Capítulo 3

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Ivo sabía que al principio no iba a ser fácil que Matías confiara en él así que con trabajo duro debía ganarse la confianza del joven. Luego de distraer al vendedor, salió con las botellas de gaseosa que había comprado y unos dulces, le habían dicho que no debía comer muchos de esos porque para los humanos eran adictivos y para los ángeles tenía un efecto mucho peor.

A penas hacía una hora que había llegado a la Tierra, pero antes de ir junto a su misión debía asegurarse de que todos los misioneros habían aterrizado en el lugar que les correspondía, justo como su padre y Anya habían predicho, todo había salido a la perfección.

No le había costado mucho trabajo encontrar a Matías, siempre se movía por los mismos lugares, había estudiado muy bien las imágenes y la información que los Ángeles Guardianes le habían dado. En cuanto se aseguró que todos estaban en sus posiciones se dirigió hacia la casa de su misión, justo para verlo salir. Tenía ganas de interceptarlo en ese momento y preguntarle qué estaba haciendo fuera tan tarde en un lugar tan peligroso, Matías mejor que nadie conocía los riesgos de ese lugar, pero ¿cómo iba a reaccionar el joven si se acercaba de la nada y lo cuestionaba? Muy mal, sin duda. Debía hacer las cosas bien, no podía arruinar su misión, no podía estropear las cosas con él.

Lo siguió hasta verlo entrar en la tienda, aún no sabía cómo acercarse a él o qué decirle, pero algo se le tenía que ocurrir. Primero iba a controlar sus movimientos, y averiguar con qué clase de personas se juntaba, antes de actuar debía conocer todos sus movimientos, ver personalmente qué era lo que Matías hacía todos los días. Pero todos esos pensamientos los olvidó, cuando vio la cara de pánico que el chico tenía, supo en ese instante que quería robar, pudo sentirlo en sus huesos, sus alas se tensaron y eso sólo significaba que su misión estaba en problemas. Entró en la tienda y al hablar con él se dio cuenta que no iba a ser tan fácil como él pensaba, ese chico era realmente duro como una roca y terco, muy terco. Pero lo comprendía, hacía poco tiempo había perdido a las únicas personas en las que había confiado, Ivo estaba seguro que no quería perder a nadie más, por lo tanto no entregaría su confianza con tanta facilidad.

Entretener al vendedor había sido lo único que pasó por su cabeza para ayudarlo, sabía que era malo robar pero como la ley decía "había que hacer todo lo necesario para salvar la misión", esperaba que dentro de unos meses Matías ya no tuviese que robar. Al salir de la tienda se dio cuenta que él se había ido, pero tenía el presentimiento de que no se quedaría para agradecerle, él creía que no lo vería nunca más pero estaba muy equivocado.

Se llevó un dulce a la boca y comenzó a caminar hacia su pequeño refugio que quedaba sobre uno de los árboles, los ángeles siempre preferían las alturas, nacían, se criaban y vivían la mayor parte de su existencia en las alturas, así que incluso en la Tierra buscaban los lugares altos. Se metió al callejón y terminó de tragar el dulce que había ingerido, al segundo su cuerpo había entrado en calor y sentía como su frente sudaba, había una gran adrenalina corriendo por cada rincón de su cuerpo. Tiró la bolsa que tenía la mano cuando sintió que sus dedos no soportaban la presión del plástico, tuvo tanta mala suerte que golpeó en el pecho a un chico que paseaba - drogado - junto a sus amigos.

-¿Qué mierda te pasa? - Ivo escuchaba la voz del chico a lo lejos, sentía que había entrado en una burbuja de la que no podía salir. Ahora comprendía por qué los ángeles no debían consumir azúcar, había aprendido la lección. Si salía de ese gran problema en el que se había metido, tiraría todos los dulces y no volvería a tocar uno en su vida. Cuando quiso responder, sintió un fuerte golpe en su pómulo derecho. Definitivamente no iba a salir vivo de eso.

Miró al chico, aunque realmente no podía ver nada porque sus sentidos estaban en alerta máxima, cuando un ángel se encuentra en peligro todo dentro de su cuerpo se tensa y sus alas se preparan para desplegarse y salir volando, pero sus alas estaban prisioneras debajo de su ropa y unas amarras para ocultarlas, nadie debía saber su verdadera identidad.

Mi misión - YoonMinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora