006.

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Jeongguk.

Decir que había dormido sería mentir y decir que no me reconocía a mí mismo era la única idea que se me ocurría como excusa para las ojeras que empezaban a mostrarse debajo de mis ojos.

O, al menos eso fue lo que le dije a Seokjin, que, con recelo, me preguntó por qué me encontraba de pie haciendo nada tal cual bobo cuando había tanto trabajo que hacer.

Pero, mis intenciones y pensamientos eclipsados entre la duda y la impotencia se encontraban centrados en la figura femenina que se paseaba por el mostrador, atendiendo clientes sin ninguna pista de lo que estaba causando en mí.

Kang Byeol sabía jugar mejor que yo y recién me había dado cuenta de esto; no me había dado respuesta alguna a mi no tan reciente petición, y aún así se osaba de mirarme de reojo como si yo no existiera para ella. Pero, el rubor que se extendía por sus pómulos cuando me atrapaba observándola sin pudor absoluto, no me engañaba.

No era sólo porque la falda gris del uniforme le quedaba más apretada o porque la forma en que tenía el pelo recogido dejando al aire su cuello era atrayente; mis ojos no podían dejar de escanearla, cuestionándome (tal vez con una intención jocosa): ¿cuánto más podría soportar evitando algo que ella misma quería?

Yo no planeaba rendirme, no después de haber empezado la guerra inexplicable que se había adueñado de ambos.

Ni siquiera había hecho la primera jugada.

- Joder, Jeongguk, ¡espabila!

A penas pestañeé cuando la estruendosa y poco apacible voz de mi jefe resonó contra mi oído, y, aunque quise no obedecer, asentí ligeramente con la cabeza y caminé al puesto de Taehyung, cuyos labios se ampliaron en una sonrisa aliviada cuando sus orbes conectaron con los míos.

- Por fin, me estaba meando -se quejó y lo único que pude hacer fue silbar una pequeña risa que en verdad no tenía ganas de emanar para subirme en el taburete en que antes se encontraba.

Acomodé mi camisa como si de alguna manera pudiera desaparecer las pequeñas arrugas de esta y ladeé los labios escaneando el local (en el cual sólo habían dos mesas para dos llenas), hasta dar con el famoso reloj: gracias a todos los cielos, faltaba media hora para cerrar.

El sol, ya que era pleno invierno, empezaba a esconderse en la ciudad, tiñendo el cielo de un claro color naranja con tonos rojizos, causando un enigma tal en mi que me hizo ladear la cabeza hacia el horizonte que a penas se veía a través de los gran ventanales de la cafetería. Pero yo nunca admiraba cosas como estas: aparecían cada tarde, ¿por qué debía mirar cada uno como si no volviera a aparecer otro igual después?

Resoplé mirando de reojo como el castaño trotaba fuera del salón trasero, tarareando una canción que no conocí, pero que Byeol siguió sin problema cuando éste llegó a su lado, consiguiendo sin darse cuenta (o tal vez de manera adrede) que posase mi mirada en ella. Y, aunque la había mirado mi turno matutino y vespertino completo, fue como si lo hiciera por primera vez.

Pero, con la sonrisa que se desplazó por sus labios con las palabras que ni siquiera oí provenientes de mi amigo, y la cercanía que estos tuvieron al posicionarse uno al lado del otro, empezó un sentimiento que desconocí en mí. Sin embargo, tenía sospecha de dónde surgía este.

Decidí reír por lo bajo, diciéndome a mi mismo que de nada serviría nublar mi cabeza de tal forma si, aunque no hubiera hecho verídico en esto, mi objetivo seguía en pie y yo siempre conseguía lo que quería. Esta no iba a ser la diferencia.

No obstante, como si mi cabeza se burlara de mí, ordenó a mis extremidades a levantarse del asiento y caminar hacia los individuos que hacían mis manos palpitar con el deseo de golpearlos. O torturarlos por un buen rato.

NAKED | JEON JEONG GUKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora