Capítulo 23: La niña encadenada en la torre. Ryan.

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Concentrado, hosco y resuelto, Ryan iba rumbo al cementerio de los monjes calvos manejando un viejo automóvil marca Tiger que robó en un barrio humilde de Pacífico. No llevaba ni siquiera su mochila. Es que no necesitaba la sangre de ese ser ni tampoco podría agregar nada todavía a la vasija. Su objetivo sólo era robar la lanza al guardián del lugar. Con ella, podría vencer a una de las bestias que custodiaban a las sirenas. Sus verdaderos blancos.

<<Al fin pude pedírselo. ¡Y aceptó!>>, pensó de pronto, las manos en el volante, el demonio emocionado al recordar la escena en el edificio. Carolina de las preguntas sería su pareja. Pero preocupado, también recordó que cuando se besaron por última vez, estuvo a punto de perder el control total. Ardió en deseos de llevarla en brazos hasta su departamento. Afortunadamente, pudo contenerse y controlarse a tiempo.

―¡Juro, juro que jamá' utilizaré mi' podere' con ella! ―exclamó con un poderoso grito mientras iba a toda velocidad por la ruta. Todo se daría de forma natural. No sucumbiría a la tentación. Respetaría los tiempos de Carolina. No la presionaría. Claro, que le sería bastante difícil. Empezaba una gran lucha para el demonio.

<<Aunque espero que sea antes de... que se termine mi tiempo>>, se lamentó.

Por fortuna, todo había salido bien esa velada. También por fortuna ella no se había dado por enterada de que la siguió hasta su pueblo. Y no quiso decírselo, pero le alarmó bastante que hubiera tantos pájaros en Presidente Héller. No era un buen presagio. No lo era nada que tuviera plumas.

Ahora no veía la hora de que llegara la próxima cita; pero, por el momento, decidió que debía ponerse serio otra vez y concentrarse en la misión.

Llegó, se apeó, dejo el vehículo y se acomodó los pelos color castaño que se le habían revuelto por la tremenda velocidad. Llevaba puesta una remera con el logo de Star Wars. Esperaba que continuara dándole suerte esa cábala.

Miró a su alrededor. Era un lugar oscuro y silencioso, con un tufo a descomposición humana. El cementerio estaba cercado por un muro alto y repleto de enredaderas. En el borde superior, sobresalían alambres de púas. Sin embargo, no serían problemas para el demonio.

Frunció la frente y respiró hondo. Había llegado el momento. En ese lugar, encontraría al darkta.

<<Te vengaré, Jey>>, se dijo y, con rostro serio, dio un gran salto y sobrepasó la pared.

Ya del otro lado, notó que era un territorio diferente: mucha niebla, frío y un constante sonido de campanillas al viento. Iracundo, activó su vista infrarroja. Solo entonces, comenzó a avanzar por entre las tumbas de monjes. Olfateaba concentrado en hallar el hedor de ese ser.

<<Zanahorias y aserrín mojado>>, se recordó.

Quizás fuera una terrible blasfemia pisar esas tumbas sin el menor respeto; pero la verdad, que poco le importaba al demonio. Como se lo había enseñado su padre, solo debía importarle su propia suerte. Nada más.

Deambuló de un lado al otro. Siempre atento. Sabía que en cualquier momento el darkta aparecería para defender su territorio.

<<Denme su bendición, Ángel Caído y Profeta Denis>>, suplicó mentalmente.

Al fin, alarmado, furioso, oyó el ruido de algo pesado que se arrastraba. Algo metálico. Y al mismo tiempo, una densa cortina de humo amarillenta brotó del suelo. El tufo a fruta y madera podrida se hizo presente.

―Vete. Es la única advertencia que te daré ―oyó Ryan. La voz senil provenía de la nube ambarina.

Sin embargo, Ryan no hizo caso del peligro. Gruñó iracundo. Se convirtió, los cuernos y la cola puntiaguda brotaron de su cuerpo, extrajo su lanza y corrió a meterse en el humo. Activó su vista infrarroja al máximo, ahora podía ver siluetas. Así pudo evitar el primer ataque del darkta. Era un anciano de túnica desgarrada, rostro viejo y arrugado, trenza larga y mugrienta, y de ojos blancos como linternas. Era rápido y evidentemente muy fuerte para blandir una lanza que podía superarlo en altura y era de metal plateado como la luna.

<<Menos mal que no es de oro>>, se dijo con alivio.

El darkta atacó con varias estocadas veloces. Jadeando, Ryan las evitó con mucho esfuerzo. Los golpes rompieron lápidas o crearon agujeros en el suelo ante los pesados impactos. El demonio se concentró. A la próxima embestida del guardián, se agachó y le dio con su lanza en el estómago. Atravesó a su enemigo dejándole un hueco en las costillas. Sin embargo, los huesos se repararon rápidamente. Ryan no pudo salir de su asombro a tiempo. El guardián aprovechó, lo atacó con su lanza y le dejó un tajo rojizo en el vientre. El demonio retrocedió rugiendo furioso mientras se tomaba la zona herida.

<<No será tan fácil>>, pensó preocupado. Quizás tendría que cargar su llamarada de fuego.

El darkta continuó atosigando al invasor con rápidos ataques de su lanza. Ahora sí preocupado y temeroso, Ryan lo evadió yendo de un lado al otro. Al fin, pudo anticipar una estocada vertical. Se apartó. La lanza del guardián impactó en el suelo. Con máxima concentración y precisión, Ryan aprovechó y le cortó el brazo al darkta con su lanza de sangre. De inmediato, agitado, ansioso, tomó el arma de su enemigo, le quitó los huesos y huyó a toda velocidad.

El darkta rugió furioso, una nueva mano le creció y otra lanza surgió de la tierra.

―¡Cobarde! ¡Demonio cobarde! ―gritó furioso.

En otros tiempos, el orgullo hubiese hecho que Ryan regresara y terminara esa batalla. Pero ahora, solo le importaba la misión.

<<Ya tengo la primera arma para enfrentar a Escila y Caribdis. Falta otra>>, se dijo emocionado, lleno de esperanza.

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⏰ Última actualización: Aug 18, 2018 ⏰

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Fuego, plumas y luna llenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora