27. Yo, TAI

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Me sobreexalto y emociono al pronunciar esas palabras que tanto se me habían negado decir durante la matanza: soy tu amigo invisible.

Papá y mamá me observan desde la penumbra del sótano, convencidos como yo de que hicimos lo correcto.

Libramos a todos mis compañeros cuyas almas estaban perdidas y cuya miseria era irreparable.

Para el resto, los que presencian el acto final, depende de ellos. Bueno, dependió de ellos. Ahora depende del Juicio.

Inspiré hondo, y me sentí lleno, vivo. Era hora de que mis invitados escuchen una triste historia.

-Todo comenzó cuando un grupo de chicos de quinto año molieron a golpes a mi hermano hasta matarlo. Disculpen, reformulo. Como presencié que molieron a golpes a mi hermano hasta matarlo.

No, el no se suicidó como creían ustedes. Es muy interesante como la mente intercambia un recuerdo ficticio para protegernos de uno real y mucho peor.

No, él no era mala persona. De hecho, era mejor que cualquiera de nosotros.

Noble, atento, educado, amable, pacifico, calmo.

Pero, ¿a quién le importa, no? Si lo podemos usar como saco de boxeo para hacerle la vida imposible, sirve.

Esos chicos lo hostigaron por meses. Y él, tan reservado, nunca dijo una palabra. Se guardó todo. Incluso le hizo prometer a sus amigos que no dijeran una palabra.

¿Qué se ganó? Una muerte terrible.

No lo culpo. Nunca podría hacerlo. Tenía un corazón demasiado bondadoso como para hacer cualquier tipo de mal.

Éramos una familia común y corriente de clase media con sus dos hijos que asistían a una de las más prestigiosas escuelas de todo Buenos Aires, y de un momento a otro, ya no éramos ninguna de esas cosas.

¿Acaso esta noticia trascendió por la televisión y los diarios más reconocidos del país?

No. Los padres ricos de los chicos abusadores cubrieron todo, y el colegio se lavó las manos.

Mis padres ni siquiera fueron capaces de defender a su hijo muerto. Abogados costosos, trabas legales: hicieron lo imposible para enterrar el secreto.

Y lo lograron. Tuvimos que mudarnos a la otra punta de Buenos Aires. Comenzar de nuevo.

Pero no, no dejaríamos la causa impune.

El corazón de nuestra familia se había vuelto el más negro de todos. Sabíamos bien que aquellos chicos que despreciaron incontables veces a mi hermano eran intocables, y no, no nos quedaríamos de brazos cruzados.

Carla y Rubén, mis viejos queridos. La muerte de Pablo los destruyó por completo. Nos destruyó a todos.

Así surgí yo. Así surgió mi personaje. Así surgió el amigo invisible.

Ya había pasado un mes desde que nos mudamos a Belgrano, y yo ya no podía contener el odio. Con trece años, solo pensaba en lastimar. Destruir. Hacer sufrir. Matar.

Supe que tenía que vengarlo, y por mucho que quisiera, no podría acercarme a los asesinos de mi hermano.

Por eso diseñé este macabro juego. Para que los adolescentes más despreciables paguen por sus pecados.

Los estudié por dos largos años. Lo que hacían, lo que no hacían, lo que decían, lo que querían decir pero no se atrevían, los secretos más ocultos.

Planeé todo de forma que quedara la menor cantidad de inconsistencias posibles. Todo para llegar a este día, con ustedes acá.

Hasta me tomé el trabajo de asignarles una personalidad a cada uno, y que la persona que recibiera una carta tuviera el sufrimiento más tenebroso posible.

El psicológico.

Pero no todo fue confeti. Cada uno de ustedes es una pieza de un rompecabezas más grande, incluso aquellos compañeros que tuve que matar. Cada cual tenía su rol.

Porque no se equivoquen, no mato por placer. Mato por un propósito, un fin. Ya hablaremos de esto en la Lectura de Cargos.

Aquel día, mis padres tardaron una tarde entera en asimilar lo que sus ojos estaban viendo: su segundo hijo se convirtió en un monstruo.

Y ellos tampoco tardaron en hacerlo.

Era tal nuestra inestabilidad emocional en ese momento que vimos nuestro plan como la única salida para redimirnos y no caer en un abismo. Los reto a vivir sin la persona que más quieren en este mundo y no caer en el intento.

Así Carla, la vieja que todos ustedes conocen, una analista de sistemas implacable, se convirtió en cómplice de asesinato.

Así Rubén, mi viejo al que ustedes siempre le tuvieron miedo por ser parte del Grupo Halcón, se convirtió en un asesino a sangre fría al aniquilar a Martina Laverde y su escape.

Así Julián Marquez, quien les habla, se convirtió en su amigo invisible.

Continuemos.

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NO ARRUINEN EL APARTADO DE QUIEN ES TAI CON SPOILERS. DÉJENLO PARA AQUELLOS QUE AUN NO AVANZARON EN LA OBRA.

Tu amigo invisible #1 [EN LIBRERÍAS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora