Capítulo Tres

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Shopie y Bervely no dejaban de fastidiarme

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Shopie y Bervely no dejaban de fastidiarme. De un día para otro les había entrado en la cabeza la odiosa idea del primer beso. Era repugnante, yo seguía creyendo se que eso era sólo un método para traspasarse baba.
Bervely nos había confesado que un chico de la escuela le pidió un beso y que ella se lo había dado. A la semana llegó Shopie diciendo que consiguió que un niño la besara. Y ahora esperaban mi turno. Mis labios estaban sellados, no besaría a nadie. No estaba dispuesta a correr ese riesgo, podría contagiarme alguna enfermedad, besarse era muy peligroso.
—Vamos, no tiene nada de malo. Es la mejor sensación del mundo, son como miles de mariposas en tu estómago... —argumentó Bervely mientras comíamos helado en la terraza de mi casa.
—Y además te tiemblan las rodillas... es tan romántico —siguió Shopie y ambas suspiraron a la vez. Yo resoplé y me llevé una gran cucharada de helado a la boca.
—No, gracias. Paso. Y aunque quisiera, jamás lograría que alguien me besara, soy El la descerebrada, El la torpe, El la inútil... —podría seguir nombrando los apodos que me ponían mis compañeros, pero no quería amargarme la tarde recordando lo cruel que podían ser los niños. Lily me decía que no les prestara atención, que nuestro padre era el jefe de ellos y que si me apetecía podía hacer lo que quisiera. Lily se estaba transformando en una chica malvada con el correr de los años.
—Bueno, entonces con un niño que no vaya a nuestra escuela —me dijo Bervely y algo se encendió en su mirada. Noté que Shopie estaba con el mismo rostro cómplice, se miraron y sonrieron.
—Y que éste cerca, que te conozca y que se muera por ti. ¿Se te ocurre alguien Bervely? —preguntó Shopie. Me estaban asustando, sonreían de una manera amenazadora.
—Sea quien sea, no lo haré. Sólo tengo diez años, quiero vivir mi infancia sin enredos amorosos.
—¡El, es normal! —exclamó Bervely. Que testarudas eran mis amigas.
—¡No lo haré! —les grité —No besaré a nadie.
—Bien, si esa es tu decisión —Shopie se cruzó de brazos y miró de soslayo a Bervely, quién hizo lo mismo y se pusieron de pie
—. No beses a nadie, no te podemos obligar. Pero... nunca mencionaste algo sobre si un niño te besara.
—¡No, no, no, no! —les espeté. Las corrí de mi casa y les dije con seriedad que me hablaran cuando pensaran racionalmente.
A la mañana siguiente, me encontré en el desayuno con Mike. Desde que se cambió de escuela se había vuelto más esquivo. Intenté hablarle y decirle que haría sufrir a Stacy, pero él parecía estar en otro mundo, así que desistí y en semanas las cosas quedaron como antes.
Saludé a Ellen, que me preparaba un tazón con cereales y eggos, y le dediqué una fría mirada a Mike como unos buenos días. Sin embargo, a diferencia de los otros días, él no se levantó se silla y dejó su comida a medio terminar, sino que se quedo allí con la mirada pérdida observando su cuchara.
—El, quiero hablar contigo —me dijo de repente. Ellen nos miró y sonrió.
—Le llevaré el desayuno a tu madre, El —tomó una bandeja con una taza de café y unos pastelitos de fresas y salió, dejándonos solos.
—¿Qué quieres?
Él se acomodó en su silla y presencié algo que nunca esperé por parte de él: inseguridad.
Abrí la boca como tonta, Mike, el niño listo de todos los tiempos, estaba nervioso. No pude evitar reírme.
—¿De que te ríes? —me preguntó.
—De nada —le respondí, pero no pareció muy convencido. Jugó unos minutos más con la cuchara y se puso de pie con la cabeza gacha. Incliné mi cabeza para mirarlo a los ojos y me fijé que sus mejillas estaban encendidas.
—Mike, ¿qué te ocurre? —Pero antes de responderme, se abalanzó sobre mí y chocó su boca contra mi ojo —¡¿Me quieres dejar ciega?!
¿Qué había intentando intentado hacer? Casi asesina a mi pobre ojo.
Me tapé el ojo herido con la mano y lo observé. Estaba de pie frente a mí e incluso más colorado que antes.
En eso, volvió Ellen. Tenía una sonrisa en el rostro y tarareaba una canción alegre, pero quedó en silencio al vernos a nosotros.
—¿Qué te pasó en el ojo, El? —preguntó al darse cuenta que cubría mi ojo.
—Mike me golpeó —le contesté.
—¡No, yo sólo trataba de...! —guardó silencio, no término de decir la frase.
—De asesinarme, eso querías —le dije, exagerando la situación.
—El, cariño. No creó que Mike haya querido asesinarte, ¿verdad, Mike?
—Por supuesto que no, yo jamás te haría daño —me calme unos segundos y en ese preciso momento, apareció Karen en la puerta de la cocina.
—Chicos, ¿no me oyen? El auto está esperándote, El y Mike, tu hermana se irá si no te apresuras. Lo fulmine con el ojo bueno y me encaminé hasta el auto. Afuera se escuchaban los bocinazos que daba Lily porque no me apuraba.
—¡¿Tienes los pies de lana, El? Dedo dar un examen muy importante y necesito llegar a tiempo! —gritaba a todo pulmón por la ventanilla. Me subí e ignoré las quejas de mi hermana. Las hormonas la estaban volviendo loca, era lo más seguro.
Cuando llegamos, Lily se escapó a su clase para estudiar antes de su examen y yo tuve que ir a dejar a Holly a su salón. Este era su primer año y el castillo la aterraba.
Después de soportar el llanto de Holly, el berrinche que armó para que no la dejara, me fui finalmente a la primera clase del día: Literatura.
—El, ¿ya pensaste lo del beso? —me preguntó Bervely cuando llegué. Yo le había advertido que no me hablara hasta que dejara de molestar con eso. Hice oídos sordos y me senté al lado de Max como si nada hubiese sucedido.
—¿Qué paso ahora? —inquirió mi prima.
—Nada —le respondí.
—¿Qué tienes en el ojo? Está hinchado —me dijo Max, con cierto terror en la voz. Yo me toqué el ojo, y en efecto, estaba hinchado.
—Y morado —agregó Bervely.
Mataría a Mike cuando volviera a casa.
Desde la torre más alta sonó la campana anunciando que las clases comenzarían. Shopie llegó atrasada y la maestra le quitó una estrella.
Pasé toda la mañana ideando formas para torturar a Mike y quitarme a mis amigas de encima.
Cuando la clase término, estaba guardando mis cosas hasta que la maestra me llamó.
—El, Louis ¿podrían venir un momento? —miré a Louis de reojo. Seguía sentado con Stacy, pero ya no comía pegamento.
Incluso, se comportaba como un niño normal.
Caminamos hasta el escritorio de la maestra y le hice señas a Max para que supiera que me esperara en el mismo sitio de siempre.
—Necesito que le entreguen esto a sus padres —nos dijo. Nos entregó un sobre blanco a cada uno y nos dedicó una mirada severa. Ambos asentimos y yo guardé el sobre en mi mochila.
—El, hoy vamos a tu casa —me dijeron Bervely y Shopie. Con el asunto del sobre, olvidé que estaba haciéndoles la ley del hielo y dejé que se subiera al auto que me iba recoger.
Max se nos unió y junto con mis hermanas, nos marchamos.
Apenas pusieron un pie dentro de mi casa y Shopie y Bervely comenzaron a preguntar por Mike. No le di importancia y las dejé que lo buscaran. Yo tenía otros asuntos que tratar.
—¡Karen! —grité. Pero ella no respondió.
Mis padres nunca asistían a las reuniones de la escuela, así que la carta estaba dirigida a Karen. Como no lo resistía más, saqué el sobre de mi mochila y lo abrí.
—¿Qué es eso? —me preguntó Max. Le dije que se acercara para que la leyera conmigo.
Pero fue un error, porque en seguida la vergüenza hizo que soltara el papel y me dieran ganas de llorar.
—Eso no es posible, El —exclamo Max. Pero sí que lo era. Ya no prestaba atención en clases, no hacía tareas, ni los proyectos. Era obvio que en algún momento esto ocurriría.
Había reprobado el año y tendría que repetirlo el que seguía.
Seguro que Louis también había repetido el año.
Karen iba a matarme cuando se enterara.
—¿Qué vas a hacer, El? —me preguntó Max, después de que la sorpresa se nos pasara.
—Convertirme en la mejor amiga Louis, no pienso estar sola el próximo año.
Ella puso los ojos en blanco y supo que ya lo había superado.
¿De qué me serviría el colegio? De nada, sólo despreciaba años de mi vida encerrada en una habitación con niños estúpidos, cuando podría estar viendo televisión en mi casa.
—Ni una palabra a nadie, Max. Si no se los cuento, no se enterarán. Max asintió e hicimos el juramento del dedito.
Fuimos hasta la terraza para encontrarnos con Bervely y Shopie, pero ellas no estaban allí.
—¿Dónde se metieron ahora? Las buscamos por todas partes, pero no podíamos hallarlas. Hasta que recordé que estaban tras la pista de Mike.
Con Max, fui hasta la habitación de Mike a ver si estaban allí mis amigas.
—Para la próxima, no seas tan precipitado... —escuché. La voz era Bervely y venía de adentro del cuarto. La puerta estaba entreabierta y alcanzaba a escuchar la conversación.
—No habrá próxima, ella cree que intenté asesinarla... —decía Mike
—Esa niña cada día esta más loca —dijo Shopie.
—¿De que están hablando? —me susurró Max. Le hice una señal para que guardara silencio.
—Tienes que besarla, Mike. Ahora, ya —exclamó Bervely.
Me tapé la boca para no gritar y agarré a Max del brazo para llevármela hasta mi habitación.
—Ese... ahhhh... y ellas... todo era un plan... por eso en la mañana... Debí sospecharlo —comencé a gritar en cuanto me tiré encima de mi cama.
—No sé de qué éstas hablando —me dijo Max.
Le expliqué todo y ella estuvo de acuerdo conmigo. Además, cuando yo besara alguien, la siguiente víctima sería Max, así que se unió en mi lucha.
—¿Y qué harás?
—No lo sé.
(...)
Había pasado una semana desde que descubrí que mis amigas le habían dicho a Mike que me besara. Aún pensaba en lo que ellas le dijeron para que él aceptara su propuesta.
Comencé a hacerme amiga de Louis, él me había dicho que sus padres le dieron una paliza cuando se enteraron que reprobó el año. Era un niño muy agradable y su cabello parecía encenderse cada vez que se colocaba balo el Sol.
—Louis, ¿quieres venir a mi casa a jugar? —le pregunté cuando estábamos en Arte. Él aceptó encantado, me dijo que era la única persona de la escuela que le hablaba.
Ese día sólo Louis fui a mi casa, y fue un alivio para mí.
Mike no lo saludó cuando lo vio. Estaba segura que lo recordaba, pero por alguna razón lo ignoraba.
Pasamos la tarde viendo películas y jugando videojuegos, mientras Mike nos miraba desde una mesa con cinco libros abiertos haciendo un trabajo para su escuela.
Entonces se me ocurrió una idea.
Conocía a la perfección a Shopie y Bervely, y sabía de antemano que harían hasta lo imposible para que besara a Mike. Pero ella quería que besara a alguien, al fin y al cabo.
—Louis.
—Dime... —y antes de que dijera algo más, lo besé.
Fue simple, cortó y preciso. Me separé antes de que me dieran arcadas y le sonreí para no quedar en evidencia de que no me agradaba para nada haberlo besado.
Él tenía los ojos como platos y comenzó a sonrojarse.
Miré disimuladamente a Mike, tenía la misma expresión que Louis, a diferencia de que sabía que su rostro no estaba rojo de vergüenza.

𝑀𝒶𝓇𝓇𝓎 𝑀𝑒 | Mileven Donde viven las historias. Descúbrelo ahora