31. La resistencia

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-¡Atención a todas las unidades, dirigirse al hogar de los Márquez, ubicada en Iberá al 794! Quiero un perímetro establecido, ¡y llamen al grupo Halcón ahora! -comencé a vociferar por el radio del móvil.

Lo peor ya había pasado, pero sigo sin entender el accionar de Julián.

¿Enviarme un sicario novato a capturarme para que me lleve a cincuenta kilómetros de Belgrano? Si lo mejor que le podía pasar a TAI era que yo me muera.

No, acá hay gato encerrado. Quien sea que me haya mandado a capturar sabía que me iba a escapar.

La pregunta es, ¿por qué?

Vamos a tener muchísimo tiempo para hablarlo cuando capture a este hijo de puta.

Encontrar un teléfono o alguien que pudiera ayudarme casi me lleva a una crisis nerviosa. Creo que estuve por una hora vagando en este pueblo que estoy lejos de conocer.

Gracias que encontré un buen samaritano. Me prestó su teléfono y enviaron un móvil. El oficial García.

«Volvió Damián Barrios mameeeeeee'» pensé en ese momento, bien a lo Ricky Fort. Igual me lo guardé. Gritarlo no hubiera sido correcto.

-Comisario, ya estamos acá hace cinco minutos, esperando sus órdenes. Un civil llamó al 911 confirmando que TAI se encontraba en esa misma dirección -me respondió otro de los oficiales vía radio. ¿Cómo es posible?

-¿Quién realizó la llamada? -pregunté, ansioso.

-El ex-director de la escuela, Pablo. No recuerdo su apell...

-Ficader. Pablo Ficader. ¿Está bien? ¿Dónde está ahora? -contesté intentando mantener el porte, pero por alguna razón que desconocía los ojos se me llenaron de lágrimas. Algo en mí se alivianó al saber que el director estaba bien.

-Fuera del perímetro, señor. Lo escoltamos a una zona segura -replicó el oficial. Pude discernir que se trataba de Lopenato.

-Excelente. No quiero que hagan nada hasta que llegue a la ubicación. Mantengan sus posiciones.

-A la orden, comisario. Acá los estaremos esperando.

Lo que me da mas bronca es no haber podido adelantar ni por un microsegundo las actividades de esta familia demente.

Un camino de migajas habían quedado después de la muerte de Belén. Julián fue descuidado, y confió en su suerte que al final le fue esquiva: perdió la pulsera azul que llevaba en su mano izquierda.

Tardé varios días en encontrar la conexión. No podía acordarme donde había visto esa pulsera.

Ayer se me prendió la lamparita. Aquel día en el que vigilé la zona tras la muerte de Mariano, crucé palabra con Julián y su grupo de amigos. La pulsera me llamó la atención en ese momento, no era una normal.

No había posibilidades de que no fuera él. Comencé a unir los puntos y todo tenía sentido. Una madre hábil en computación, un padre miembro del Grupo Halcón. No necesitaba más ayuda.

Solo indagando un poco más, buscando entrelineas y en expedientes que aparecían como obsoletos en otras localidades, encontré la dudosa muerte de su hermano.

Tenía el perfil psicológico. Tenía el motivo. Tenía sus cómplices. No me hacía falta más, podría llevarme a los tres y terminar con esta pesadilla.

Pero lograron atrasarme lo suficiente al capturarme, y todo el tiempo que había ganado se fue por la borda.

Permití que llegaran hasta este punto, y hoy, solo hay más chicos en peligro.

Tu amigo invisible #1 [EN LIBRERÍAS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora