Capitulo 26

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Daniel Oviedo.
Domingo 10 de Octubre. 5.50am.
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Esas mujeres rien ante mi infantil llanto, agarran las cerillas arrebatandome la camisa del centro y las colocan en mis espaldas tras pasarlas por el fósforo. Los gritos de un niño de apenas siete años baña toda la sala, mis gritos.
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-Aceptalo, jamás te amarán. -dice una de ellas.
-¿Quién va a amar a un seco como tú? Aburres con siete años imaginaos con treinta. -rien las demás.
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Clavan una nueva cerilla, grito nuevamente y rien a carcajadas.
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-Nunca niñito, nunca te amarán y creenos, con estas marcas que dejamos con fuego menos aún. -rie otra.
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Me empujan contra una pared y todo se vuelve negro.
Miro al frente, mi madre sonrie y corro a ella.
Ya soy yo, el Daniel actual. Ella llora tocando mi rostro y mis ojos se hinundan.
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-No mami, soy yo. -sollozo.
-Amala hijo mio, cree en el amor, en su amor. -dice sonriendo entre lágrimas.
-¿El amor de quién?
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Siento unas manos en mi desnuda espalda, me giro viendo a mi hermosa dama de cabello gris, ella mira con los ojos más bellos que jamás habré visto y tiembla.
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-Cuidado con tus reacciones hijo, pasarán factura. -dice Eva segura.
-¿Por qué me ato a ella, mamá? -toco la mejilla de Alison.
-Porque la amas hijo, pero no serás capaz de aceptarlo, el de deseo de vuestra piel superó todo. -dice orgullosa.
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Apoyo la mano de Alison en mi pecho, me mira y sonrie al ver como permito que me acaricie.
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-Ella sabrá tratarte, sabrá cuidarte y respetarte, tanto ella como su pequeña hermana serán de la familia. -asegura mi madre.
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Cierro los ojos mientras Alison se pega a mi pecho, rodeo su figura con mis músculos y cierro los ojos. "El sexo no lleva a la verdad pero el amor sí" murmura mi madre.
Abro los ojos exaltados miro a mi alrededor percibiendo que es de día, agarro mi teléfono y suspiro al ver que son las seis de la mañana. Froto mis ojos, mi hermano abre la pauerta y rie al verme levantado.
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-A los buenos días. -rie entrando.
-Chupala. -mi mal humor se detecta en la voz.
-¿Que pasa cariño? ¿Te bajó la regla? -bromea riendo.
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Me rio pegándole de broma, Jesus me lanza una toalla provocando que le saque el dedo corazón.
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-Voy abajo. -informo.
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Bajo, busco el número que guardé y cuando me meto en su perfil muerdo mi labio al ver su foto.
No, no, no, Daniel Oviedo no se enamora, si esas mujeres lo decian por algo, además, ¿quién amaría a un ser tan despreciable como yo?

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