El parque

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Esta vez no tengo excusa para la demora para publicar capitulo. Lo siento mucho, espero que no vuelva a suceder esto y que les guste el capitulo, nos vemos la siguiente semana. Gracias por leer y esperar :D. ¡Felices fiestas!

Andreas estaba sentado en una banquita de su parque favorito en Berlin oriental. Estar  en esa banquita mirando los arboles y la tranquilidad del lugarle traía buenos recuerdos de cuando su vida no pendía de un hilo, de las agradables charlas que mantuvo alguna vez con Lana, la musa de Blake y cuando no tenía que preocuparse por actuar todo el tiempo. Pero esta vez, no estaba solo dos cabos custodiaban su visita. Desde que se había hecho público el anuncio de que el nuevo Secretario de Estado apenas cumpliría treinta años, su cara había parecido en todos los periódicos y noticieros del mundo Oriental, que relataban una y otra vez la valerosa historia del joven que por amor al partido denuncio los crímenes de su adorado tío. Por esa razón, el Camarada Heisenberg decidió que siguiera viviendo por una temporada más en su casa, pues era muy inseguro para el joven vivir solo. Temían que Richard mandar asesinarlo por haber lo traicionado, así que esa era otra de las razones por la cual tenía a dos de los mejores militares del país como su seguridad personal.

Su vida había cambiado radicalmente, pues de un momento a otro la gente lo miraba con temor o con admiración, cuando antes pasaba desapercibido. En el ejército lo habían ascendido rápidamente a General, lo cual lo entristeció más que enorgullecerle, pues era un grado que no merecía pero de acuerdo a las leyes Orientales era necesario para que tomara protesta de cualquier cargo en una Secretaria. Sus labores como Secretario de Gobierno eran un poco aburridas, tenía que leer montones de oficios, firmar otros más, tener platicas extra confidenciales con otros mandatarios o secretarios, tenía acceso a los archivos secretos de cualquier organización o persona y también tenía los fines de semana libres, que era lo que más le gustaba, porque así podía dedicarse a realizar algunas investigaciones y por supuesto a sus amados avances tecnológicos.

Pero esa tarde, donde se tomó un descanso sostenía tres cartas en sus manos. La primera era del ministro Lütke, que lo felicitaba en nombre del presidente y de el mismo por su gran actuación en la gran Sala, ya que nunca se imaginaron que fuese ascendido al puesto de Lundberg, a lo mucho esperaban que le dieran la presidencia en la Sala Juvenil, pero el supero cualquier exceptiva y con ello aumentaron sus tareas de investigación. No le vio gran problema a ello. Solo tendría que escanear todos los documentos confidenciales o de cualquier utilidad y los enviaría a  través de su programa. Si por fin se había decidido a redactar una larga carta explicando las funciones del programa y su uso, era el momento adecuado para ponerlo a trabajar, le ahorraría toneladas de trabajo peligroso de transporte a la caverna a Leedman.

La segunda carta era de su madre, que como siempre le mandaba una larga lista de preguntas que siempre incluían si comía bien y si ya tenía una novia. Por supuesto, la primera respuesta era siempre afirmativa y la segunda negativa. Andreas cumpliría en realidad veintinueve años, pero ya eran bastantes años por lo cual su madre siempre le insistía en que era tiempo de que el joven militar se casara y le diera nietos, pero para el joven rubio esa idea parecía cada vez más lejana.

Y la última carta, que fue la que de mejor humor lo puso. Aun no entendía por qué Maximilian seguía enviándole cartas si podían hablarlo por internet. Quizás se debía a que últimamente ninguno tenía tiempo, entre la misión y el castigo del castaño por su infantil comportamiento con la Teniente, no habían hablado por semanas o meses, ya ni si quiera se acordaba bien. Muy probablemente también seguía escribiendo en un intento de despistar a todo el mundo en la CII hasta que Andreas se decidiera a contarles de su innovación tecnológica. Afortunadamente para el castaño, el Capitán Strunz no le contestaría la carta porque le mandaría un email comunicándole lo que pensaba hacer, pues el seria el vocero en el Congreso Occidental para presentar su programa y que fuese aceptado y además si le respondía la respuesta llegaría demasiado tarde.

Antes del amanecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora