Rompecabezas

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—¡Qué hermosa música!—exclamo Nastia con emoción al escuchar el disco que Iman traído para ella. La música era tan melodiosa, pero a la vez tan triste que a su mente se vino la cara de Svetlana. Esa música parecía describirla con sus notas.

—¿A que sí? El intérprete, no que va—rectifico—, el genio de ese disco es mi cuñado—le presumió con vanidad. A Iman le fascinaba contarle a todos sus conocidos acerca del talento de Blake.

Con el paso de los días, Anastasia e Iman habían congeniado bastante bien. Las charlas eran amenas, parecían estar muy interesadas en sus vidas y era comprensible porque para ellas ambos lados del muro eran desconocidos. La Teniente le llevaba libros, dulces y disco para que no se aburriese el resto del día y Anastasia le contaba algunas memorias de su vieja vida y de sus amigos a los que tanto echaba de menos. Ya se había memorizado los tres nombres que ella mencionaba: Fabian, Svetlana y Volker. A veces la Teniente sentía algo de envidia, pues la pelirroja parecía ser muy querida por casi todo el mundo. Pero enseguida borraba esos pensamientos de su cabeza, Nastia había vivido en un ambiente tan inhumano que era lo mínimo que podía merecer por ello.

—¿Cómo se llama el artista?—pregunto Nastia.

—Blake Lütke—respondió canturreando su nombre. La sonrisa de la pelirroja se borró enseguida. Ese nombre era el del chico del cual estaba enamorada Svetlana—¿Estas bien?—pregunto Iman al ver el cambio de humor tan drástico de la pelirroja.

—Si—agacho la mirada avergonzada.

—¿Segura?—inquirió poco convencida.

—Si, muy segura—sonrió—. Mejor cuéntame de Blake ¿Es tan famoso que ya tiene un CD?—pregunto con cierta ilusión. Pronto Lana le llamaría desde Oriente, como hacia todos los días y podría contarle algunas cosas de él.

—Si y no solo eso, el dará una serie de conciertos en el Teatro de la Opera de Berlin—le respondió con emoción. La pelirroja la miro impresionada—, lo cual es un logro impresionante, apenas tiene veintiún años.

—Me imagino, es tan joven—Iman asintió con alegría.

—Si y es un excelente ser humano. Si pudiera lo traería hasta aquí para que lo conocieras y tocara algo de música para ti ¡Las veces que lo he visto y he oído sus canciones la piel se te eriza!—le comento con una enorme sonrisa—. Pero—lanzo un suspiro que borro su alegría—él no es muy feliz y toda su tristeza la transforma en música—Nastia sonrió de lado—, creo que por eso sus canciones tienen tanto éxito.

—¿Por qué no es feliz?—pregunto melancólica.

—Amor imposible—contesto con un suspiro— Cada vez que lo veo, me doy cuenta de lo afortunadas que somos—le comento con tristeza. La pelirroja pensó en silencio, era tan inverosímil que el mundo fuese tan pequeño como para que ella estuviera a una persona de conocer al chico que había vuelto loca a Svetlana. En Occidente vivían millones de personas y no tenía que irse tan lejos, en Berlin Occidental debían habitar miles más como para que ella tuviese esa suerte. Pero lo que más le impresionaba, era el hecho de que aquel joven estuviese sufriendo tanto como su pequeña amiga. Iman miro su reloj.

—Tengo que ir un momento a los laboratorios—le informo dándole un libro y la caja del disco—. Vuelvo enseguida—le guiño el ojo—y cuida por mi ese CD, es valiosísimo para mí—le dijo dirigiéndose a la salida de la habitación. La pelirroja asintió y espero a que ella saliera del lugar para volver su mirada a la caja. Sonrió al verla, era tan bonita que se le llenaron los ojos de lágrimas. Paso cerca de quince minutos prendada a la portada, recordando a su amiga e imaginándose al pianista hasta que le llego una alerta a la portátil que le habían dado en el CII para comunicarse con Oriente. Estaba recibiendo una video llamada desde la base de operaciones central. Dejo el CD aun lado de su cama, apago el reproductor y acepto la llamada. Era Lana quien le marcaba

Antes del amanecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora