliviado con su sonrisa sin dientes y los ojos cerrados risueñamente.
<<Manzanas verdes y almendras>>, se dijo con deleite. Su vecina ya estaba nuevamente en su hogar. Cerca suyo otra vez.
ESTÁS LEYENDO
Fuego, plumas y luna llena
Kurt AdamSOLO +18. Esta historia contiene escenas EXPLÍCITAS. Por otro lado, esta historia es la segunda parte y continuación de "Aullidos, flama y un corazón". Así que para no enterarse de un spoiler tras otro, sería mejor leer la historia anterior.