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En los días siguientes no me apeteció hacer nada, podría estar en mi apartamento todo el día durmiendo y viendo la tele; claro, con una taza de helado a mi lado. Si no fuera por Ricky que en cuanto terminó el concierto en su tierra vino al rescate y Carolina que hacía cualquier cosa por mantenerme ocupada, hubiera aumentando fácilmente 10kg; ni el baile hacía nada en mi cuerpo en aquel momento. Era una mezcla de tristeza, con ganas de gritar, con rabia, con muchos sentimientos que no lograba descifrar. Era una mezcla de los mensajes de Ana almacenados en mi teléfono como una caja de Pandora que no quieres abrir porque sabes que explotará.

Así que sin más, ahora me encontraba en París pasando la primera noche. Aún no sé como aquellos gilipollas que tengo como amigos me convencieron para que viniera y disfrutara de mi, y de la presencia de Will. Sí, también le iba a ver.

Si es que cuando digo que la vida está en mi contra, lo está de verdad. Aún recuerdo la imagen de Carolina diciendo "un clavo saca a otro clavo, no lo olvides amiga" antes de que me montara en aquel avión. Y aún no sé como me sacaré a Ana de la cabeza, porque aún a tantos kilómetros de distancia la sigo pensando minuto si y minuto también. Pero ella necesita su tiempo, así que se lo daré. A pesar de todo, no puedo retenerla en esta fantasía, tiene que luchar ella también, tiene que arreglar sus cosas y después volver.

- Maricón, ¿Qué tal? - saludó Ricky.

- Bueno... - le digo, y me tiro a la cama.

- Bueno nada, anima ese cuerpo, y deja de pensar ya. - bufó.

- Eso amiga. - continuó Carolina.

- Y, ¿Qué hacéis vosotros juntos? - Miro expectante.

- Cenar, no ves. - me dice Merino.

- Bueno en fin, da igual. Solo avisaba que he llegado bien. Me bañaré ahora...

- ¿Ya has quedado con el macho alfa? - preguntó Carolina, y yo no hice más que rodar los ojos.

- No, nos vemos mañana.

- ¿Mañana por qué? Si ya está en París. - expresó Ricky.

- Lo tenéis controlado o, ¿qué? - mi humor no era el mejor en aquel instante.

- No. - Ambos negaron. Y Ricky continuó con su discurso. - Solo digo que si ya está ahí, que haces que no estás con él, y vivís una noche loca...

- Me dijiste que follaba bien, amiga.

- Carolina. - grité. - Calla.

- Solo digo, que te hace falta vida, salir a bailar, beber, y no hay nada que un hombre no quite. - Dijo Ricky.

- Bueno da igual, ya sabré que hago yo con mi vida maricones. Adiós, que no me apetece seguir hablando de lo mismo.

- Pero si de Ana, ¿no? - Me interrumpió Percebes.

- Da igual. Adiós.

Después de aquello, me tomé unos minutos para cerrar los ojos y pensar, o descansar. Simplemente mi mente quedó divagando entre todo lo que habían dicho hace instante, y lo que había sucedido anteriormente. En verdad, podría quedar con el, o liarme, o cualquier cosa. Seguía soltera. Así que cogí mi móvil y le mandé un mensaje.

Mimi:

"Honey, ¿te apetece salir esta noche?"

Will:

"Claro, pero pensé que querías dormir."

Mimi:

"Pues ya no. ¿Te apuntas?"

Will:

"Claro, honey. En el bar De la Torre que siempre dijiste; a la misma hora de siempre."

Mimi:

"No lo dudaba."

Tras eso me puse lo primero que encontré en el armario, ya que a pesar de querer salir, mi estado de ánimo aún me pedía que me quedara con mi pijama de conejito y me metiera a la cama. Pero no lo merecía. Salir me vendría bien, o por lo menos eso creía.

Las calles de París me arropaban como nunca. Siempre quise visitar aquella cuidad. De pequeña soñaba caminar por sus laberintos de la mano de la persona correcta. Ahora estoy en Paris pero tratando de olvidar esa persona.

El bar estaba justo a las afueras de la torre Eiffel. Recordé la cantidad de veces que le había hablado a Will de aquel lugar, y aquí estamos.

- ¿Qué te ya hecho cambiar de opinión? - me preguntó cuando pillamos sitio entre la multitud.

- Las ganas de salir de la habitación y tomar las riendas de mi vida, supongo. - pedimos un vino.

- Pues me gusta esta Mimi. Mi Mimi. - me guiñó el ojo.

- Tu ex-Mimi. - me hice la interesante. Con el siempre era igual, me hacía olvidar los problemas.

- No se yo que tan cierto sea eso. - el camarero nos trajo las bebidas, y brindamos. - Porque sigamos compartiendo vida.

- Por todo lo que nos queda juntos. - Le acompañé y no le quité ojo.

No se porque hacía aquello, pero se sentía bien ser querida, ser la primera de alguna persona; ser "la de siempre" de Will.

- Cuéntame de ti en estos meses. - continuó, y acarició mi mano.

- Lo mismo, bailar, cantar...sufrir. - reí.

- Ese corazón se ha roto otra vez...

- ¿Otra vez? ¿lo dices incluyéndote? - le giñé el ojo.

- Siempre igual, me gusta. - volvió a beber y acercó su silla a mi.

Poco a poco su cuerpo se fue acercando al mío, y no temí a lo venía después. A lo mejor quería comprobar eso que me había dicho Carolina, así que fui yo la que acorté la distancia. Mis ojos sabían lo que buscaban, mis manos lo que deseaban y mi boca lo que reclamaba. Nos conocíamos tan bien que no hubo falta de palabra entre ambos. Nuestras lenguas se juntaron al momento, se volvieron a descubrir y se toman como si se hubieran echado de menos. No se porqué, pero me olvidé de todo.

En aquel bar, con aquellas personas a nuestro alrededor solo me importaba el recorrido de sus manos por mi cuerpo y el frío de París solo quedaba entre los demás. En nosotros no había nada más que deseo de olvidar y de disfrutar de todo lo que compartimos alguna vez. Recordé a Ana por un momento, pero después pensé que ella a lo mejor estaba haciendo lo mismo con su novio, así que mi remordimiento paso a convertirse en disfrute.

Déjame Quererte Donde viven las historias. Descúbrelo ahora