013.

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Byeol.

Mis ojos viajaron de manera adrede por todo el cuerpo del peli-negro, sintiendo nada más que confusión y un poco de pena acompañado de una apatía que no me detuve a intentar comprender: si bien creía que yo era un desastre, Park Jimin era un circo del terror.

Su llanto era casi imperceptible, pero era la forma en que su cuerpo se sacudía que ponía en prueba los sollozos que de él salían. Y aunque el fornido brazo estuviera tapándole la mayor parte de la cara, la luz del pasillo hacía ver la humedad bajando por sus ruborosas mejillas que desde la primera vez que las vi me parecieron el atributo más tierno de su persona, empero a su actitud y porte de una persona dura, fría y callada. Era que todos los hombres que me tocaba conocer en esta vida, tenían el talento de no aparentar lo que eran.

Supe que estuve de pie mucho tiempo, sin moverme e intentando saber qué se suponía que debía de hacer cuando el llanto cesó súbitamente pero ningún otro movimiento o sonido recurrió al silencio que reinó, atrayéndome a la realidad y obligando a actuar, aún entre toda la amarga sensación que amenazaba con domarme en cualquier momento.

Una vez estuve de cuclillas, alcé el brazo en dirección a una de sus rodillas, que no dejaban espacio a su pecho y que daban la imagen de un bebé recién nacido. Pero, aunque mi intención era hacerlo de manera suave, cuando las puntas de mis dedos rozaron la tela de su pantalón, el quejido que salió de su garganta, me sobresaltó, haciéndome pensar que había hecho algo equivocado.

Sin embargo, fue cuando su mano atrapó la mía de manera inesperada, que caí en cuenta de que era todo lo contrario, puesto que cuando Jimin haló de mí en su dirección, haciéndome reaccionar (de forma obligatoria) en posar mi mano como soporte al lado de su cabeza, entendí que me intentaba pedir algo más.

- Byeol-ah, ¿puedo dormir contigo? -murmuró, de forma estropeada en la perfecta imitación de una persona que había estado durmiendo por mucho tiempo, pero fue cuando, al hablar, desprendió de él un fuerte olor a ginebra, que comprendí que hoy la suerte no estaba de mi lado. Y que todos los hombres parecían haber perdido la dignidad.

- Jimin... -intenté explicar, pero, en reproche, distrayéndome de una manera tierna, él arrugó la nariz sacudiendo la cabeza, dando indicios de que empezaría a llorar otra vez, pero no podía estar tan segura al estar sus ojos cerrados.

- No quiero... dormir solo.

Había que admitir que no lo conocía para nada, que a pesar de la historia que compartió conmigo, yo aún lo tenía como alguien que no era familiar; pero, sobre mi inquieta consciencia a lo ocurrido hace a penas un par de segundos, la única forma de calmar mi ansiedad mezclada de impotencia, era dándole lo que quería, arriesgándome como lo había estado haciendo desde que mis ojos también cruzaron los de Jeon Jeongguk. Debía acostumbrarme.

Respondí con un risueño suspiro cuando chasqueó sus labios y se giró dándome la espalda, haciéndome entender que estaba (fingiendo estar) enojado. Y aún así, con todo el peso de estar perdiendo la cabeza, halé de su manga antes de llamarlo.

- Jimin-ssi, vamos adentro.

Sabía que, si estaba lo suficiente borracho para haberse desmoronado en el piso, el levantarse sería para su persona una tortura segura. A esto se le sumaba la desgracia de que, aunque teníamos la misma estatura, Jimin me doblaba el peso y cargarlo hacia mi sala iba a ser seguro peor.

Amagué a llamar a mi hermano menor cuando logré abrir (con un poco de dificultad) la puerta de mi morada, pero me mordí el labio deteniéndome al pasarse como una ráfaga de preocupación que debía dejarlo dormir, además de que era de sueño pesado. Sin embargo, esos cortos segundos de distracción fueron los necesarios para alguien tan destornillado como Jimin de ponerse de pie sin ayuda alguna. De todos modos, aquello me dio la esperanza de pensar que no estaba tan mal como se hacía ver.

NAKED | JEON JEONG GUKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora