017.

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Byeol.

Una lluvia en plena cúspide de invierno era suficiente razón para hacer de una persona en calma, un trémulo desastre en cuestión de segundos y si bien antes me encontraba con una incertidumbre en mi pecho, ésta creció más cuando el esperado pero fuerte cántaro de lluvia azotó las calles en pleno camino hacia mi residencia.

Debía admitir que mi vista caía más de lo que podría contarse en el frustrado perfil de Jeongguk mientras esté apretaba la mandíbula y fruncía el ceño, maldiciendo en forma baja cada vez que algún importuno conductor azoraba el camino poniéndose en medio; era entretenido, a decir verdad, tanto que no pude evitar curvar mis labios en una sonrisa a causa de los atractivos pero aniñados gestos del muchacho y sumándole todo lo que me había dicho en tan poco tiempo, sería inevitable no tener una reacción tierna.

Me pregunto si hubiera sido diferente si le hubiese concedido todo a primera instancia.

- No hay forma de que lleguemos sin que se me hinchen los huevos de la rabia -ante su gruñido, me mordí el labio inferior suprimiendo una risa y, antes de que se diera cuenta de que estaba observándolo desde hace ya tiempo (cosa que creía que sí sabía) volví a mirar al frente, suspirando.

- Sin prisa, Jeongguk -reprendí y pude sentir su confundida mirada recaer sobre mí, por lo cual carraspeé antes de darle una pequeña aunque no debida explicación-. No tengo a nadie en casa esperándome.

Podría jurar frente a cualquiera que preguntara que no lo había dicho con ninguna intención de trasfondo; en mi cabeza se paseó (sólo) la veracidad de los hechos dado al caso que Gabom había avisado que estaría hasta altas horas de la noche en casa de una amiga suya, y aunque esto no me diera buenas vibras, negarle algo al impertinente muchacho aquél era peor que rechazar a Jeongguk. Sin embargo, luego de que la última sílaba saliera de mi boca, pude sentir un leve chasquido de lengua por parte del antes nombrado y, a pesar de que esto tuviera apariencia inofensiva, no logré percibir si fue adrede o evidenció por sí mismo la grata sorpresa que mi explicación pareció darle, pero sé que cuando sonrió de lado sentí mis mejillas teñirse de un color que deseaba que él no viera en mí. Pero, sobre mis inoportunas ganas de actuar como inexperta, se atrevió a aparecer la curiosidad y la ansiedad cuando sólo murmuró, con su rostro girado hacia delante y el dedo índice golpeando de manera sutil el guía, unas simples pero nocivas palabras:

- Ah, ya veo.

Una respuesta tan corta e inmadura de su parte hubiera causado, en otra circunstancia, irritación en mí. No obstante, sintiéndome totalmente ridícula al admitir, me preocupó en sobremanera cuando ningún ademán o gesto contiguo a esto que me diera una percepción de lo que andaba por su mente, ocupó su rígido rostro aún con los ojos puestos en el semáforo en verde pero en el tráfico que no avanzaba. Por un segundo, sentí a Jeon Jeongguk como una persona distante y me ardió en el pecho decirme a mí misma, que lo prefería siendo vehemente, infantil y malhumorado.

Porque me gustaba de esa manera.

- Maldita sea.

Brincando de sorpresa en mi asiento, murmuré su nombre en histeria cuando dobló de manera maniobrada por entre dos autos que me ensordecieron en el momento en que ambos tocaron el claxon como coro de iglesia, pero sólo me di cuenta de lo que el menor había hecho hasta que nos adentramos en otra autopista en dirección (totalmente) opuesta hacia dónde vivía.

Sin embargo, esto fue suficiente para darme cuenta de que me había apresurado en pensar que mis palabras no tuvieron reacción en él.

- No me mires así -regañó, también confirmando que sí estaba consciente de que lo miraba desde hace mucho, pero esto sólo hizo que entrecerrara los ojos-. Con esta lluvia no es bueno que te quedes sola.

NAKED | JEON JEONG GUKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora