17. Pablo

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Tantos años.

Tantos años como educador de jovenes, del futuro de nuestra sociedad.

Tantos años de disfrute conociendo personas increíbles, asombrosas.

Tantos años que se hicieron añicos por una sola persona: T.A.I.

Mi esposa no me reconoce. Mis hijos, Rodrigo y Cristián, dicen que estoy apagado. Que estoy, pero no estoy. Como si mi mente estuviera viajando por otros lugares.

No puedo evitarlo. Soy el responsable de todos los chicos de tercer año. Debería haber sido capaz de cuidarlos.

No puedo evitar tener culpa, ni tampoco estar las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana pensando en quien será la próxima víctima.

Y nuevamente pensar y sentir que no puedo evitar su muerte. No hay nada que hacer que no esté hecho.

¿Quién puede estar tan desquiciado para acabar con tantas vidas?

Tres días pasaron del ataque de Diego. Julián se está recuperando y Lorena, la preceptora, me informó que ya está por volver a su hogar.

¿Y yo que hago acá en mi oficina? ¿Cómo es que esta escuela sigue abierta después de que un asesino serial se llevara tantas vidas y uno de los alumnos entrara con un arma?

Bueno, todo eso es culpa del gobierno. El comisario me llamó luego de la charla amena que tuvimos el día de los disparos y me notificó que, a pesar de que yo no quisiera, la escuela seguiría abierta.

Quise disuadirlo, incluso le dije que lo mandaría a juicio, pero él tenía un as bajo la manga. Nunca me hubiera esperado que Damián me respondiera que tenía el apoyo de Mauricio Macri, nuestro presidente.

Macri gato. Sabía que no había que votar a Cambiemos. Igual, antes de que vuelva La Cámpora me quedo hasta con Mirtha Legrand.

Cuando Damián me lo dijo supe que estaría, de una vez por todas, cruzado de brazos. Ya no me quedaría nada que aportar, opinar o decidir respecto a todo lo relacionado con T.A.I y la escuela.

Si el presidente lo autoriza, ¿cómo puedo siquiera decir "mu" sin que me critiquen?

Pero esperen, esto no termina acá. Resulta que Macri se va a acercar mañana viernes 20 de octubre hasta la escuela Alfonsina Storni a tener una reunión conmigo y Damián. Estoy segurísimo que esta fue una decisión propia del presidente, puesto que su gabinete y asesores nunca autorizarían ni aprobarían que se acercara a una zona tan peligrosa, corriendo un riesgo enorme de que atenten contra su vida.

Habrá que aprovechar. No se tiene una reunión con el presidente todos los días. Lo único que me duele es hacerlo a costa de chicos muertos. De mis chicos. Bajo mi responsabilidad.

¿Qué estoy diciendo? ¿Aprovechar qué? Acabo de sonar como un hijo de puta egocéntrico. Yo no soy así.

Te detesto, amigo invisible. Detesto lo que nos hacés a mí y a todos. No hay justificación para vos. No tenés razón de ser para acabar con la vida de tantos pibes inocentes.

Bueno, ya me calmé. Creo que mis pensamientos terminaron siendo palabras e incluso gritos, puesto que cuando recapitulé, la preceptora Lorena estaba en la puerta de mi oficina observándome entre asustada y sorprendida. Mierda.

-Ehm, perdón por molestarte, Pablo -me dijo entrecortada. Le hice un ademán de que no pasaba nada-. Pasó algo terrible.

-¿Peor que todo lo que pasamos? -pregunté escéptico.

-Creo que sí. ¿Viste que a Diego Lapaño lo internaron en un psiquiátrico?

-Sí, lo fui a ver ayer -contesté. No quise imaginarme a donde llevaba esta conversación.

-Resulta que me acaban de decir que... -se entrecortó. Lorena no terminaba la frase.

-¿Qué te acaban de decir?-respondí impaciente. Sentía como mis piernas estaban por saltar de la silla del pánico.

-Que Diego se suicidó.

Hasta aquí llegué.

Tu amigo invisible #1 [EN LIBRERÍAS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora