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Soy tan transparente algunas veces que me doy un poco de miedo y asco. Ojalá poder a veces fingir estar bien, y ya. Cómo en ese momento.

El desayuno había pasado y ahora nos encontrábamos en el bus que nos llevaría hasta el plató. Me senté junto a Ricky, mientras miraba el paisaje por la ventanilla. No sé que tenía hoy pero me relajaba ver otra cosa que no fuera sus ojos o su sonrisa. Aquello me daba paz y serenidad. Algo que sinceramente necesitaba. Era como evadirme a otra realidad paralela. Era ver como los árboles y las palmeras se movían en una velocidad reducida.

- Estas rara, a mi no me mientes. - Dejó aquel comentario mi amigo mientras me dedicaba una pequeña mirada. Lo ignoré y volví a centrarme en las palmeras y el verde. - Miriam Doblas. - repitió.

- ¿Qué quieres?

- Qué me cuentes que coño te pasa. - Tomó mi mandíbula y me obligó a mirarlo. No quería hacerlo, me conocía tan bien que iba a ser capaz de descifrarme. - Mi niña, - Me abrazó. - ¿Qué pasó anoche? - y ya estaba, me había descubierto.

Él fue el primero que me insistió en que hablara las cosas con ella, que le dijera lo que sentía, que fuera valiente. Ya que, en cuanto salió de la academia no pude evitar sinceramente con él en unos de esos momentos de debilidad y vulnerabilidad. Era fue nuestro primer "fan", decía que compartíamos algo increíble y único, algo nuestro que se veía y se palpaba.

- El amor es una mierda. - dije aún entre sus brazos.

- Dímelo a mi, qué soy mayor que tú y he vivido más. - rió. - ¿Me quieres contar?. - levantó la cabeza y me observó.

- Pues que... - quité una lágrima caprichosa que se me había escapado sin permiso. - cuando te fuiste me sinceré con Ana, estaba cansada de la situación y entonces fue cuando me dijo que me quería también...

- No me dejó terminar. - Pero eso es muy bueno. Ya te lo decía yo, si tengo un ojo... - Habló muy rápido.

- Ricky. - protesté.

- Venga, continua. - se calló, pero inmediatamente continuó. - Pero el padrino de la boda soy yo eh. Es que sois muy monas. - hablaba un poco más alto.

- La voz. - volví a protestar.

- Ui lo siento. Continúa. - sus manos se apoyaron en sus rodillas. No hacía más que mirarme esperando detalles.

- Pues después de eso, me dijo que necesitaba tiempo para decirle al gilipollas ese que tiene por novio todo, porque le quería y mil cosas....

- ¿Pero es tonta o qué? Con lo pivón que eres. Yo te hubiera llevado inmediatamente a la cama. - me reí antes su comentario, de verdad que los necesitaba.

- Ya y yo, pero bueno. Y pues hoy, lo que dijo de que tenía que llamarlo y eso. - suspiré. - No sé porque me siento así de verdad... - volví a mirar al paisaje.

- Se llaman celos y lo sientes porque pensabas que lo iba a dejar todo por ti.

<<Mierda, me pilló.>>

- Puede.

- No, es la verdad. Pero entiéndela. - aquella última palabra volvió a hervir mi sangre.

- ¿Y quién me entiende a mi? - aquello lo dije gritando. Estaba harta de entender a todos. Los chicos me miraron pero volvieron a sus cosas.

- Eh, yo te entiendo. - Dijo colocando su mano encima de mi.

- Lo siento, Ricardo. - volví a suspirar. Él no tenía la culpa de nada. A veces ser mi amigo es un poco putada por eso lo quería tanto. - No sé lo que me pasa. Le dije que la esperaría y reacciono así. Me siento una mierda pero no sé como llevar esta situación.

- Solo date tiempo y dale tiempo. Si tiene que ser, será. Además ahora sabes que te quiere.

- Y de que sirve si no la puedo tener conmigo. - mi humor volvía a caer, quería volver a la habitación y llorar. Eso sería el plan perfecto ahora mismo junto a un bote de helado inmenso.

Me sentía una mierda por no entenderla, por ser así, por quererla tanto y por no poder tenerla.

- Ya, lo sé. Por lo menos puedes quererme a mi. - Dijo.

- Eres gay, Merino. Asúmelo. - le di en el hombro un poco fuerte.

Segundos después llegamos al lugar indicado y nos bajamos poco a poco. Ya quedaba menos para la gala, y para decirle fin a todo esto.

Al llegar al camerino fue una mezcla de emociones increíbles, era de esos lugares que siempre estabas dispuesta a volver fuera como fuera. Que bonito era poder vivir esta aventura. Éramos los 16 un equipo, una mezcla de diferencias e igualdades hechas uno. Nos compenetrábamos como almas gemelas.

El día lo dedicamos a hacer nada mientras esperábamos a nuestras canciones. Los chistes y los directos contagiaban el ambiente. Estar los 16 otra vez era una de las maravillas del mundo. Era vida y ganas de comernos el mundo juntos.

- Me acompañas un momento. - Dijo Ana en mi oído, mientras hablaba por WhatsApp con Carolina.

- Si claro. - tiré el móvil de un lado, y vi como Ricky me daba fuerzas con las manos.

Caminamos un poco por el pasillo , hasta llegar a los baños.

- Perdona por lo de esta mañana, sé que te molestó pero pensaba que habíamos quedado en seguir igual. - me miraba, mientras yo no podía sostenerle la mirada.

- Da igual, perdóname a mi por ser tan gilipollas.

- Me sostuvo la mandíbula. - No, no lo eres. Se como te sientes, y por eso te lo digo. - me acarició la mejilla con sus delicados dedos. - Y de verdad, yo también quisiera que esto fuera diferente.

- Ana, de verdad, es una tontería. - dije sin más.

- No lo es, y no eres mala persona por pensarlo. Te he visto todo el día mal por ello, como me evitabas y pude escuchar tu conversación con Ricky. - sus ojos estaban llenos de tristezas y no quería que fueran por mi. Su vida ya había estado llena de melancolías para que yo la atormentara con más.

- Es malo escuchar conversaciones ajenas, nunca te lo han dicho. - reímos las dos. Y esta vez fui yo la acerqué más a mi.

- Ya bueno, cuando no sabes que le pasa a tu chica, haces todo por descubrirlo. - siguió su recorrido por mi cara.

- ¿Tu chica ah? - bufó.

- No dije eso flipada. - me dio un golpe en el hombro.

- Vale, vale. Aunque se lo que escuché. - mi humor había cambiado en ese momento.

Y a decir verdad, no sabía si adoraba o odiaba su poder sobre mi. Era una mezcla de ganas de tenerla cerca constantemente y a la vez tenía miedo de todo lo que podía herir en mi, de que decidiera seguir su vida sin mi, y quedarme vacía con su partida. Miriam Doblas por primera vez en la vida tenía miedo del futuro, de su futuro.

- Me puedes prometer una cosa. - mis manos ahora estaban en sus caderas.

- Lo que quieras. - dije irónicamente.

- Es en serio idiota.

- Sí, claro.

- Si alguna vez te sienta mal algo, dímelo. Solo dímelo. Quiero saber que te pasa, que temes.

Aquello hizo que me desvaneciera y logró que unas lágrimas cayeran por fin con todo permiso por mis mejillas. Me sentía muy mal por no dejarle su espacio. Estaba viviendo esta situación tan loca y de indecisión en su vida y yo no había hecho más que ponérselo difícil.

- Pero no me llores, Mimion. - Besó mis mejillas, y cada una de mis lágrimas.

- Lo siento, "tu chica" - usé sus mismas palabras. - Es un poco dramática. - rió.

- Me da igual. Con que sea mía. - acarició mis labios con los suyos,  y los enredó sin ganas de dejarlos ir nunca.

- Siempre, Ana Banana. - y me abrazó.

Necesitaba tanto desahogarme con ella, necesitaba saberla mía, a pesar de todo. Necesitaba saber que la iba a tener ahí después de todo esto, que algún día podríamos ser ella y yo; sin más. La necesitaba.

Déjame Quererte Donde viven las historias. Descúbrelo ahora