Capítulo 5: Más sustancia.

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Aquella mañana, luminosa y sospechosamente silenciosa, tres jóvenes armados de escopetas, iban caminando por un bosque, en línea recta ya que cazaban y no debían correr el riesgo de dispararse unos a otros. En realidad, intentaban cazar, pero estaban tan ebrios que sus bolsos estaban vacíos de presas. De todas formas, no dejaban de reír, gritar y disparar al aire.

―¡Esperen! ―gritó uno de ellos de repente y señaló a una mujer que vislumbró entre los árboles. Estaba de pie y miraba el suelo, una capucha le caía a un costado. Sus cabellos eran rubios y lacios. Vestía unos jeans, que resaltaban sus curvas, y estaba descalza.

―Pero... ¿qué es esto? ―agregó el más borracho de los tres y, con una mirada lasciva, lanzó su botella vacía a un costado y se dirigió hacia la muchacha.

―No la asustes, Steve ―le advirtió el último de los cazadores. Sin embargo, también se le cruzó por la mente la misma idea perversa que a su amigo. Eran tres hombres y ella una joven indefensa. En medio de un bosque. Nadie se enteraría. Y ellos no habían tocado a una mujer en dos semanas.

De pronto, la muchacha levantó la mirada. Los tres hombres se quedaron duros, como si hubiesen visto a medusa. Los ojos de la joven eran negros y de ellos, chorreaban una sustancia, como tinta negra. Y detrás de ella, asomaron cinco hombres también de ojos sangrantes.

―¡Quietos, malditos! ―gritó Steven, apuntó a los extraños seres y disparó su escopeta. Uno de los hombres de ojos negros cayó al suelo con un hueco en el estómago del que fluyó más de ese líquido espeso. Y para terror de los cazadores, a los pocos segundos, se movió y, aunque con trabajo, se puso de pie nuevamente―. ¡Larguémonos!

―¡No íbamos a hacerles nada! ¡No se acerquen! ¡Mi padre es comisario! ―amenazó el que había descubierto a la muchacha.

Sin embargo, los seres no se detuvieron. Aparecieron más y más de entre los árboles. Rodearon a los cazadores. Estos apuntaron con sus armas y, con manos temblorosas, horrorizados, dispararon.

Sin embargo, sus gritos, ahora de espanto y dolor, retumbaron y ocasionaron que muchos pájaros huyeran volando, en la quietud de aquel bosque muy cerca de Ciudad Pacífico. 

Fuego, plumas y luna llenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora