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   Continuaba la cuenta regresiva y conforme se iban perdiendo las horas se iban desvaneciendo mis ganas por continuar existiendo. Con mis propias manos lo había causado pero me negaba a continuar de alguna forma cargando con esos sentimientos si él se iba para siempre.

Una enorme parte de mí deseaba que por más que él jamás pudiera perdonarme, sobreviviera, aún si no pudiera estar a su lado, me bastaba con amarlo por siempre. No me merecía nada de él pero los recuerdos consigo se me hacían tan cortos.

Bien sabía que entre suspiros y lamentaciones nada lograba cambiar, ni siquiera mi presencia en aquella silla en medio del pasillo; pero no podía irme. Me sentía atado a ese lugar.

¿Por qué los sentimientos eran tan difíciles de descifrar a la edad de dieciséis años? Cuando superficialmente crees amar a alguien pero en realidad solo estás obsesionado, cegado a tal punto de no ser capaz de ver los sentimientos de las personas a tu alrededor y solo eres capaz de herir a quien de verdad amas. ¿Por qué abrimos los ojos tan tarde? Cuando ya lo hemos perdido todo –. Ese tipo de pensamientos me embargaron aquella tarde.

De todas formas, no era el único que sufría, su madre se encontraba en un estado deplorable. No podía tener el descaro de animarla sabiendo que en gran parte era culpable de lo que estaba sucediendo, así que mantuve mi compostura. La madrugada arremetió duramente contra mí entre sueños, que estaban lejos de la realidad, ¡pero qué felices éramos!

Lo tenía entre mis brazos, depositaba besos en su cuello y él reía por las cosquillas. Olía a él, se sentía a él. Pero entonces despertaba, en el frío pasillo del hospital en alguna incómoda posición. Algunas veces deseaba despertar y descubrir que tan solo se trataba de una pesadilla y entonces nos besaríamos en la estrechez de las escaleras camino a la terraza de YG, como solíamos hacerlo.

Gi-Yeong logró darme el susto de mi vida paseando con la bata blanca, ladeó la cabeza observándome con detenimiento y se sentó a mi lado. Sus rasgos faciales se asemejaban a los de su hermano, me quedé momentáneamente perdido en mi observación meticulosa hallando las diferencias físicas entre ambos.

– Así que tú eres JunHoe –. Acertó, su voz era muy suave.

– Así es... –. Mi corazón empezó a latir deprisa, mientras me hacía a la idea de que JinHwan tal vez le había llegado a hablar de mí.

– ¿Lo amas? –. Preguntó directamente, volteando a verme a los ojos.

– Más que a mi propia vida.

– Yo igual –. Admitió en un ininteligible susurro.

Me escrutó, buscando toda verdad oculta tras mis ojos y luego sonrió.

– Protégelo siempre. Ámalo, ámalo con todas tus fuerzas y... que nunca se sienta solo.

Lo decía con un brillo en los ojos, como si supiera que JinHwan sobreviviría, se llevó una mano para secar una lágrima, en la blanca piel de su brazo pude notar varias cicatrices.

Percepción erranteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora