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- ¿Por qué no jugamos al "Yo Nunca"? - decía Lucía, mientras acariciaba mi pierna. Sí, por fin era miércoles, y estábamos unos pocos tomando algo.

- Venga coño. - gritó Ricky. - podíamos decir, que a pesar de haber llegado hace poco, algunos estaban un poco perjudicados.

- Este tío me encanta. - intervino Lucía, mientras brindaban.

- Yo me apunto. - continuó Amaia, y así fueron diciendo todos, menos Ana. Que si, también había venido.

- Yo también paso, miedo me dais. - dije, y reí.

- Venga, amor. - protestó la chica a mi lado. - Solo es un juego, porfis.

- Lo que quieras saber de mi, me lo preguntas y ya. - me acerqué a ella, y besé muy sensualmente sus labios, delante de todos.

- Iros al baño. - protestó Roi, mientras todos se reían.

- Os shippeo demasiado. - Dijo Aitana. - Sois muy monas. - yo sonreía.

- Sí, y me encanta que no te tengas que ir escondiendo... - puto Ricardo, a veces lo quiero tanto.

- Ya, las dos estamos solas, y con ganas... - acaricié a Lucía, y ahora fue ella quien juntó nuestros labios.

- Pues Venga, dejaros de morreos, y a jugar. - interrumpió Cepeda.

- Yo me voy a ir a fumar. - se levantó Ana. - Mimi, ¿me acompaña? Ya que no vas a jugar.

Y sí, me lo pensé mucho. Porque después de lo ocurrido puse mi escudo con Ana, bueno, esta vez lo puse bien. Porque podía estar muriéndome por ella, pero lo que no iba a permitir es que me manipulara como se le antojaba. Ya no.

No hice nada de lo que me pudiera arrepentir, exceptuando Will, y no merecía ni la mitad de su trato durante estos días.

Aunque también era cierto, que no iba a jugar con estos cabrones, para que me abriera completamente y les contara mis miedos y amores.

- Sí, claro. - le sonreí, y me volví a girar. - Ahora vengo, corazón.

Ambas llegamos, sin decir palabra alguna, hasta una zona donde La Luz era transmitida por la luna, y unas pequeñas bombillas que habían a unos metros de distancia. Ana se dedicaba a encenderse un piti, mientras yo miraba los apartamentos que teníamos a nuestro alrededor. La noche Catalana era maravillosa.

Por primera vez, entre nosotras, hubo un silencio de incomodidad, de querer irnos de allí, de alejarnos la una de la otra. Por lo menos, de mi parte.

- Siento mucho lo de estos días, me he comportado como una cría. - Por fin Habló, mientras le daba caladas al cigarro.

- Tu misma lo haz dicho.

- Mimi... - me miró, a los ojos. - De verdad. Me enfadaba mucho saberte con otro persona, con ella, o Will...me volvía loca. Y, te traté horrible, - suspiró. - Cómo una puta, y no te lo mereces. - Aquellas palabras son las que hubiese deseado escuchar unos días antes, y juro que hubiese vuelto a ella.

- Ana, vale. Ya está. Tema zanjado. - me acerqué a la pared, y coloqué mi pies izquierdo en ella.

- No. - dio otra calada, y se giró, justo enfrente de mi, pudiendo sentir como soltaba todo el humo en mi cara. - Sigues con ella...

- interrumpí. - Y tu con tu chico. - suspiré. - a ver, que sí, que jodimos la mierda que teníamos, pero ya está. No hay nada, a seguir... - estaba segura que aquellas palabras sólo las decía, no las sentía para nada.

- No, joder no. - Tiró el cigarro con todas sus fuerzas. - Te quiero joder, y lo jodimos si, pero yo quiero volver a intentarlo. Quiero hacerlo bien. Nos lo merecemos.

- Ana, ambas sabemos que quererse no es suficiente. - quité mi vista de ella. ¿De verdad lo sabía? Una cosa era poner un escudo entre ambas, y otra decir todo aquello.

- Claro que es suficiente. - se acercó muchísimo a mi, y me levantó el mentón. - Yo y Jadel ya...

- volví a interrumpir. - Qué me da igual. - me quité de su lado, y grité. - Ya está, tú por tu lado, y yo por el mío. Como debió ser siempre, como debió seguir después de salir de la academia, después de la estación. Ya está, coño. No es tan difícil.

Me agarró con fuerza de los brazos, y me pegó a la pared, otra vez. Por un momento, solo se dedicó a observarme, como con melancolía, queriendo no dejar de hacerlo nunca, como cuando miras a la cosa más bonita del mundo, esperando seguir descubriéndola siempre.

- Dímelo mirándome a los ojos. Dime que te da igual todo, que ya no te importo. - soltó una de mis manos para acariciar mi cara, e inconscientemente cerré mis ojos al contacto. - Dime que te deje en paz, que no lo intentemos mil veces más. Dime que todo esto que sentimos se tiene que quedar así. Que tengo que soportar que ella te toque, que te vese, que te desee...

- Ana, no voy a volver a pasar por lo mismo... - Sonó mucho más débil y frágil de lo que esperaba.

- Mimi, tú solo dímelo y te juro que te dejo en paz. Me dices que está mierda que siento dentro de mi, estas ganas de estar tu lado siempre, de dejar todo y luchar, que la tengo que dejar ir; que te doy igual, y lo hago. - cada palabra que decía la hacían más pequeña, y las lágrimas se hacían parte de su rostro. Yo no podía decir palabra alguna.- Te amor, joder. He dejado todo por mi, no me hagas esto.

- Ana... - me jodía sentirla tan vulnerable, me jodía que me pudiera tanto. ¿El escudo dónde puto estaba? Lo necesitaba en aquel momento. Por más que quisiera, merecía ser yo por encima de ella, de aferrarme a alguien a quien le diera igual ir conmigo por el mismo, de decir lo que sentía.

- Solo dímelo, y...

- una lágrima solitaria se apoderó de mi. - Déjalo estar, por favor. - aún su cuerpo estaba muy cerca, y por más que yo quisiera abrazarle y decirle que la adoraba, algo en mi no dejaba Volverme a abrir de tal manera ante ella.

- Vale. - me soltó y se limpió la lagrimas. - Lo siento, todo. - suspiró y se fue, otra vez, con los chicos.

Y volvió a dejarme echa una mierda, sola, ante aquella noche que pedía romance y amor.

A pesar de intentarlo con todo mi ser, volvía a ser herida por ella y sus palabras, por su amor y todo su ser. Era como la peor droga, que por mucho mal que te haga, la tomarías siempre...es una adición para mi.

Mi cuerpo se acomodó en aquel suelo sucio y frío, al no poder soportar tanto dentro.

- Mimi... - escuché a Miriam, a mi lado. - ¿Estás bien?

Y ante aquello, ahora si me desvanecí. Las lágrimas se apropiaron de todo mi ser, y mi respiración comenzaba a ser intermitente. Me hice pequeña, como hace mucho que no me hacía, como cuando salí de la academia.

- Tranquila, cariño. - se acercó a mi altura. - Respira. ¿Ana? - sus abrazos arroparon mi cuerpo, y aquella esquina se convirtió en mi sitio para desahogarme.

- Ana...yo...este puto mundo. - cada palabra la decía entrecortada.

- Shhh! relájate. - Acarició mi pelo. - Todo saldrá bien, os queréis mucho.

- Miriam... - la miré.

- Lo sé todo. - me sonrió. - Confía. El Amor lo pude todo.

- No se yo... - las lágrimas no dejaban que mi cuerpo se llenara de aire completamente.

- Yo si; y se que estáis destinada a estar juntas, tarde o temprano.

Déjame Quererte Donde viven las historias. Descúbrelo ahora