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Jeongguk.

Si obtuviera un billete por cada vez que fuera sábado por la mañana y yo tuviera una resaca que no me dejara pensar, no tuviera que levantarme tan temprano los sábados, en realidad.

Era masoquismo, no hay que ser listo para entenderlo. Pero, ¿cómo pretendían que me quedara un viernes por la noche en mi casa? Me importaba un bledo que la cafetería necesitara mi ayuda más los sábados que nunca.

Oh, bueno, así pensaba yo.

- Anda, despiértate, que has sido tú el que te has quedado batiendo culos hasta tarde.

Bufé una pequeña risa cuando la divertida voz de Namjoon me sacudió el sueño cuando me cruzó por atrás y proseguí a echarle el café a la máquina mientras negaba con la cabeza. Si supiera.

Enchufé la cafetera a la corriente dando un pequeño suspiro antes de alcanzar una toalla pequeña para limpiarme las manos. Observé el reloj estilo vintage que colgaba en la pared vacía con solo una mesa para dos debajo y asentí para mí mismo: eran las seis y cuarenta y cinco de la mañana, lo que significaba que la mayoría de los clientes no llegaban hasta pasadas las siete y quince. Me daba tiempo de sobra para relajarme.

- ¡Buenos días, Jeonggukie!

O, tal vez, no.

Entrecerré los ojos en dirección a mi castaño compañero, quien había entrado con una energía superficial por la puerta trasera y me apoyé contra el mostrador levantando mi barbilla hacia él.

- Veo que ya te renovaste -medio sonreí con sarcasmo y esta vez fue él quien llevó su mirada al techo y negó.

- Decidí que de amor no me voy a morir -canturreó, enganchándose su delantal al cuello y cintura para después dirigirse al pequeño lavamanos que había cerca de los platillos.

- Menos mal -me reí, viendo cómo se restregaba el jabón en ambas manos al mismo tiempo que la cafetera anunciaba que el café ya estaba listo-. Pensé que te ibas a quedar pegado a esa niña.

Jadeé cuando llevó su dedo índice a mi pecho y fruncí el ceño cuando di con sus ojos llenos de molestia.

- No la traigas al tema -amenazó.

Rodé los ojos y alcé ambas manos por unos segundos antes de negar y despegar la jarra de la máquina para entrarla en el calentador. Me decidí por no decir nada más, ya que sabía que de por sí era un gran paso para Taehyung haber llegado con ese buen humor. Debía de ser buena señal.

- He estado pensando en que sí deberíamos de volver a los viejos tiempos -lo miré con las cejas arqueadas de curiosidad cuando le escuché decir aquellas palabras detrás mío e intenté suprimir una sonrisa cuando me guiñó un ojo.

- ¿Qué hay de tu mamá? -le pregunté con diversión tan sólo para ver cómo, molesto, rodaba los ojos.

- Ya estoy bastante grandecito, ¿sí? -respondió con fingida molestia que consiguió que soltara una carcajada.

- Ya -continué riendo-. Por eso te han traído arrastrado devuelta a Seúl.

Tragué gordo cuando su rostro se volvió neutro y me lamí la comisura del labio sacudiendo mi cabeza; tener la boca que tenía yo podría considerarse una bendición tanto como una maldición. Pero, qué más da, si no aprendí a controlarla antes no la iba a controlar ahora.

- Juro que a veces me dan ganas de ponerte una mordaza -lo escuché resoplar y, encogiéndome de hombros giré sobre mí para adentrarme en la cocina del local, pasando por la puerta de madera de por medio.

NAKED | JEON JEONG GUKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora