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El sol volvía a aparecer detrás de las cortinas de aquella habitación de hotel, y me volvía a sentir sola. Sola, y echa mierda; literal. Sinceramente no se si es por ver cómo la herí, cómo no respeté lo que habíamos creado o como me traicioné a mi misma aquella noche en París. Otra vez fui cobarde en mi vida.

No quería levantarme de la cama. Estaba dispuesta a retomar aquel plan que había imaginado a su lado, ese de pelis y manta, pero esta vez sola. Era lo único que necesitaba. Pero no, tenía que tomar las riendas; otra vez más. Los ensayos volvían, y en nada sería el concierto. Estaba dispuesta a poner todo de mi en ello, pero saber que volvería a cantar a su lado...

El amor es una puta mierda, comprobado.

Me coloqué el primer chándal y camisa que tenía, y bajé. Yo que siempre me maquillaba, ni para eso tenía ganas hoy.

- Madre mía amiga, que cara me llevas. - me dio un abrazo Miriam, mientras entraba al bus.

- Mira calla, mejor. - me coloqué las gafas que llevaba en la cabeza, porque parecía que las iba a necesitar mucho para ocultar mi mal humor.

- Maricona, ¿Qué te pasa? - Dijo Ricky mientras me sentaba a su lado.

- Ana. - Interrumpió Miriam. - Tiene cara de "he vuelto a llorar por Ana".

- Os odio. - miré por la ventana, y tuve un dejavú de los días anteriores. Hay cosas que nunca cambian. O eso parece.

- Pero pensé que iba a venir radiante y con cara de "follada", no con la cara de mierda que me lleva. - continuó Ricardo.

- Ya, y yo. Pero solo hay que mirar a Ana.

No sabía si estaban hablando entre ellos, o conmigo también; pero fue imposible no girar mi cara y hacer contacto con la de mi Ana. Ella también había llorado, podía notarlo, ella también estaba como la Puta mierda. Pero esta vez era por mi culpa.

Suspiré cuando me quitó la mirada, y una lágrima se escapó de mi, aunque esta fue cubierta por las gafas. Bufé, y volví a mi sitio.

- Hoy si necesito salir. - dije al viento, pero demasiado alto al parecer.

- Dios! Por fin voy a ver a Mimi ligando y borracha, gracias. - Habló Miriam.

- Hoy se sale chavales. - la acompañó Roi y Cepeda, junto a unas palmadas y unos gritos.

Muy bien, a parte, iba a salir con esta banda de pringados; justo lo que necesitaba. Beber y olvidar; lo que la Mimi de siempre hacía.

Así que solo deseaba que llegara la noche, que no ensayara "Don't you worry about a thing" y no volver a verla la cara de "gracias" e ironía a Ana.

Y por primera vez, en aquel día ocurrió algo bueno; todo lo anterior se hizo realidad.

La mayor parte del tiempo me la pasé en el camerino con algún comentario de Ricky o Miriam sobre mi humor, mi cara...y los chicos que les acompañaban. A veces, también me hacían reír, así que por eso les quería.

Al regresar, por fin, me puse guapa, me peiné y salí a quemar la pista, junto a mis otros 15 compis. Si, Ana también. No se si lo hacía para joderme más el día o aposta. Pero iba muy guapa; demasiado.

Un vestido negro hasta debajo del culo, corto; mucho...con la espalda descubierta y muy pegado a su cuerpo. Me quería matar, y lo estaba logrando.

- Madre mía Ana, si fuera bollera te follaba. - comentó AMaia y todos reímos. Yo también me la follaba amiga, en aquel justo instante; pensé.

- Y a mi si no me gustaran los tíos... - Dijo Ricky.

- Bueno bueno, dejemos de halagos y entremos. - Continuó Miriam, y se adentró a la discoteca.

Yo pasé por al lado de Ana, quién estaba tomada de la mano de Roi y se reía.

Al verme, caminó hasta mi lado, despacio.

- ¿Tú también me follabas? - susurró en mi oído y después continuó su camino con los chicos, no sin antes girarse otra vez y morderse el labio inferior al observar la reacción que había causado en mi cuerpo. Todavía tenía un poder extremo en mi; sinceramente nunca lo había dejado de tener.

Necesito alcohol. Necesito desestresarme. Besarla y hacerla mía. Pero todo ello parece imposible por el momento.

Así que al entrar a la discoteca mi cuerpo se sintió como si estuviera en otro mundo, de locura, del aquí y ahora, y sobre todo, del disfrutar con toda la fuerza.

Fui directa a la barra y me pedí un cubata. Mi mente exigía el contacto con el alcohol inmediatamente. Iba a necesitar mucho alcohol aquella noche; lo presentía.

- Maricón, a ver si me ganas hoy ligando... - me pasó el brazo Ricky por el hombro.

- Esa es la idea. - volví a beber otro trago de aquella bebida. -  Necesito adrenalina en mi cuerpo.

- Pues deprisa, ya yo tengo a mi primera presa. - observé cómo se cruzaba miradas con un chico y desaparecía automáticamente.

Ojalá ser Ricardo Merino. Ojalá no pensar en nada. Ojalá ir a la persona que deseas y besarla ahí mismo.

Y de repente todos se habían difuminados en la pista; unos bailaban y otros se disfrutaban entre sí. Todos la pasaban demasiado bien; y yo me dedicaba a tomar y tomar.

Si, yo era la que iba a disfrutar. Si, esa misma; y que ahora solo se encontraba observando a aquella mujer increíble bailar y compartir con los demás.

Así que ante la ausencia de compañía, me pedí otro cubata.

- ¿Sola? - escuché una voz detrás mía.

Me giré y pude observar a una rubia, preciosa. Podría decirse que perfecta. Pelo corto, ojos claros y una sonrisa encantadora.

- Podemos decir que si, en este momento. - sonreí, y le guiñé el ojo.

- Me gusta. - giró un poco la copa y sus ojos se compenetraron con los míos. Era puto fuego, podía notarlo. - Soy Lucía, ¿tu?

- Mimi.

- Me gusta.

- Bonita frase. - reí, y me mordí el labio inferior.

- ¿Quieres bailar?

Era lanzada, como yo. Como me gustaba.

Pero pensé en la noche de Paris, y que no quería repetirla; pero esta vez no tenía a nadie a quién rendirle cuentas; aunque podría decirse que aquella noche tampoco...

En fin.

De repente entre tanto nerviosismo y lío en mi cabeza por encontrar la respuesta a aquella propuesta, me giré para esconderlo y fue cuando mi mirada tropezó con Ana en la pista de baile junto a un chico; muy pegados. No sabía quién era. Pero, mi sangre hirvió al observar como rozada su piel.

Así que inmediatamente volví a centrarme en aquella chica y acepté su propuesta.

Estiré mi mano hasta juntarla con la de Lucía, y la llevé hasta la pista; justo al lado de Ana y su pareja. Junté mi cuerpo, muy pegado, al de ella. Pude sentir como la mirada de Ana se clavaba en mi.

Si este era su juego, estaba dispuesta a jugarlo.

Déjame Quererte Donde viven las historias. Descúbrelo ahora