Capitulo 23. Veinte semanas

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No fue fácil afrontar estos últimos meses en los que terminamos rendidos y derrotados por no haberlos encontrado, fue como si Carlos y el niño hubiesen desaparecido por arte de magia. Estuvimos días y horas en busca de ellos, pero nada. Según Julián, Carlos no le dejo ni su número o dirección, solo sabe que están en Nueva York. Tarde o temprano tendrán que aparecer ¿no? Una persona no se puede desaparecer así como así.

Hoy, por fin, oficialmente vamos a vivir juntos Julián y yo. No fue fácil encontrar una casa linda y económica, bueno lo de linda todavía no se si sea cierto, economica si.

Madame Curie al principio se opuso, luego le dimos la noticia de que estaba esperando nieto y su cara se  ilumino, con una sonrisa esplendorosa y llena de una dicha enorme y por fin se resigno, nos dejo estar juntos y ya no se empeña en que este alado de Michelle. Ahora la única desventaja que tenemos es que el lugar que consiguió Julián para vivir está un poco alejado de la ciudad, se hace como una hora de camino para llegar a su trabajo.

Nuestra habitación es pequeña, las cortinas están viejas y lejos de tapar la luz que emiten los pocos rayos que entran, solo la opaca tenuemente. 

—Bueno… — dijo Julián mirando a su alrededor —. No está mal, con algo de limpieza quedara linda.

Sonreí y baje las maletas, camine despacio con miedo a que hubiese un hoyo por lo vieja que estaba la madera.

—Sí, con algo de limpieza—mire alrededor yo también y pase mi dedo por la venta polvorienta que da hacia un lago—. Mucha limpieza. 

El asintió y se sentó en la cama con un colchón viejo y usado, todavía mirando a su alrededor. Ahora entiendo porque salió tan económica. 

—La convertiremos en una gran casa —insistió Julián al ver mi cara de desaprobación.

Lo único lindo de este sitio es el patio y el bosque que nos cubre. Es hermoso con los pinos altos y fríos. Esto da un toque romántico y acogedor a nuestro nuevo hogar.

Apenas tuve una discusión sobre esto con Julián, yo me quería quedar en México, pero él no. Luego prometió que si no lograba que me gustara esta casa nos regresaríamos...

—Programe una cita con el médico, a las veinte semanas tendría que volver para hacerme de nuevo una ecografía, ¿quieres acompañarme? —comente, mientras recorría la casa vieja.

El cuarto de baño me dio un poco de miedo, olía a humedad y viejo. La ventana que estaba alado de la regadera estaba rota, el escusado estaba lleno de moho y el lavabo, a punto de caerse, igual tenía moho.

—¿Y puedo pasar contigo? —Pregunto Julián siguiéndome. Cuando entro al baño puso una cara de asco que me empecé a reír.

—¡Claro! Así que hay que apúranos a lavar esta linda casa.

Me beso. Lo bese.

Julián termino haciendo todo el aseo, intente de ayudarle pero él no me dejo, lo cual agradecí porque con trabajos puedo agacharme. Lo peor de esto es que no poder dormir boca bajo, es un infierno por el simple hecho de que yo dormía así desde siempre.

Cuando Julián acabo de hacer el  aseo por fin fuimos a mi segunda ecografía. Según esto, el doctor me dijo que la segunda exploración ecográfica se realiza en la semana veinte por vía abdominal. Es la más importante de las tres porque puedo ver mejor la forma, puedo ver si tiene alguna malformación y  además, si quiero y si la colocación del bebé lo permite, podre saber con una fiabilidad del noventa por ciento el sexo de mi hijo. Por tanto, esta ecografía es la más esperada por toda embarazada, ya que tranquiliza saber que no se ve ninguna malformación fetal.

Valió la pena esas dos horas de camino. Ya dentro, el médico pidió que me alzara la playera, después unto un gel especial sobre mi chicharito y luego me empezó a señalar lo que era su cabeza, la columna, la cara con la boca, nariz y ojos, el tórax y las piernitas.

A pesar de que Julián tuviera una cara de que no entendía nada al ver aquellas imágenes, se le escapo una sonrisa de satisfacción. También para mi es difícil ver algo nítido en los cortes transversales porque son imágenes anatómicas difíciles de interpretar. Luego que el médico empezó a guiarme poco a poco, me fui emocionando al distinguir a mi bebé con claridad. Fue imposible no llorar cuando escuche sus latidos, en el cuanto retumbaban los latidos me empecé a emocionar más y sentí que se movía. Los ojos se me humedecieron y se me escapo una sonrisita de los nervios. Voltee a ver a Julián que sostenía mi mano fuerte, él parecía tan sorprendido como yo, su cara era de un niño admirando algo nuevo, algo que jamás se imagino de presenciar, parecía tan emocionado como yo.

—Felicidades, están esperando un varón.

Cerré los ojos y las lágrimas rodaron por mis mejillas. Julián me planto un beso y susurro al odio "Te amo, chillona" 

El médico hiso las revisiones de todo y agradecí que mi hijo estuviera sano. 

Tratare de subir otro capítulo más en la tarde :D

El miedo a perderteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora