so tell me

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Miré hacia mi novia rápidamente y asentí para que entrara, pues parecía que ya no tenía las mismas ganas de hacerlo que cuando logré convencerla.

Suspiró y se acercó a mí a paso decidido-. No, Camz, no voy a poder hacerlo -aseguró, yo sonreí ante lo estúpida que se veía de esa forma.

-¿Estás segura? Dijiste que querías hacerlo -recordé, sus ojos se colocaron en mí-. Oh, vamos, Jauregui, esto te va a ayudar mucho.

Volteó una vez más hacia la puerta por la que debía entrar-. Sí, lo sé, pero no estoy segura de si estoy lista para hablar con alguien que no seas tú.

Elevé una ceja-. Estás siendo cursi -expuse-. Sólo entra, dile todo y ya. -me observó detenidamente.

-Tú eres la pasiva, no me des ordenes. -reímos juntas-. Mierda.

Rodé los ojos-. No estás siendo muy inteligente.

Bufó antes de darse la vuelta y caminar hasta la entrada del consultorio de la psicóloga, esperaba que se volviera a dar la vuelta y decir que no podría hacerlo, pues ya había hecho eso por horas. Tal vez no habíamos estado horas en aquel lugar, pero parecía que sí.

Me sorprendí al verla abrir la puerta lentamente y finalmente entrar.

Suspiré, el paso había sido realmente importante aunque pareciera tan simple, significaba que empezaba a superar el miedo que ataba sus vida entera.

En aquel momento me sentí importante, pues era un pequeño soporte para mi novia, además de que estaba en sus peores momentos.

Al parecer, después de todo, me había enamorado de ella, del estúpido cliché de chica mala, junto a su miedo y a su estupidez.

Su estupidez, joder, estaba segura de que en el momento en el que la golpeé por primera vez no habría imaginado que pudiera gustarme tanto.

Luego de darme cuenta de que estaba enamorada de ella pensé en lo muy orgullosa que también estaba.

Mi intento de chica mala ya no estaba tan hundida en la oscuridad, sus ojos sin reflejo mostraban claros sus sentimientos, ya no parecía estar fingiendo todo el tiempo, y yo estaba segura de que aunque no lo admitiera, se sentía mucho más libre.

Estuve algunos minutos esperando a que saliera del lugar pacientemente, hasta que después de una hora y media -lo que supuse duraba la cita-, la puerta se abrió dejando ver a mi novia con los ojos rojos como si hubiera estado llorando, pero su expresión era diferente a la que usualmente tenía, así que me relaje.

Tranquilamente, me regaló una de sus sonrisas apagadas y caminó hasta donde la estaba esperando-. Tenías razón, no fue tan malo.

Fruncí levemente el ceño-. ¿Tan?

Soltó aire-. Fue liberador -afirmó-. Dijo que nos veríamos la próxima semana porque era necesario que hablara más para aclarar algunos puntos en mi mente y, bueno, no estoy segura de si quiero volver -confesó con la vista apartada.

Suspiré mientras asentía-. Si no te sentiste cómoda está bien, podemos parar. -nos observamos-. Lo intentaste, nadie dirá que no, no te preocupes.

Elevó su mirada-. ¿Tú... no estás decepcionada? -levanté mi mano para acariciar su mejilla, esperé a que se relajara con el tacto y finalmente negué.

-Sé que lo harás cuando te sientas preparada -expliqué.
Dirigí mi mano a la suya y entrelacé nuestros dedos, me levanté y nos encaminamos a la salida sin decir nada más hasta que entramos al auto de su padre.

-Cuando me das la mano no tengo miedo -mencionó en lo que encendía el vehículo-. Es estúpido, pero ahora mismo podría decirle todo lo que quiera a la doctora.

Asentí-. ¿Quieres que te acompañe a la siguiente consulta?

-¿Lo harías? -comenzó a conducir.

-Claro -afirmé. Luego de un silencio, en el que Lauren coló su mano en mi muslo, recordé algo-. Vamos a mi casa.

-¿Eh?

-Tú sólo conduce a mi casa.

Who Are You In The Dark? | CamrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora