37. Te sentencio

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Son efímeros. Son frágiles. Son determinantes.

Las decisiones de vida se basan en esos tres puntos.

¿Efímeros? Pasan en un instante.

¿Frágiles? Todo pende de un hilo.

¿Determinantes? Lo que uno haga puede cambiarlo todo.

En frente mío tengo una de esas decisiones que tomar.

Con Damián en la puerta, el tiempo ya se convirtió en un concepto abstracto nulo e inexistente en su totalidad.

Y decir que le confío a esa puerta es como pensar en que Mariano es una gran persona. Una mentira.

No habría que haber hecho todo a las apuradas. O se hace bien, o no se hace.

Construimos un cuarto de pánico para el juicio final que ni yo llegué a enterarme de su funcionamiento. Una locura.

El comisario gil de Damián nos jodió demasiado desde su miseria. Con mis viejos intentaba convencerme de que estaba lejos, que no había cabos sueltos.

Pero siempre hay.

En el peor momento de todos, donde tengo que elegir quién vive y quién muere, me pregunto cómo no me di cuenta antes.

¿Cómo no eliminé a Damián del tablero de juego?

Las cámaras.

Los detectores.

Las charlas con Ramiro.

La visión periférica de mierda que siempre tuvo.

Ese tercer ojo que todo lo ve.

La puta noche que casi me agarra cuando maté a Belén.

Todo el tiempo estuvo más cerca de lo que creí. Hoy lo tengo atrás de la puerta, preparado para cagarme a balazos y terminar con todo lo que construí por años.

Un plan que era perfecto. Un plan casi perfecto.

No me lo iba a arruinar. Todavía tengo con que jugar.

Mi plan de escape.

Cuando hablábamos con mis viejos del juicio final sólo podíamos esperar dos finales: muerte o escapatoria. No había forma que no nos hayan descubierto para ese entonces.

Por un momento dudé si tal vez lo mejor sería dar por finalizado todo, habiendo redimido a mi hermano y completado mi objetivo.

Llegamos a la conclusión de que yo lo decidiría en el momento, pero que para eso tenía que tener lo necesario para afrontar cualquiera de las dos situaciones.

La primera era sin duda mi preferida y la más sangrienta. Junto a un arsenal de fusiles de asalto, granadas y una trinchera pelearía hasta mi último aliento, derramando toda la sangre que hiciera falta.

La otra era escapar. Mediante un sistema de alcantarillado que se encuentra debajo del sótano, perdería el rastro de la policía entre los cientos de caminos posibles y comenzaría de cero o caería en el intento.

El momento llegó.

Observé a todos mis compañeros: los muertos, los vivos. Todos se veían igual de asustados.

Visualicé cada uno de sus rostros. La inagotable incertidumbre de saber si su muerte estaba a la vuelta de la esquina.

Primero tomé la decisión más simple: Damián no me dejó tiempo para completar el Juicio. Las etapas no estaban finalizadas, no pude hacer mis rituales.

No, no puedo sacrificar a Darío.

No, no puedo tomar una decisión sobre Estefi y Nacho.

No puedo.

—¿Qué pasa, Julián? —preguntó Jazmín, que ante el grito de Damián me veía que pensaba sin parar.

En ese momento me iluminé. Supe qué era lo que tenía que hacer.

—Darío, quiero que sepas que esto no termina para vos, ¿si? No juegues a la play tranquilo, no cenes tranquilo, no duermas tranquilo. Voy a volver a buscarte, tarde o temprano, sea en esta o en otra vida.

Darío me miró perplejo, y no tuvo ni los huevitos para contestarme. Los tiene más chicos que los de una codorniz.

—Nacho y Estefi, se llevaron el premio sorpresa.

—¿Qué premio sorpresa? —me contestó Nacho, y Estefi hizo como que asentía.

—¡Se vienen conmigo! Nos vamos de fiesta.

—Yo con vos no voy a ningún lado. Matame, cortame en pedacitos. No me importa —respondió Estefanía. Ay, pobre ilusa. Respuesta equivocada.

—¿No venís a ningún lado? ¿Y te convenzo si te digo que si no venís conmigo yo voy a ir personalmente hasta tu casa, voy a cortar las patas de tu perro para que se las coman las palomas y después voy a agarrar a tu hermanita y la voy a tirar por la ventana? ¿Así me crees?

Qué hermosa sensación sentir el poder y gozarlo con todos sus privilegios.

—Yo voy, pero no metas a nadie más en esto, por favor. Dejalo así —contestó Nacho, aún atado a su silla. Vi como Estefi, ahora llorando desconsolada y sin remedio, asintió lentamente.

Creo que ya queda claro cuál fue mi decisión, ¿no?

Me llevo conmigo a Estefanía y a Ignacio. Al que le gusta el durazno que se banque la pelusa.

Para Damián, esto no termina acá.

Por frustrar lo que era mío.

Por hacerme llegar a este punto.

Por cambiar absolutamente todo.

Volveré con sabor a venganza.

Ya nadie está a salvo.

Y Damián Barrios será el primero en mi lista.

Tu amigo invisible #1 [EN LIBRERÍAS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora