Capitulo 22.Secretos de Silvia

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 JULIÁN

Alex se fue desde las seis de la  mañana al aeropuerto, para ir a ver como seguía Silvia de su salud. Lamentablemente yo no la pude acompañar, por razones de trabajo, aunque dentro de una semana llegare.

—Ingeniero, alguien los busca.

—¿Quién es?

—No me quiso dar su nombre.

La chica de los cafés se retiro. Tome mi saco y salí de las oficinas.

A la hora de que salgo me llevo una gran sorpresa al ver a Carlos, el que era novio de Abigail.

—¡Julián, el ingeniero! —Chocamos las manos como solíamos hacerlo.

—¿Que te trae por aquí, Carlos? Hacía años que no te veía, ¿qué tal te va todo? —Pregunte, riendo por la extravagancia de él.

Carlos rió también y abrió la boca para contestar pero una voz ahogada lo hizo por él: 

—Genial, necesitamos irnos lo más pronto posible y tú te quedas platicando, Carlos. 

Fije mi mirada en aquella voz, entonces a una chica de estatura baja, con lentes redondos y el cabello totalmente rubio, cruzando los brazos volvió a reclamarle a Carlos, a lado de ella tenía a un niño igual, rubio, bien vestido y con unos ojos que, por sorpresa, me recordaron a Silvia, lo que me llevo a pensar en Alex, la duda sobre si ya habría llegado a México.

La chica parecía molesta y tenía cara de pocos amigos. 
Estrés, pensé. Ya que el niño había empezado a llorar.

—¿Cómo te llamas? —Le pregunte con una sonrisa al pequeño. 

El niño no contesto y empezó a llorar más.

Borre la sonrisa de mi cara y entre en pánico. ¿Acaso así será mi hijo de chillón? Desde que Alex me dio la noticia de que está esperando un hijo, todos los días pienso en como será y tenerlo en mis brazos, luego hay tiempos en que me arrepiento por ver a niños como este, tan chillones.

—Lo siento, esta un como engentado — dijo la chica que igual parecía engentada. Lo cargo y lo llevo a fuera.

—Perdón, me tengo que ir, sino esta mujer me mata. Habrá otro día en el que podamos hablar a gusto ¿verdad?

Asentí con la cabeza. No me dio tiempo ni siquiera para pregúntale por qué estaba en Nueva York con un niño y una mujer.

Me incorpore de nuevo al trabajo...

Una semana después

La semana se paso muy lenta, raramente habla por celular con Alex, ya que adentro el hospital no había buena señal.

Por lo que me cuenta Alexa, Silvia va empeorando y por lo que dice, ve a Silvia rendida.

Una hora después de que el avión aterrizo llego al hospital y me dan con la terrible noticia de que Silvia acababa de fallecer. Alex se encontraba mal, pero a comparación de Tony la podría ver normal. Él se veía destrozado, como si hubiera perdido el rumbo sin Silvia.

Luego de la triste e interminable noche de velorio, trasladaron a Silvia al cementerio.

Llegando a la casa de Tony, lo ayudamos a guardar las cosas de Silvia en bolsas para después donarlas, eso fue su última petición que le hizo a Tony: "Quiero que todas mis pertenencias las dones, excepto mi academia y mi leotardo, esas te las quedas tú".

—Sabes, esto me está costando trabajo —su voz de Tony se quebró—. No puedo.

Aventó la camisa de Silvia y salió del cuarto.

Alexa permaneció callada todo el día, se encontraba seria y agobiada, eso sí, sin soltar una sola lagrima.

Pareció que Alex hubiese esperado que Tony se fuera, porque rápidamente saco un sobre amarillo y de esté saco una carta.

—Mira, Silvia me la dio antes de que muriera—extendió la carta. La tome y la desdoble, encontrándome con la misma letra con la que me había escrito, hace más de un año, una carta sobre la mamá de Alex.

Alexa: Cuando este leyendo esta carta, lo más seguro es que yo este del otro lado. Te escribo esta carta para decirte que él tiene seis años, es rubio y tiene los ojos de su madre. Vive todavía con su padre junto con otra mujer. Él no sabe nada, no sabe que tiene abuela, ni mucho menos tía. Sé que merecías saberlo, pero no me animaba, el secreto lo guarde por el bien de ti y del niño, me he arrepentido por haberte mentido, comprende que lo hice por la memoria de mi hija.

Las manos de Alexa temblaban, junto con sus labios.

—¿De quién crees que esté hablando? —Pregunto Alex.

Vuelvo a leer la carta y cada una de las características las voy relacionando. ¿Niño de seis años con cabello rubio? ¿Tiene los ojos de su madre? ¿Los ojos de...?

Los labios de Alex se entreabrieron y antes de poder decirme otra cosa, dije:

—No tengo idea.

—Ponte a pensar Julián. Recuerdo que justamente hace seis años murió Abi dando a luz, recuerdo que ese día velaron a los dos, pero Silvia no permitió que abrieran la caja del bebé.

—Alex, creo que te estás equivocando.

—¡No!, Silvia me está hablando del bebé de Abi en esta carta, que está vivo , pero ella prefirió morir antes de decirme donde esta mi sobrino.

—Tu imaginación está llegando al límite, Alex —reí nervioso.

—Claro que no, Silvia escribió eso porque hablaba del bebé, que está vivo ya tiene seis años y en no sé que, en alguna parte del mundo está con su padre.

—O tal vez lo hizo para atormentarte.

Alexa alzo la ceja. En eso escuchamos un golpe a bajo de la casa, sentí un silencio y guarde la carta.

Baje las escaleras seguidas por Alex y Tony estaba aventando todos los objetos de vidrio.

—¿Por qué? ¿Por qué a todos los que amo me dejan? —Grito.

Alex se acerco con los brazos extendidos, pero al llegar ante él se arrepintió. Tony la volteo a ver y se quedo unos instantes mirándola, contemplando a una mujer encantadora tratando de calmar la situación. Sus labios temblaban y lloraba de tristeza. Tony la abrazo y Alex lo lleno de carisias, implorándole que se tranquilizara.

Un raro sentimiento me envolvió: un especio de ternura y envidia.

Se sentó delante de él y luego empezó a platicarle varias cosas que hacían juntos, antes.

Tony se tranquilizo por arte de magia y apoyo su cabeza sobre el hombro de Alex. Ella se volteo a verme y me regalo un beso, de esos que se mandan al aire.

El resto de la tarde estuve pensando en aquella carta. Caray por qué Silvia tenía que ser tan... maldosa y dejarnos con la duda.

—Alex —susurre a su oído.

—Dime —contesto en voz baja mientras se acurraba en mis brazos y yo pasa una de mis manos por su vientre, acariciándole, tratando de no hacer ruido para que no se despertara Tony. 

—Lo vi hace una semana. Te ayudare a buscarlo.

El miedo a perderteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora