Who Are You In The Dark? | Camren

and in the dark

Corría por los pasillos en busca de una persona, sabía que estaba mal, lo había visto con mis propios ojos a lo largo del día, pero, no esperaba que Ally me dijera que un grupo de chicos se había burlado en su cara y no se había defendido, al contrario, había salido corriendo. Mi amiga no me dijo hacia que dirección porqué no vio, pero consideró necesario decirme, pues dijo que era obvio mi interés en ella.

No me explicaba cómo es que una chica mala como ella salía corriendo por unas burlas. Por más feas que fueran, sé que sería capaz de acabar con cada una de esas personas sin usar los puños.

No la encontraba por ningún lado y comenzaba a desesperarme, me faltaba el campo de deportes, así que me apresuré hasta allí. Estaba segura de que se encontraba en aquel lugar, pues no era posible que se hubiera ido, ya que su mochila la tenía Ally.

Me adentré al pasto y no la ví por ningún lado, pero recordé que siempre hay gente bajo las gradas, por lo que corrí y la encontré.

Mi corazón se relajó cuando ví su espalda. Estaba quieta, como si no estuvíera ahí pero a la vez sí.

—Estúpida —fue lo único que dije antes de lanzarme sobre su espalda y rodearla por el cuello, sentí que se relajaba tanto como yo y sonreí.

—Camila —susurró. Su tono de voz me alarmó un poco, por lo que me alejé de ella y me senté justo frente a sus ojos—. ¿Qué haces aquí? —no parecía haber estado llorando, y por eso me tranquilicé casi por completo.

—¿Cómo que qué hago aquí? —pregunté—. Los chismes corren rápido.

Asintió—. ¿Qué dicen exactamente?

Negué—. No importa, la gente es estúpida siempre.

—¿Cómo nosotras?

—No, nosotras somos especiales. —volvió a asentir.

—Estúpida —murmuró con los ojos clavados en el piso—. Especiales suena como retrasadas.

Sonreí—. Esos niños tienen otro nivel de inteligencia incomprendible para la gente normal.

Elevó su mirada—. Al fin dices algo inteligente.

Rodé los ojos—. Yo siempre digo cosas inteligentes.

Negó—. Eres estúpida.

Asentí—. Como tú.

Me regaló una sonrisa leve de lado, me agradó que sonríera y sonreí también—. Tú eres más estúpida que yo.

—Nadie es más estúpida que tú. —su sonrisa se borró lentamente, suspiró y volvió a colocar su mirada en el suelo.

—No estás obligada a estar aquí. —elevé una ceja.

—Lo sé, quiero estár aquí.

Asintió—. Gracias.

—No me digas gracias sólo por obligación —advertí una sonrisa nueva y más completa en su rostro.

—No uses mis palabras.

Me encogí de hombros—. No las inventaste tú, no son tuyas. —su mano se acercó a la mía, pero a diferencia de todas las veces que hacía eso, no entrelazó nuestros dedos, su pulgar se dedicó a acariciarla con aprecio de amistad. Algo se sentía extraño con ese término. Moví mi mano, y entrelacé los dedos, me había acostumbrado a eso—. ¿Crees que si enciendo un cigarro nos regañen?

—No creo que nos encuentren aquí.

Metí mi mano libre al bolsillo de mi pantalón, saqué el último de la cajetilla, luego saqué mi encendedor, coloqué el cigarrillo entre mis labios, y finalmente lo encendí—. No te molesta, ¿verdad?

—No soy nadie para prohibirte algo.

Expulsé el humo—. No me agrada esa respuesta.

Sonrió—. ¿Cómo son los besos de humo? —me sonrojé, no esperaba eso.

—¿Quieres intentar?

Elevó una ceja—. ¿Sabes?

—Un poco. —nos observamos unos segundos y luego asintió. Me acerqué un poco a ella, dí una profunda calada. Se acercó a mí también al punto en que nuestras narices chocaban, abrió un poco su boca, le pasé el humo y juntó nuestros labios finalmente, expulsamos el humo por la nariz y nos separamos.

Lamió sus labios—. Realmente sabías.