El programa oriental

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—Veras, Lana—dijo nerviosamente Andreas, mientras caminaba a lado de la pelinegra rumbo a la casa de esta—, me gustaría que me hicieras un favor.

—¿Un favor? Claro, si puedo ayudarte en algo con gusto—sonrió.

—¿De verdad?—ella asintió con la cabeza—¡Excelente! Este sobre—dijo sacando de su abrigo un sobre blanco que la pelinegra miro con intriga—contiene un chip para activar un programa—lo extendió y ella lo tomo—. Yo hice ese programa, lo he probado en mi computadora y funciona bien, pero necesito probarlo en otra máquina para ver si funciona correctamente y pensé que tú podrías ayudarme—Svetlana tenía una expresión curiosa y emocionada. A ella le encantaba ayudar a la gente, pero pocas veces tenía la oportunidad de hacerlo y más en una situación importante. Además le hacía mucha ilusión saber que Andreas hacia programas para computadoras pues ella sabía lo inteligente que era el chico y lo mucho que le gustaba la tecnología.

—¿y de qué es el programa?—inquirió Lana guardando el sobre en uno de los bolsillos de su abrigo.

—Es una sala de chat—respondió inhalando profundo. Ambos instantáneamente se detuvieron y la profunda mirada de Andreas se clavó en los ojos de Lana, que intuyo que había otra cosa más importante en esa respuesta—para comunicarte con Occidente—soltó de la forma más seria que pudo. La pelinegra empezó a reír descontroladamente pues eso tenía que ser un chiste, todo el mundo sabía de las barreras tecnológicas que había para evitar infiltraciones, solo las personas más capacitadas lograrían traspasar una, pero ni si quiera lo harían desapercibidos. Pero al notar que la seriedad no desaparecía del rostro de Andreas, entro en pánico.

—¡Andreas!—exclamo alterada—¡Es una locura! Podrían detenernos y enviarnos a la cárcel y…—el rubio la tomo de las manos. Él esperaba esta reacción por parte de la joven al enterarse del programa.

—Tranquilízate, Svetlana—le dijo en un tono comprensivo—, he estado trabajando un mes con el, incluso dentro del departamento y no me han detenido; es muy seguro—ella lo miro no muy convencida.

—Pero no entiendo ¿Por qué si eres el seguidor número uno del partido quieres  comunicarte con los occidentales?—Andreas se rio.

—Debes estar bromeando Lana, tú me conoces sabes que solo estoy fingiendo. Quiero engañar al partido, quiero llegar a un buen puesto donde sea fácil derrocarlo, yo quiero que seamos libres. Hice este programa porque me encantaría poder contactar a alguien en occidente que pueda ayudarnos—el brillo en los ojos de la pelinegra regreso, lo cual animo un poco más a Andreas pues sabía que la estaba convenciendo—¿Piensas que me gusta vivir así? No, por supuesto que no pero, si me rebelo solo jamás cumpliré mis sueños, pues me meterán a la cárcel, en cambio sí me gano su confianza, será fácil vencerlos ¿no crees?—inquirió haciéndola sonreír. Él era un soñador, era la primera vez que ella lo escuchaba oír con tanto sentimiento de algún tema y sin duda lo conmovió. Como alguna vez escucho, soñar no costaba nada.

—Pe-pero ¿por qué quieres dármelo?—inquirió dubitativa, aún estaba insegura acerca del tema; quizás el programa era seguro, pero seguía siendo un delito. Él bufo.

—Por qué en primera y única razón, eres la única persona que conozco que apoya a Occidente y confío ciegamente. Dime, ¿no te gustaría saber cómo es del otro lado? ¿conocer a algún chico o chica de tu edad y entablar una amistad?—le cuestiono con alegría, ella lo miraba temerosa. Lana pensó en que quizás él se estaba volviendo loco—.Tendrías tantas cosas de que hablar, tendrías la oportunidad única de poder ser por momentos libre del régimen…—la joven dejo de prestar atención al discurso de Andreas, pues un rostro que empezaba a difuminarse en sus memorias recobro su forma en su mente, Blake. Sintió una especie de adrenalina correrle el cuerpo, si Andreas no la estaba engañando ¿podría tener una oportunidad de conocerlo?, se preguntó con cierta emoción.

Antes del amanecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora