|Capítulo 12|

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Al día siguiente salimos de casa después de desayunar, un gran pájaro blanco nos esperaba, entramos al jet y poco después despega elevándose en el cielo, suelto un suspiro ahogado y aprieto los dedos en el asiento.

—¿No te gusta viajar? —susurra, abro un ojo observándolo frente a mí, él luce tan fresco y atractivo como siempre, con esa camisa blanca que se le ajusta en los lugares adecuados y deja a la vista parte de su pecho.

Paso saliva y sacudo la cabeza intentando relajarme, claro que eso no sucede.

—No me gustan... —me detengo un segundo—. No me gustan los aviones.

Asiente y pronto una azafata se acerca.

—Dos tragos. —ella asiente y no tarda mucho en regresar con dos bebidas, le da uno a Leo y otro a mí, sin pensarlo lo tomo de golpe sintiendo el familiar ardor en la garganta.

—Tienes suerte de estar herido, porque de lo contrario estaría en tu regazo.

Se encoje de hombros dando un trago a su bebida.

—No me molestaría que estuvieras aquí. —sonrío mordiendo mi labio.

—Eso no pasará. —quito el cinturón de seguridad y me relajo un poco en el asiento.

—Te ves preciosa. —es la... ya ni siquiera recuerdo cuantas veces me lo ha dicho, visto un ajustado vestido que no sé de dónde lo sacó, pero pidió que me lo midiera, de color negro, un diseño que queda más largo de mi pierna izquierda y más corto de la derecha, un corte que se ve sensual y acaricia mi cuerpo, acompañados de unos tacones con correa en mis tobillos.

—Debo admitir que tienes buen gusto. —sonríe, arrogante.

—¿Lo dudabas? —enarco una ceja.

—En realidad no. —sonríe, satisfecho y no dice nada mientras su mirada va a su ordenador.

—Tengo un regalo para ti. —abro los ojos y lo observo sacar una caja rectangular del bolsillo interno de su traje, humedezco mis labios sin moverme, lo observo abrir la caja color negro y de inmediato un precioso collar dorado queda a la vista, tiene forma de medallón con un diseño de flores que se ven dibujadas en él.

—Leo... —suspiro, se levanta de su asiento y se ubica a mi lado mostrándomelo más a detalle, es precioso y me da la impresión de que es uno de esos en los que puedes guardar una pequeña fotografía—. Es... hermoso.

Levanto la mirada a su rostro, él me sonríe, cariñoso y saca la joya de la caja para dejarla en mis manos unos segundos y dejarme verla a detalle.

—¿Por qué me das esto? —susurro observando nuevamente sus ojos.

—Quiero que lo tengas, pensé en ti cuando lo vi, en lo hermoso que se vería en tu cuello. Te lo iba a dar el día que me acompañaste a M&M, pero... ya sabes. —muerdo mi labio y observo nuevamente el medallón para después saltar a él en un abrazo.

—Me encanta. Gracias. —beso su mejilla y me separo de él—. ¿Me ayudas? —asiente tomando el collar de mis manos y yo le doy la espalda levantando mi cabello para ayudarlo a colocarme el collar, está frio y sus manos también así que me sobresalto cuando ambas cosas hacen contacto con mi piel.

—Listo. —me doy la vuelta y observo el collar nuevamente tomándolo entre mis dedos, sonrío y él se acerca para darme un beso en la frente—. Me alegra que te guste.

Después de algunos besos en forma de agradecimiento vuelve a su lugar y a perderse en su ordenador mientras yo sostengo mi collar entre mis manos con una sonrisa en los labios.

Dulce Mentira |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora