|Capítulo 5 |

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No soy consciente del paso de los días, el fin de semana ha llegado y ni siquiera me di cuenta, el ultimo día que miré a Leo fue el lunes, el martes me enteré de todo aquello y prefiero esa distancia que ha tenido conmigo porque no sé como reaccionaré frente a él. Tampoco se ha comunicado conmigo y eso me relaja un poco y al mismo tiempo me altera sin saber qué es lo que está haciendo.

Me levanto de la cama y salgo en dirección al baño, hoy me levanto más temprano que de costumbre, ya dentro del baño lavo mis dientes y me quedo mucho tiempo en la ducha, meditando. No he dormido mucho en estos últimos días y he tenido que esforzarme demasiado para no tener que recurrir al liquido ambarino o transparente y siempre termino cediendo.

Me visto shorts deportivos con un extravagante estampado, la camisa es sin mangas y con un escote deportivo y femenino, en conjunto con mis tenis deportivos, amarro mi cabello en una coleta alta.

Salgo de la habitación y me dirijo hasta la cocina, me bebo un vaso de jugo de naranja como desayuno, saldré a correr así que necesito algo que no me haga peso. Lavo lo que utilizo y salgo de la cocina tomando las llaves dispuesta a salir de casa, cierro la puerta y me giro para dar un paso y hacer un estiramiento, pego un brinco cuando lo veo de pie frente a mí, me llevo una mano al pecho, de verdad que me ha sacado un susto de muerte.

—¡Mierda!

Sonríe de lado.

—¿Vas a algún lado? — dice mientras inclina la cabeza hacia un lado, su media sonrisa desaparece de sus labios, me observa con intensidad, detenidamente, sus ojos van desde mis pies, suben con una lentitud infernal por mis piernas, se detiene por unos segundos en mis caderas luego sigue su camino por mi abdomen y el escote de mi camisa, mi cuello, mis labios, y al final mis ojos.

Oh, mierda. Siento demasiado calor.

Me remuevo observando mi alrededor, siento mis mejillas arder y el sudor cubrir mi piel. Me vuelvo a verlo, está viéndome con esos dos preciosos iris grises que en este momento siento que me desnudan.

Paso saliva.

Él viste tan bien, su camisa blanca tiene dos botones abiertos que dejan a la vista la línea de su clavícula y su pecho, duro. Sus mangas están dobladas hasta los codos, unos vaqueros negros que se le ajustan bien. Luce tan bien que siento más calor recorrerme, paso saliva con dificultad y abro ligeramente la boca para respirar.

Mi decisión de hacer mi trabajo se ve un tanto afectada al verlo, dudo, no sé si seré capaz de actuar profesionalmente. Estoy en un dilema del que ahora no quiero ahondar mucho, solo debo concentrarme en pensar que es malo y que podrá herir más personas si no obtengo las pruebas necesarias para capturarlo.

—Me asustaste. — digo, mi voz se escucha agitada, de la misma forma en la que está mi respiración.

—Tuve una semana muy ocupada, se me hizo imposible venir a verte. — explica, trago saliva, nerviosa.

—No te preocupes, está bien. — intento sonreír, pero estoy demasiado tensa y solo logro crear una mueca nada agradable, sacudo la cabeza y bajo la mirada.

—Estas algo tensa, Lía. ¿Ocurre algo? — indaga con su ceño fruncido, niego rápidamente.

—No, es solo que... pensé que te habías arrepentido — miento, he olvidado que puedo ser muy convincente si me lo propongo.

Frunce el ceño y niega, coloca sus manos dentro de los bolsillos de sus pantalones y puedo observar bien como sus músculos se contraen.

¡Dios!

—Claro que no, como ya te dije fue una semana difícil...

—No tienes por qué explicarme nada — lo interrumpo rápidamente — yo lo entiendo, tienes tu empresa y necesitas estar a cargo de ella.

Dulce Mentira |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora