Capítulo XI

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POV YOO JUNG.

Decir que no sentí todo con ese simple beso en el cuello sería una mentira. Por eso me alejé de él, sentía que mi cuerpo estaba más sensible a sus caricias y tenía miedo de terminar arrojándome sobre él.

Salimos de la casa y él me dio las llaves del auto, dijo que yo sería la encargada de llevarlo a dónde yo quisiera.

Sonreí, había un par de cosas que quería mostrarle.

Primero iríamos con la señora Byun. Cuando era pequeña, mamá y yo visitábamos constantemente la isla. Mamá amaba el mar. Mi padre estaba tan concentrado en el trabajo que poco le importaba donde estábamos. Recuerdo que ella amaba caminar, en una de esas tantas caminatas por la playa me dio hambre, ella no llevaba su bolso y empecé a llorar.

Nos cruzamos con un pescador, mamá le preguntó por un restaurante y el hombre la llevó a casa de la señora Byun. Se hicieron amigas y yo amaba ir a su casa y verlas cocinar juntas.

Después de la muerte de mamá no pude ver a la señora Byun por cinco años, de hecho no volví a la isla para nada. Cuando cumplí los diecisiete comencé a viajar sola y regresé a Jeju, recorrí todos los paseos que había hecho con mamá y volví con la señora Byun.

Desde ese entonces no había dejado de visitarla, esa señora me hacía sentir en casa. Aunque nunca le dije que me había casado, por todo el horrible proceso que implicó darme cuenta que había sido usada.

Llevé a YongGuk a ese lugar porque quería que conociera un poco más de mí, a profundidad. Nuestra relación había cambiado para siempre, nunca volveríamos a ser los mismos, o al menos yo no. Tampoco seguiríamos siendo esposos, eso quedaba descartado pero podíamos intentar ser amigos. Además teníamos que comunicarnos por mi responsabilidad legal en ciertas cosas relacionadas con la empresa.

No le expliqué a la señora Byun el asunto de la boda a profundidad, ya habría oportunidad de contarle todo cuando yo hubiera superado ese tema.

Me encantó ver su cara al probar la sopa, lo que me puso nerviosa fue su forma de mirarme cuando le hablé de mis recuerdos.

Había visto esa mirada antes pero era fingida y odié pensar que volvía a hacerlo.

Terminamos de comer y volvimos al jeep. Después de aquello lo llevaría al club de mi amigo Javier.

Antes de irme a Kwangju para cumplir mi sueño fui a Jeju a llorar, gritar e intentar sanar mi roto corazón. Incluso estuve bebiendo hasta emborracharme por completo. Así de horrible era intentar reparar lo que se había roto.

En una de esas noches terminé en esa parte oscura de la ciudad, estaba medio ebria y entre al club porque noté que un grupo de gente entraba por una puerta abierta.

Los seguí, el hombre de la entrada no notó mi presencia. Una vez dentro me encontré con una pista de baile enorme y a mucha gente bailando en ella, era maravillosa la manera en que daban vueltas y se movían al ritmo de la música.

En vez de ponerme a llorar pedí más tragos, en ese momento me sentía sola y abandonada como nunca en mi vida.

Perdí el conocimiento y cuando reaccioné estaba acostada en una butaca roja, al lado de la pista de baile, el sol entraba por las ventanas, me di cuenta que tenía una botella en las manos.

-Veo que ya despertó -dijo una voz masculina detrás de mí.

Me senté en el sofá, con un fuerte dolor de cabeza, dejé la botella y me cubrí la cara con las manos.

-¿Se encuentra bien? -preguntó la voz acercándose.

En ese momento noté que tenía un curioso acento al hablar coreano, levanté la vista y me encontré con un hombre alto, de piel morena, ojos verdes y bastante atractivo. Una voz femenina dijo algo en español, el hombre respondió, la mujer llegó poco después, era igual de guapa que el hombre.

Damn Your EyesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora