Capítulo 4

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Grandes Esperanzas

Capítulo 4

Y así Mei se coló en mi corazón otra vez, como solo ella sabía hacer. Me preguntaba en esos momentos si ella era consciente de su poder sobre mí, quería saber si lo hacía a drede.

Después de susurrarme las preguntas con aquellas dudosas y complicadas instenciones empezó a besarme el cuello lentamente, pero mi piel sentía una urgencia por donde pasaban sus labios. Sentía que ella tenía el mismo deseo que yo.

No pude hacer otra cosa que alentarla y llevé una de mis manos a su cabeza, acariciando y entrelazando mis dedos en sus cabellos azabaches brillantes que me tenían loca desde hacia años. Sus mechones eran tan suaves y estaban tan bien peinados y acicalados como recordaba.

Olía tan bien como siempre, su fragancia no había cambiado. No solo me resultaba immensamente agradable, sino que su olor me embriagaba. Era como si mi olfato reconociera algo en ella y le mandara señales involuntarias a mi cerebro; lo interpreté como una especie de instinto animal. El olor, el cabello, la piel de Mei me volvían loca. Llevo varios años estudindo el arte de las palabras, y no importa cuanto tiempo pase, no se explicar lo que ella me hace sentir. Las reacciones que provoca en mi cuerpo.

"Yuzu...", me susurraba, y yo notaba su aliento en mi cuello, sentía sus labios por mi piel. Sus manos se movían, me agarraban suave pero firmemente la cara y los hombros, me atraía hacia ella. Éramos como dos imanes que no podían despegarse.

"Le escribía... Susan, ¿Por qué no vienes hoy también a visitarme y me besas como lo hiciste ayer noche?", dije yo, encontrando las pocas fuerzas para hablar que me quedaban. Uno de mis brazos rodeo su cadera y entre nosotras ya no corría ni na una gota de aire.

La pasión y urgencia de sus besos en mi cuello se intensificaba. Sus labios ascendieron y me besó la mejilla, y nuestros ojos se encontraron por primera vez en minutos que parecían eternos, y en ellos vi la profundidad y la pasión púrpura. Los leí, y creí interpretar que quería besar mis labios, siguiendo las palabras que le estaba dictando de la romántica carta de Emily a Susan.

Sus labios estaban cada vez más cerca de los míos, a unos milímetros me atrevecía a decir. Respirabamos la una en la otra, compartíamos el mismo aire. Nuestras respiraciones eran agitadas. Y mirándonos así, con nuestros cuerpos completamente enganchados, y con nuestros ojos buscando en los ojos de la otra respuestas.

Yo seguí narrando la carta, mientras mis dedos en su cadera se hundían en su ropa, y encontraban la manera de sacar la camisa de dentro de la falda y encontrar un trozo de piel allí para aferrarme.

"Podremos ser las dos, sin más. En un lugar donde tú puedes ser solo Susan, y yo tan solo Emily. No necesitaremos nada más.", terminé, esta vez tomando la iniciativa y besando sus labios.

La besé como había hecho el día que había despedido a su padre en la estación, como el día que le confesé mis sentimientos, como el día que me besó en el balcón. Ese beso era igual, pero a la vez era nuevo, tenía algo de todos los demás besos que habíamos compartido hasta ahora. Y algo nuevo. Estaba lleno de dudas, y de esperanzas por mi parte.

Mis labios se abrían cada vez más sin ordenarlos, ellos sabían mejor que yo que hacer, yo no necesitaba planearlo y les di el control. Se abrían para llenarse de la boca de Mei en cada beso, quería aprenderme cada centímetro de su piel. Esa era una de mis asignaturas favoritas. Estoy seguro de que sería una buena alumna en eso. Los labios de Mei. Además, nuestras lenguas se encontraron y parecían recordarse de cada vez que se habían encontrado. Cuando se encontraban jugaban a entrelazarse y lo hacían a la perfección. El sabor de esos besos era indescriptiblemente excitante, quería más. Nunca lo había hecho pero me creía capaz de besarla durante horas sin parar y sin cansarme de ella.

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